
Los últimos vecinos de la Corrala de Santiago
Barrio del Realejo ·
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Barrio del Realejo ·
Tres décadas después de la cesión del singular edificio de la Junta a la UGR, los greñúos que nacieron y crecieron en ella comparten sus recuerdosJavier F. Barrera
Granada
Domingo, 24 de octubre 2021
Paqui fue la última vecina en salir de la Corrala de Santiago justo el minuto antes de que empezaran las obras para convertirla en residencia de profesores invitados de la Universidad de Granada. «El día que me fui era mayo. Como ahora hace treinta años. Ese día me eché a llorar». Pero ahora, se ríe. «Por otro lado decía, 'si la van a poner más guapa de lo que está', 'si la van a poner más guapa de lo que está', me repetía para autoconvencerme».
–¿Y qué le parece ahora la Corrala de Santiago?
–Está preciosa. Preciosa.
La Corrala de Santiago, rescatada por una restauración efectuada por la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, fue cedida a la Universidad de Granada en el año 1991, fecha desde la que viene funcionado como residencia de invitados de esta institución, explica Juan Manuel Barrios Rozúa, profesor de Construcciones Arquitectónicas de la UGR. También alberga en su patio representaciones teatrales, proyecciones, conferencias y hay varias salas de exposiciones. Es un centro cultural dentro del barrio del Realejo.
«Se trata de un singular rescate de uno de los más representativos modelos populares de arquitectura desarrollados en Granada de los siglos XVI y XVII, típico de la zona baja de la ciudad, abandonando la altura –el lugar preferente del emplazamiento musulmán– en favor del llano». La Corrala de Santiago «se dispone en torno a un patio central al cual da acceso desde el exterior un alargado zaguán sobre el cual se alzan pilares de piedra caliza que sustentan tres galerías, de las cuales las dos superiores están rematadas por balaustradas de madera», añade el profesor. Las corralas han venido siendo en Granada una de las formas de vecindad más expandidas hasta los años ochenta. En el Realejo eran, de hecho, la vivienda más habitual, y las había por todos lados. Desde el Corral del Carbón hasta la corrala que actualmente alberga al Centro de Lenguas Modernas de la UGR, llamado Hospital de Santa Cruz, del siglo XVI. Unas corralas que no por conocidas y pobladas han trascendido tanto en las crónicas de la ciudad de Granada, donde las cuevas del Sacromonte o los cármenes del Albaicín se han alzado siempre con el protagonismo principal.
Pero el modo de vida en el Realejo ha sido en buena parte el desarrollado en las corralas. En sus patios, en sus corredores y en una forma de vivir comunitaria y humilde en la que todos se ayudaban y todo se compartía. También recuerdan un pasado que se fue para no volver, pero que en boca de personas como Paqui o Antonia regresan unos minutos para recobrar su brillo de vida.
La Paqui, la última vecina de la Corrala de Santiago, se llama en realidad Paquita Sánchez Fernández. Nacida en Cájar en 1948, tiene 72 años y ya con tres gateaba como podía por el patio de la corrala. «Mis padres vivían entre la corrala y Cájar. Pero con 16 años me quedé aquí definitivamente porque me salió un medionovio en el pueblo. El medionovio era rico, y sus padres no me querían por pobre. Así que a los dos meses le mandé a tomar viento», dice resolutiva Paqui.
En la corrala Paqui ha pasado sus grandes momentos. «De aquí de la Corrala salí de novia en 1975 para casarme en Santo Domingo. Y todos los vecinos iban detrás. Yasí nos fuimos andando hasta la iglesia».
La familia de Paqui era una privilegiada. En la Corrala tenían cuarto de baño. Eran los únicos. «Teníamos un par de viviendas de alquiler. La del baño costaba 150 pesetas. Estaba abajo entrando en el pasillo a mano izquierda. Y otros 150 los dos dormitorios grandes, que estaban separados en el piso tercero». También quedan los recuerdos. «He sido muy feliz porque había mucha unión. Había un vecino que sacaba el televisor al patio y veíamos las corridas de 'el Cordobés' y hacíamos limonada».
Era el padre de Inmaculada Gijón Martín, que en el grupo de Facebook del Realejo contestó a las preguntas de este periódico:«Yo nací ahí, en la Corrala de Santiago, y mis seis hermanos también. Tendría mil cosas que contar pero ahora sólo te cuento un de las mil anécdotas. Mi padre compró una tele cuando yo tenía seis años (y ahora tengo 61), e invitaba a la mitad del barrio a ver los toros o el fútbol, mientras él freía pescado». La organización era sencilla, y cada uno se traía su silla.
30 La Corrala de Santiago, rescatada por una restauración efectuada por la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, fue cedida a la Universidad de Granada en el año 1991, hace ya treinta años, fecha desde la que viene funcionado como residencia de invitados de esta institución. Se trata de un singular rescate de uno de los más representativos modelos populares de arquitectura desarrollados en Granada de los siglos XVI y XVII.
Marina Gijón López lo corrobora:«Tu padre, mi tío, fue el alma de esa corrala». YCarmen Gutiérrez Laborda añade:«Yo era de las que me llevaba la silla. Antonio era un ser maravilloso. Tengo tan buenos recuerdos de él y de Pepa, su mujer, las mejores personas que han pasado por mi vida». Como se aprecia con estos comentarios, la vida en la Corrala de Santiago era de buena vecindad sobre todas las cosas.
Paqui vivió cuarenta años en la Corrala. Cuando llegó el momento de irse, contestó que no se iba hasta que comenzaran las obras. Así que se tiró cinco años viviendo sola en la Corrala de Santiago. «Cuando ya vinieron a decir que las obras empezaban la semana siguiente, me fui. El arquitecto, aparejador o lo que sea de la Corrala me quería dar cien pesetas para que me fuera antes. Le respondí que las cien pesetas me las gastaba en pipas».
Tanto le marcó la Corrala de Santiago que del número 9 que marca la entrada vive ahora en el 15. «Y también es una corrala», comparte sus recuerdos. Como el de Antonia, que tras vivir en Almanjáyar ayudada por la ONGAlfa ha pasado ahora a una residencia en El Padul. Con sus más de noventa años, Antonia es greñúa y vivía en la Corrala de Santiago. Antonia empezó a trabajar con nueve años y se fregó todos los suelos de Granada. Ha cuidado a todos sus hermanos, que ya han fallecido, y sigue soltera. Es un amor. Rosa, la hija de Paqui, se ha maravillado al saber que sigue viva:«Me dejaba entrar en su cuarto de la corrala y podía oler sus perfumes. Yme daba café que mi madre no me dejaba», recuerda.
Juan de Dios del Castillo nació en la Corrala de Santiago en 1950. «Estoy orgulloso de la Corrala de Santiago de mi infancia». Ahora recuerda que vivía entre corredores jugando al pilla-pilla, «y comiendo las gachas que preparaba la Josefa, la del practicante». Abunda asimismo en el espíritu fraternal. «Se vivía en familia».
Paqui entra en la Corrala de Santiago. «Le llamo mi casa. Cuando el Día de la Cruz y le dan los premios me digo que hemos vuelto a ganar». Se acerca, en el patio, a la puerta que daba a la cocina de su casa. Yse puede decir que huele todavía el aceite caliente para freír roscos.
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Lucía Palacios | Madrid
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