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Francisco Álvarez-Cascos pasea por Ribadesella junto a María Porto, su tercera mujer. Con ella mantiene varios negocios dentro del comercio de arte y la promoción. :: NEL ACEBAL
El 'general' en la reserva: Álvarez-Cascos
SOCIEDAD

El 'general' en la reserva: Álvarez-Cascos

Álvarez-Cascos vuelve a la batalla. Rompe su silencio tras pasar los últimos años entre el negocio del arte y la pesca del salmón.

FRANCISCO APAOLAZA

Domingo, 18 de abril 2010, 04:25

Francisco Álvarez-Cascos habla y sube el pan. Habla de una «marea creciente» de ciudadanos que le piden que vuelva, como se lo reclaman los aficionados a los toreros que se retiran. También habla de «la camarilla policial» de Rubalcaba y de una supuesta fabrica de pruebas falsas para relacionarlo con la trama Gürtel. Acaba de reaparecer en escena el 'General Secretario' del PP de Aznar. El hombre estricto, el del 'Prestige' y las tres bodas, el ministro de Fomento, el mismo al que la oposición bautizó como 'el doberman', el amigo del 'gurtelizado' Luis Bárcenas. Su caso tiene algo de 'guadiana político', después de que en 2004 saliese del Ejecutivo. ¿Qué ha sido de él desde entonces?

En la reserva en la que vive el 'general' -dicen que no por mucho tiempo- hay una curiosa mezcla de obras de arte y salmones. Las primeras vinieron con su tercera esposa, María Porto, ex directora de la galería de arte Malborough. Los segundos son de siempre. Nacido en 1947, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, asturiano hasta los tuétanos aunque viva en Madrid, pasó dos años en los que no pudo trabajar en nada vinculado al Ministerio de Fomento, refugiado en una suculenta vanguardia cultural. Aunque se sigue considerando un 'amateur', lo de los cuadros le viene de largo. Ya con sus primeros sueldos -comenzó como concejal sin retribuciones en Gijón a finales de los 70- adquirió una obra del decano de los pintores asturianos, Antonio Suárez. Ahora presiden su lujoso piso de Madrid grabados de Antonio López, Chillida o Genovés.

En 2006 volvió a ponerse el casco. Creó una empresa inmobiliaria, filial de la que había montado con su esposa para comerciar con arte. Dicen que la crisis dejó tocada la compañía. Álvarez-Cascos, además, preside una promotora de infraestructuras, también dentro de su negocio familiar, que asesora a importantes constructoras, ayuda a buscar financiación para grandes obras y sondea nuevos mercados. Desde hace año y medio se ha diversificado al asumir la presidencia de una firma mexicana de informática.

El hombre de la 'vieja guardia' del PP junto a Trillo, Lucas, Rato y compañía no suelta el ordenador. Después de la ducha y el café, sus dos imperdonables, se va derecho a su portátil, donde se informa de las últimas noticias y contesta los mensajes. Eso sucede a diario sobre las siete y media de la mañana, si no antes, y la escena se repite bien entrada la noche. Cascos admite que su cabeza rinde mejor en la soledad de la madrugada de su casa. Los que han trabajado con él aseguran que no tiene límite y que si alguien cae en su equipo sabrá pronto que el día tiene 24 horas. Eso no es de ahora: en su etapa como político era conocido por los periodistas por inaugurar autovías antes de que hubieran puesto las calles. Para los suyos, a las ocho de la mañana ya está sonando el teléfono, aunque los domingos les da cuartelillo por ser un día festivo: las nueve y media.

Viajes nocturnos, campañas maratonianas por pueblos recónditos, visitas sorpresa a obras... Las costumbres espartanas -en contraste con su fama de 'bon vivant'- le valieron el mote de 'General Secretario' en lugar de secretario general (del PP). Esa fama nunca le pesó. Se la toma tan bien que guarda en su despacho una viñeta publicada en 'ABC' donde le llaman «el sereno», por abrir y cerrar el Ministerio. El peso de ese cartel es, a su juicio, «halagador».

Los que tienen que madrugar con él no lo definen como un mal jefe. Duro sí, pero no malo. Dicen que siempre apoya a sus empleados, aunque cuando hay un error, tiembla el Ministerio. «Si te cae una bronca te enteras», dice un antiguo compañero y amigo. Es duro, un carácter que se refleja en una de sus coletillas preferidas: «No te equivoques». Él no la reconoce; prefiere otras frases, como ésa de que «cada camino tiene su destino», que se puede traducir, en su caso, por «nada ocurre por casualidad».

Es lógico que un hombre que mantiene a raya al universo que le rodea -incluyéndole a él- no cambie de gustos. Los suyos eran y siguen siendo, la pesca y los amigos, entre ellos sus inseparables Pelayo Roces (diputado popular) e Isidro Fernández Rozada (parlamentario autonómico).

Cada cual tiene su momento. El suyo es el amanecer en un río salmonero asturiano. No sucede todos los días, solamente cuando se puede escapar a su tierra. Allí, el centro de reuniones de su cuadrilla de pescadores -en la que figuraban el doctor Fernández-Vega o Manuel Fraga- es el hotel-restaurante Casa Julián, un refugio colgado sobre el río Cares que regentan amigos suyos. La mujer del propietario es Rosa Domínguez de Posada, alcaldesa popular de Peñamellera Alta y una de las personas que están detrás de Cascos2011.com, donde se pide su regreso.

Adora la pesca sin remilgos, ya sea en los cotos o 'a la media hora', los turnos que establecen los pescadores ribereños en tramos abiertos. Cuentan que siempre por sorteo, como todo hijo de vecino. Entre los aficionados tiene fama de ser un pescador respetado. Y mantiene regularmente algunas escaramuzas con las instituciones a raíz de la política de protección del salmón, que critica con contundencia.

Una vida tras el 'campanu'

Lo suyo es perseguir el 'campanu', el primer salmón de la temporada en cada río. Después de años de intentos, tiene dos en su curriculum (uno de ellos, el del Narcea), pero no logra pescar el del Sella. Estuvo a punto, cuando quedó segundo. El primero se lo 'levantó' por dos horas -ironías de la vida- un amigo suyo. Para más 'inri', le apodan 'Campanu' (José Manuel Mori) y además de pescador es gerente del restaurante El Campanu de Ribadesella, uno de los preferidos del ex ministro.

Adora la lubina. Y la caza. «El ministro cazador», le llamaban los periódicos, aunque para él el rifle no es más que un sucedáneo que llevarse al hombro cuando los ríos salmoneros están demasiado lejos. Le gusta el rececho en alta montaña y sus piezas preferidas son el rebeco o la cabra hispánica, nunca la caza menor.

No todo es naturaleza, balas y cañas. También hay amor. Álvarez-Cascos no vadea este río e intenta mantener su intimidad. Y es que el tipo duro de la política con cierto aire de boxeador mantiene un cierto magnetismo para las mujeres. Ha tenido, al menos, tres esposas, quizás su dato biográfico más conocido entre los españoles. El hombre recto más mentado por sus amoríos. Paradojas.

Sirva a modo de resumen que su primera mujer fue la asturiana Elisa Fernández Escandón, con la que tuvo cuatro hijos. La segunda, la del papel 'couché', fue Gemma Ruiz, militante de Nuevas Generaciones -más tarde participante de 'Mira quién baila'-, con 27 años menos que él y con la que tuvo dos hijos. Y la actual, María Porto.

De ellas no habla, sí de sus otras aficiones, muy distintas. Dos intelectuales: su gusto por la lectura (ahora está con 'Aurora Boreal', de Åsa Larsson) y su pasión por Gaspar Melchor de Jovellanos. Hay otra menos elevada, pero que quizás sea la más importante de la reserva del 'general': pasear en bici con sus hijos y retarles, sin excesivo esfuerzo, en partidillos de fútbol.

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