Sábado, 4 de septiembre 2021, 00:09
Julia entra tímida al pabellón de Fermasa. Allí se encuentra una mujer con un chaleco reflectante que le llama a lo lejos haciendo gestos con el brazo. «Es por ahí», le indica con amabilidad mientras al otro lado de la estancia un chaval se abanica ... con su propia mano para aliviarse el mareo. Está algo pálido. Y su madre, medio preocupada, consulta a la enfermera, que se dispone a atizarle un buen cañonazo de anticuerpos vía intravenosa.
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Es viernes 3, último día de vacunas en Fermasa, pero todo el mundo allí parece ajeno al hecho de que forman parte un poco de la historia del que va a ser el símbolo de la primera campaña de vacunación covid. Son los últimos ciudadanos que se inmunizarán en estas instalaciones de Armilla, por las que han pasado durante siete meses alrededor de 200.000 personas.
A Julia ni le suena que cerrara ya esta sede. Y aunque tiene ya edad de haberse vacunado, lo cierto es que no había podido hacerlo porque se contagió recientemente. En «abril», aclara esta granadina, que reconoce que muchas ganas no tenía de ponerse la vacuna. El motivo era su hijo, que había recibido su primera dosis el día de antes y lo había dejado en la cama con fiebre. «Uf, no me apetece nada ahora tener que pasar por eso, pero en fin, es nuestra responsabilidad», señala justo antes de que llegue su turno.
Le toca el puesto número 3. Allí una joven sanitaria le pregunta por esto y por lo otro. Puro protocolo que ha repetido hasta la infinitud. Pero a pesar de todo lo hace con diligencia y dulzura.
Yolanda Quintero, la referente de vacunas del distrito Granada-Metropolitano, mira reflexiva las líneas de trabajo. Cómo siguen cumpliendo su tarea sin descanso hasta el último momento. «De lo que más orgullosa estoy es del equipo de profesionales que han trabajado aquí día tras día de manera incansable. Ellos han hecho posible que esto salga», cuenta henchida de satisfacción y con la dulce sensación de deber cumplido.
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Un sentimiento que comparte allí con todo el mundo. Hoy es un día grande y por eso ha recibido la visita de los políticos y también de parte del equipo directivo del distrito Granada-Metropolitano. Los corrillos entre ellos van surgiendo casi de manera automática. Repasan entre risas lo que ha sido el anecdotario de todos estos meses. Los momentos buenos, pero sobre todo los malos, que hoy recuerdan con una sonrisa en la cara.
Lo hacen bajo la atenta mirada de Julia, el chaval mareado que ya se sienta o Encarni, quien espera sentada a que pasen los 15 minutos que hay que contar tras el pinchazo. Ellos, Yolanda y todos los demás que se vacunan en el último día de Fermasa, anónimos todos, forman parte ya del que ha sido, quizá, uno de los retos más grandes al que se ha enfrentado el sistema sanitario granadino.
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