Se llaman Carlos, François y Silvia y están en la cárcel por haber asesinado a Francisco tras haberlo torturado con unas tenazas. La idea inicial era extorsionar a la víctima para que les diese dinero y Carlos pudiera pagar una deuda que había contraído con el traficante que le suministraba droga.
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Tras secuestrar y martirizar durante horas a Francisco, se apoderaron de 300 euros, una tarjeta bancaria, un ordenador, un móvil, algunas joyas y unos prismáticos.
Carlos, François, Silvia y una joven menor de edad (que ya fue condenada por estos hechos en 2017) acordaron entonces que Francisco debía morir. Si lo soltaban, les delataría. Traspasaron la última frontera. La suerte estaba echada. Metieron a Francisco en el maletero del coche de Carlos y viajaron desde Granada hasta Málaga. Hicieron dos paradas en sendas gasolineras para comprar combustible con el que quemarían el cuerpo de Francisco después de asesinarlo.
Tuvieron tiempo para recapacitar, pero no lo hicieron. Estaban decididos a acabar con la vida de Francisco. Como los protagonistas de 'A sangre fría', se dejaron arrastrar hacia el precipicio del crimen casi con indolencia, como si fuera una obligación, algo inevitable. Fue en un paraje conocido con Pinares de San Antón, en los alrededores de la capital malagueña, donde consumaron su diabólico plan. Francisco murió estrangulado con un collar de perro. Después, los cuatro implicados le pegaron fuego al cadáver y huyeron (tuvieron un accidente y abandonaron el vehículo).
Un par de días más tarde, Carlos y François volvieron a sacar 300 euros de la cuenta del difunto Francisco. Ni muerto lo dejaron en paz.
Hasta aquí los hechos, la descripción de un asesinato de una violencia y crueldad inconcebibles que fue cometido por cuatro jóvenes que, aparentemente, llevaban una vida normal. Uno de ellos, al parecer, trabajaba como camarero en una cafetería de Granada.
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Sólo ellos saben qué pasó por sus cabezas para cometer unos actos tan atroces.
Pese a que el suceso ocurrió en julio de 2016 a caballo entre Granada y Málaga, el juicio y la sentencia han llegado en 2020. El fallo es de la Audiencia de la provincia vecina y afecta a los tres adultos que secuestraron, torturaron y mataron a Francisco. Estas son las penas. Carlos y François: 17 años y medio de cárcel para cada uno de ellos por los delitos de robo con violencia, detención ilegal y asesinato. La condena de Silvia es inferior: nueve años y tres meses de prisión por los mismos cargos (aunque la resolución considera que es cómplice y no autora material del homicidio).
Los tres se conformaron con un castigo que podía haber sido más severo, ya que el tribunal estimó la existencia de las atenuantes de reparación del daño y dilaciones indebidas. La primera hace referencia al hecho de que los acusados indemnizaron con 16.000 euros al hermano del fallecido antes de la celebración del juicio y la segunda, a los retrasos en el proceso.
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La cuarta implicada, que era una adolescente cuando sucedió el crimen, fue condenada en 2017 a ocho años de internamiento en un centro para menores infractores y otros dos más de libertad vigilada.
En este sentido, y aunque tampoco fue la autora material del estrangulamiento del fallecido, admitió haber cometido los delitos de asesinato, detención ilegal, robo con violencia y lesiones. No mató, pero vio cómo otros mataban y no hizo nada para impedirlo. Estaba allí cuando la víctima fue asfixiada. Y cuando su cuerpo ardió. Y también antes, cuando fue golpeada y maniatada.
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El espeluznante suceso ocurrió durante la tarde del 18 de julio del 2016 y la madrugada del día siguiente, y entre las provincias de Granada y Málaga.
Francisco era un conocido de los criminales. De hecho, la tragedia comenzó a fraguarse cuando los componentes de la banda invitaron a la víctima a pasar una velada en un domicilio de Padul. Era una trampa. Cuando el hombre llegó a la vivienda, lo ataron y amordazaron. Querían su dinero y le exigieron que les diera el número secreto de su tarjeta bancaria. Para lograr su propósito, los ladrones comenzaron a golpearle con furia. La violencia de los ataques fue en aumento. Los delincuentes incluso utilizaron unas tenazas para torturar a su prisionero. También lo amenazaron con una pistola de aire comprimido.
La víctima cedió y les dio el número, pero los secuestradores no lo soltaron.
Fueron a un cajero y extrajeron 300 euros de los ahorros de Francisco. Después le quitaron las llaves del piso, que estaba en la ciudad de Granada, y allí se hicieron con un móvil, algunos objetos de oro, un ordenador y unos prismáticos. Ese fue todo el botín. Tampoco dejaron en libertad al hombre. En lugar de eso, lo introdujeron a la fuerza en el maletero de un coche y se dirigieron a un paraje montañoso de la vecina provincia de Málaga. Fue entonces cuando acabaron con su vida. Lo ahorcaron con una correa de perro.
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