

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La guardería del barrio de Fígares estaba ubicada en la calle Martín Bohórquez. Corrían los años cincuenta y sesenta y en 'La Estrellita', como así se llamaba el centro infantil, los niños se desgañitaban a cantar canciones de toda índole o a jugar a la pelota o al pilla pilla. María Luisa, vecina del barrio, a sus flamantes ochentaypico años, todavía recuerda alguna de las letras de aquellas canciones. Por ejemplo:«Soy la chica afortunada que reparte el IDEAL, el periódico de Granada de mayor utilidad, trae noticias de todas las provincias, las letras y las ciencias, la paz el Vietnam». Entonces, recuerda ahora, llegaba el estribillo y la chiquillería coreaba a todo pulmón: «El IDEAL, comprarlo sin demora, a la primera hora, información tendrá».
Eran otros tiempos, «el IDEAL estaba en todas nuestras casas», explica María Luisa. Y Paqui, su vecina, reconfirma. «Así es. De hecho, todavía seguimos siendo suscriptoras». Cierto es que ahora muchos llevan el IDEAL en el bolsillo, dentro de su teléfono móvil, pero es maravilloso conocer a María Luisa y a Paqui, suscriptoras, lectoras y escritoras de numerosas Cartas al Director de IDEAL a través de todos estos años, y que compartan sus recuerdos, testimonios, memorias y material fotográfico con quien se apreste a escucharlas.
Como cuando se plantan, en compañía de otra vecina de toda la vida, María Teresa, en la esquina de la calle Alhamar con la calle Pintor Zuloaga para desempolvar el viejo álbum de fotografías en blanco y negro, protegidas por una capa de papel traslúcido que, al levantarla, muestra las fotos de las presentes junto a la pandilla de chiquillos de la época y, justo detrás, las mismas casas que aún quedan de la época. En este caso, las más altas de varias alturas. Sorprende, además, que todo el suelo está cubierto de nieve, algo que ya raramente ocurre en la ciudad de Granada.
«Todo esto no existía», explican mientras con el brazo apuntan a las filas de bloques que jalonan la calle Alhamar. «En esta misma esquina, por ejemplo, estaba el cine Albéniz, y ahora es el edificio Albéniz». Ellas son testigos de la lenta y paulatina, pero inexorable e imparable, desaparición del barrio de Fígares tal y como fue concebido, diseñado y construido por el arquitecto al que debe su nombre.
El arquitecto en cuestión es Matías Fernández Fígares, y el barrio empezó a construirse en 1925 y fue, hasta la década de 1970 en que empezó su paulatino desmantelamiento, un excelente prototipo de núcleo urbano sencillo, con un grato y armonioso equilibrio entre sus elegantes casas de dos pisos de altura a lo sumo y pequeños jardincillos dispuestos simétricamente a ambos lados de cada puerta de entrada.
Era realmente cautivador, en su sencillez, el panorama del amable, alegre y entonces tranquilo barrio, cuando su aire aún no estaba pestilente de escapes ni herido de estrépitos insoportables de una atosigante circulación. Era una de las zonas de más alta calidad urbana de la ciudad, recuerda el otrora Cronista Oficial de la Ciudad de Granada, Juan Bustos.
«Aquí fue exactamente donde empezaron a meter la pata». Con precisión quirúrgica, María Luisa señala de forma acusatoria un bloque en la esquina de la calle Alhamar con la calle Mulhacén. «Aquí estaba la primera casita que echaron abajo y donde levantaron el primer edificio. A partir de aquí, ya nadie lo puro parar y hemos llegado a la actual situación, donde tenemos localizadas una docena de viviendas de la época. Solamente quedan éstas, de todas las que hubo, repartidas entre las calles a los lados de Alhamar, unas con nombres cristianos –Conde de Cifuentes, Marqués de Mondéjar–, otras al otro lado con denominaciones árabes –Azhuma, Mulhacén–.
Así es. El derribo este comienzo del año de la última vivienda de esta clase ubicada en la calle Alhamar ha llamado la atención de vecinos y amantes de esa Granada querida que desaparece y se han preguntado si no habría que proteger las viviendas que quedan en pie. También recuerdan el palacete ubicado al fondo de la calle Alhamar, junto al Camino de Ronda, que pereció con nocturnidad bajo los golpes de la piqueta ante el escarnio y horror de todo un barrio y casi toda una ciudad.
Por eso, esta docena de viviendas de unifamiliares, de una altura, escoltados por gigantes de hormigón, son en este momento un recuerdo vivo, una memoria que no cesa que busca ser protegida. Se pueden disfrutar en las pequeñas calles paralelas a la calle Alhamar, como por ejemplo, Marqués de Mondéjar, Martín Bohórquez, Marqués de los Vélez, Azhuma o Mulhacén, con sus azulejos originales que indican el número de portal, sus puertas de madera con diseños de ensueño, las escaleras que dan a la calle, tan características y todos sus pequeños detalles que las hacen hoy por hoy ser auténticas, muestra viva de lo que fue y quiso ser Granada. Son las últimas joyas ocultas del barrio de Fígares, una docena de casas originales del antiguo urbanismo de principiosdel siglo XX que sobreviven con un futuro más que incierto entre bloques de viviendas modernas.
Quedan los recuerdos, las fotos antiguas en un álbum guardado entre paños bordados, unas moreras que siguen en pie porque María Luisa las luchó con un concejal andalucista del primer ayuntamiento democrático. Hay naranjos en las puertas y los olores de los jazmines, galanes de noche, celestinas, dompedros o sidonías japonesas que embrujaban un barrio de Fígares del que pronto solo quedarán, precisamente, estos recuerdos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Amanda Martínez | Granada, Amanda Martínez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.