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«Se ha ido con unas ganas enormes de disfrutar de la vida, de su familia y sus amigos», dice Alfonso, hijo de Pako. Siempre ... con k porque era como a él le gustaba. Se emociona cuando recuerda todos los mensajes que él, sus hermanos y su madre han recibido desde que su padre falleció la semana pasada. «Eso nos reconforta», dice. También les transmite calma y les hace seguir adelante. Paco sufrió un infarto frente a la basílica de la Virgen de las Angustias el pasado septiembre, durante la ofrenda floral. Vanesa y Lydia, médicos que se encontraban en el lugar aquel 15 de septiembre, lo reanimaron durante diez minutos y le salvaron la vida. «Eso nos ha permitido disfrutar de él unos meses más», añade Alfonso, que vio a su padre cumplir los 78 años.
Vanesa y Lydia se suman al cariño que la familia ha recibido estos últimos días, aunque el contacto también se ha mantenido durante estos últimos meses. Las mujeres se convirtieron en los ángeles de la guarda de Pako. El hombre se ganó a cada uno de los sanitarios que lo atendieron durante su ingreso en el Virgen de las Nieves. «Estaba muy mimado», reconoce su hijo. Su humor, su carácter, su alegría y su sonrisa son parte de sus huellas en la tierra, pero también el amor por su esposa Inés.
Recuerdan su gran pasión por la Semana Santa, los toros y el Rocío y por la feria de Sevilla, a la que acudía periódicamente desde hacía más de 50 años. Compartía cada uno de estos momentos con entusiasmo con sus amigos, sus nietos y, por supuesto, con su esposa. «La amistad era algo sagrado para él, vivía con intensidad», expresan, al tiempo que tratan de asimilar su marcha. Pero la vida de Pako no se entiende sin su gran vinculación a la hermandad del Rocío y sin su devoción por la Virgen de las Angustias, a quien agradeció junto a su mujer su supervivencia tras lo ocurrido durante la ofrenda floral. «Fue un milagro», admite Inés. Este milagro lo recibieron todos a su alrededor como un regalo, un regalo en forma de tiempo que les ha hecho sentirse verdaderamente afortunados y por el que que han compartido su chispa.
Sus nietos sonríen al recordar sus anécdotas y no olvidan tampoco cada uno de los consejos que les dio. «Quería que estudiásemos para tener un futuro mejor», cuentan. Ellos mismos fueron los encargados de escribir unas acogedoras palabras que leyeron con afecto durante su funeral. Permanece con ellos la imagen intacta de su abuelo en cada una de las procesiones que compartieron y los encuentros de estas últimas navidades, días que vivieron con fervor en familia. Aunque Pako ya no siga con ellos, saben que nunca los abandonará.
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