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La ciudad llora la pérdida del artista granadino Miguel Rodríguez-Acosta (1927), una figura clave y brillante para entender la cultura. El pintor, ilustrador y grabador iba a cumplir 98 años este 2025. Su formación artística se vincula a las personalidades de su tío, el ... pintor José María Rodríguez-Acosta, y de Joaquín Valverde. Sin embargo, el artista, que encontró su vocación a muy temprana edad y dibujó desde los cinco años, se procuró su propio camino con obras «vanguardistas, modernas y exquisitas», especialmente en la disciplina artística del grabado. Supo reconocer el talento ajeno en la ciudad como mecenas cultural y fue presidente de la Fundación Rodríguez Acosta durante 70 años. Además, junto a sus familiares, trató de impulsar la industrialización de la capital a través del Banco de Granada, que comenzó a funcionar en 1964 y se desbarató durante la crisis del petróleo en los setenta.
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Su trayectoria da cuenta de su enorme talento. Desde muy joven, a partir de 1940, Miguel Rodríguez-Acosta Carlström asistió a clases en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Granada y en 1950 se matriculó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando (Madrid), donde obtuvo el título del profesor. Alternó su faceta artística con la docencia y la presidencia, desde 1953, de la fundación. Fue también subdirector del Museo de Arte Moderno de Madrid. Durante la segunda mitad de la década de 1970 completó su formación como grabador en la Fundación Maeght (Saint-Paul-de-Vence, Francia) y recibió el Premio del Círculo de Bellas Artes del XXII Salón del Grabado y de la Estampación (1978). Como ilustrador destacan la carpeta de grabados para los Sonetos del amor oscuro de García Lorca y las colaboraciones realizadas con la revista malagueña Litoral (1988-1989).
Su obra recibió dos segundas medallas en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de 1954 y 1957 y una primera medalla en la de 1960.
En este período comienza su participación en numerosas exposiciones, teniendo lugar en la Casa de los Tiros de Granada su primera exposición colectiva, a la que le seguirá una individual en 1959, aunque ya de adolescente había participado y destacado en exposiciones colectivas. Entre las retrospectivas sobre su obra realizadas en las últimas décadas cabe señalar Pasos en el jardín (Centro Cultural Conde-Duque, Madrid, 2002) y la más reciente, Arrayán y silencio (2011) en el crucero del Hospital Real, sede del Rectorado de la Universidad de Granada.
En 1986 fue nombrado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y, en 1991, de la Academia Europea de las Ciencias, las Artes y las Letras. Otras distinciones reseñables que obtuvo son la Gran Cruz de Isabel la Católica (2001), el nombramiento de Hijo Predilecto de la Provincia por la Diputación de Granada (2011) y la Medalla de Andalucía (2013).
Su actividad creadora pasa también por la obra gráfica, llegando a crear un taller de grabado en Granada al que, por su modernidad y prestigio, atrajo desde sus comienzos a numerosos artistas españoles y extranjeros. Rodríguez-Acosta, nacido en el seno de una familia dedicada a los negocios bancarios, gozó toda su vida de una desahogada posición económica que le permitió dedicarse a la pintura con autonomía, produciendo unas obras que, a caballo entre el modernismo y el simbolismo, obtuvieron importantes premios en exposiciones nacionales e internacionales. Usó también su influencia para ayudar a otros compañeros de pasión. «El mundo del arte es complicado», decía.
Sus seres queridos lo despidieron ayer en una misa funeral que tuvo lugar en el cementerio de SanJosé a las 19.00 horas. Más de un centenar de granadinos acudieron al velatorio a expresar sus condolencias a los familiares. Fueron recibidos por José María Rodríguez-Acosta, uno de los hijos del fallecido.
Sus amigos lo definen como una persona elegante, humilde. empática y con sentido del humor. Su pérdida deja un vacío en muchas generaciones que pudieron prosperar con el apoyo de este humanista. «Es curioso como él no coge el camino de su tío, era vanguardista y moderno en el grabado. Una persona elegante en todos los sentidos de la vida, cariñoso, brillante en la conversación. Tenía una cabeza fantástica. Era un hombre muy divertido y preocupado por los demás. Comprensivo con los creadores. Tenía una sensibilidad artística tremenda, imprescindible para la cultura», recuerda José Sánchez Montes, director, guionista y productor granadino.
«Como persona hay que destacar su trato amable y cercano, así como su gran sentido de humor, pero sobre todo su exquisita educación. Era un señor, un caballero. La vida cultural de Granada no se puede entender sin la figura de Don Miguel», valora Íñigo Entrala, actual presidente de la fundación.
Para el ilusionista granadino, MagoMigue, Miguel Rodríguez-Acosta es el artista y mecenas más importante del siglo XX en Andalucía y Granada. Pintor extraordinario, galante y con una sensibilidad envidiable con la cultura». «Es un placer haber sido amigo suyo y trabajar con él en algunos proyectos. Con su ayuda pude poner en marcha el Hocus Pocus en Granada. Me dijo que la magia y el ilusionismo debían estar en ciudad», relata el artista. «Es de los últimos 'gentelman'. Una persona fantástica. Granada debe reconocer su figura. Miguel creía en la magia y no perdía nunca la fe», sentencia.
Juan García Montero coincidió con él durante su etapa como concejal de Cultura. «Tuvimos 14 años de relación. Era una persona comprometida y el mejor embajador de la ciudad. Se implicó mucho por el desarrollo cultural, por la creación y la expansión artística. Su pérdida es muy sentida en mi casa», concluye.
El historiador Manuel Titos valora la generosidad del genio «más innovador de la Granada de la posguerra». «Miguel puso a mi disposición el archivo familiar de la banca que ha arrojado luz sobre la historia de la ciudad. Más de 800 libros de contabilidad y 300 cajas de documentación. Era un auténtico placer trabajar con él», explica el catedrático, quien valora también su papel como empresario.
Por último, José Morenodávila, exdirector general de IDEAL y presidente del consejo asesor, califica al notable pintor como un ser «entrañable, afable, querido y versátil» que supo explotar tanto su propio talento como el ajeno. Morenodávila, aunque no sea su vertiente más laureada, reconoce su etapa empresarial y su empeño por industrializar Granada.
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