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José Manuel de la Esperanza y Martín-Pinillos | Teniente general del Madoc, con sede en Granada
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José Manuel de la Esperanza y Martín-Pinillos | Teniente general del Madoc, con sede en Granada
«La última decisión en combate la adopta un militar, nunca una máquina»José Manuel de la Esperanza y Martín-Pinillos (Madrid, 1963) está al frente del Mando de Adiestramiento y Doctrina del Ejército, con sede en Granada, desde hace dos años. Es teniente general, el segundo rango más importante en la jerarquía militar. Pero sobre todo es un tipo afable consciente de su enorme responsabilidad: la aplicación del conocimiento a la defensa de España.
–¿Qué está significando para usted la tenencia general del Mando de Adiestramiento y Doctrina, después tantísimos destinos?
–Una responsabilidad porque los tenientes generales somos mandos de primer nivel que dependemos del jefe del estado mayor del Ejército. Llevamos una parte de la organización muy importante. Tengo por debajo de mí a unas 11.000 personas entre plantilla y alumnos en formación o perfeccionamiento. También soy el representante del Ejército de Tierra en las provincias de Granada, Almería y Murcia.
–¿Cómo le explicaría a un lego qué es el Madoc?
–Nos encargamos de la gestión del conocimiento. En la práctica, todo lo relativo a enseñanza, instrucción y adiestramiento como los campos de maniobras o simulaciones. Y a partir de ahí, mirando al futuro, llevamos todo lo relativo a experimentación, nuevos materiales, doctrina y procedimientos e investigación.
–¿Cómo se lleva a cabo la dirección desde Granada?
–La estructura se basa en dos generales de división que dependen de mí. Uno se encarga de enseñanza y apoyo a la instrucción y el otro es el que mira al futuro. De ellos dependen, a su vez, una serie de subdirecciones y por debajo, treinta y dos centros ubicados en veintiuna provincias. El ejercicio de mando lo hacemos con presencia directa, despachos, mensajería, telemáticamente... y luego yo viajo mucho. Cada mes tengo visitas y actividades con las academias.
–¿No le produce vértigo la enorme responsabilidad que tiene?
–Estamos muy formados. Hemos pasado un montón de cribas para cada ascenso. Se supone que los seis o siete tenientes generales estamos bien elegidos. En la parte personal, sí. A veces me entra vértigo porque tomo decisiones que influyen a miles de personas.
–La guerra es la guerra ¿pero hasta qué punto el conocimiento y la tecnología pueden ser una 'garantía' para la población civil?
–Deben de serlo. Cuanto más tecnológico es un ejército más desarrollado, con lo cual hay más probabilidad de tener éxito en un combate. Siendo todo esto así, damos más seguridad a la sociedad que servimos.
–¿Cómo está siendo la incorporación de la inteligencia artificial a la tecnología militar?
–Con la inteligencia artificial nos hemos relacionado desde el inicio porque si hay un campo en el que se pueda aplicar, ese es claramente el de los conflictos y las fuerzas armadas. Hay que pensar que en el desarrollo de los combates hay momentos tan complejos que la IA puede resolver cuestiones que la mente humana necesitaría mucho más tiempo. En la guerra de Ucrania, por ejemplo, el enemigo lanza una serie de trazas de artillería aérea de forma masiva –misiles, cohetes, helicópteros o drones– y hay que responder con tus medios. Hemos de decidir en pocos segundos con qué armas detenemos esas amenazas. La IA ayuda a elegir y priorizar a qué disparas primero.
–Da un poco de miedo pensar que un ordenador tome decisiones que pueden segar la vida de cientos de inocentes. ¿Dónde queda la mano del hombre?
–En la ética de los ejércitos occidentales, y así está admitido en el ámbito de la Otan, siempre la decisión final tiene que ser humana. La máquina presenta opciones, pero es un militar quien da la orden.
–¿En qué forma ha evolucionado la formación de los soldados en los últimos años, teniendo en cuenta la evolución armamentística?
–La evolución armamentística es la evolución de la tecnología. Los sistemas y los materiales cada vez son más complejos. Un carro de combate de los sesenta comparado con un Leopardo actual es como cotejar un Seiscientos con un vehículo de última generación. El problema no es quien maneja los elementos, sino su mantenimiento. Tenemos muchos más especialistas con un conocimiento más profundo.
–Digamos que los soldados son más tecnológicos...
–Así es. Antes de 2000 era personal de reemplazo. Después, todos profesionales con un largo periplo de años en el Ejército y más especializados.
–¿Qué aprende el Madoc de guerras como la Ucrania y Gaza?
–En el Madoc estudiamos todos los conflictos. Tenemos oficiales de enlace fuera y extranjeros en España. Y luego investigamos de todas las fuentes porque sacamos lecciones para aplicar en nuestros procedimientos. Los conflictos de Gaza y Ucrania son muy interesantes. Ucrania porque es una mezcla de todo: guerra convencional, guerra de guerrillas, guerra de trincheras y guerra con objetivos que están a cuatrocientos o quinientos kilómetros. Y todo eso mezclado con la aplicación de últimas tecnologías como los drones suicidas. En Gaza, el combate es urbano y sobre todo subterráneo. Esto no sale tanto en los medios de comunicación, pero la mayor parte del combate allí se desarrolla en túneles.
–¿Cuáles son sus grandes proyectos al frente del Madoc?
–En estos tres años habrá un gran incremento de personal en el Ejército, donde todo el mundo entra por la cadena de enseñanza, por las academias o las escuelas. Hemos de hacer un esfuerzo para ampliar infraestructura, servicios y profesorado. Ha arrancado el nuevo grado de Enseñanza Superior Militar. También hemos creado el máster para los intendentes. Ha cambiado la normativa de formación profesional y estamos adaptándonos. Y, además, estamos con el plan de experimentación del Ejército de Tierra. En 2025 se revisarán las plantillas según las lecciones aprendidas de los conflictos.
–¿Está muy envejecida la tropa?
–Los que entraron en 2000 ya van llegando a los cuarenta y cinco años. Los que no han hecho los estudios suficientes no podrán quedarse como tropa permanente hasta la edad de retiro, a los cincuenta y ocho años. Los que entran ahora por abajo compensarán a los que salen por arriba.
–He observado que se encuentran de obras en Capitanía ¿qué finalidad tienen?
–Este edificio es de 1504. Es antiguo como otros tantos en Granada. A lo largo de los siglos se le ha ido añadiendo peso. Se levantaron muros muy potentes, pero el suelo se sustenta en forjados y vigas de madera, que son las originales. Y luego, sobre estos mismos pisos, se colocaron baldosas y cemento, sobre todo en el siglo XIX. Y encima se añadió una tercera altura. Todo eso, unido a los terremotos, ha hecho que el inmueble sea inestable. Hay que coser vigas y cambiar otras. Las obras durarán al menos dos años.
–¿En qué medida se implica el Madoc en el día a día de Granada?
–Mucho y me gustaría que la ciudadanía pensara lo mismo que yo. Una de las actividades del Ejército es la institucional y en Granada tenemos una relación magnífica con todas las instituciones. Compartimos un montón de actividades como las procesiones, la Toma o la patrona. Participamos a veces incluso con fuerzas que desfilan. También estamos estrechamente vinculados con la Universidad.
–¿Y en sus grandes proyectos, como la Capitalidad Cultural?
–Contribuimos con lo que nos piden, pero tenemos un deber de neutralidad. En el caso de la Capitalidad Cultural, hay que tener en cuenta que, en mi despliegue territorial, no soy un mando de Granada, sino nacional. Tengo unidades en muchas provincias y entraríamos en conflicto con Toledo o Cáceres, que también son candidatas.
–¿Cómo es la vida de un militar de tan alto rango en Granada?
–Viajo mucho y no estoy en Granada tanto como me gustaría. Cuando me quedo aquí, entro a las ocho de la mañana y salgo a las ocho de la tarde. Cuando tengo un poco de tiempo libre, me gusta pasear por Granada y visitar la provincia. Pero abordo mucha vida institucional en Granada y en las ciudades donde tengo centros. Sobre todo los fines de semana.
–¿Cuál es ese rincón de Granada en el que le gusta perderse para encontrarse?
–Llevo aquí dos años. Me gusta muchísimo subir la cuesta de la Alhambra, sobrepasar el cementerio e irme a la Silla del Moro. Me siento un rato para disfrutar de las vistas y pensar. Me gustaría hacerlo más a menudo.
–Una vez que se quita el uniforme ¿cuáles son sus grandes aficiones?
–Yo soy profesor de equitación y he sido jinete la mayor parte de mi vida, en salto de obstáculos, completo y doma. Por lesiones dejé de montar. Siempre he sido muy deportista. Hago tenis, bicicleta y baloncesto. Voy a ver al Covirán y al Granada de vez en cuando.
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Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
Cristina Ramos | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
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