
FERMÍN ANGUITA
Lunes, 7 de junio 2010, 04:44
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Lucía el sol en domingo de Corpus haciendo honor a la tradición, y también poniéndoselo muy complicado a los que ayer acudieron a participar en la procesión eucarística, pues la temperatura fue difícil de soportar. A pesar de todo, varios cientos de personas se sumaron a la larga hilera de fieles, representantes de hermandades de penitencia y gloria, portadores, niños vestidos de primera comunión y músicos que daban escolta humana y tradicional al Santísimo presente en la sencilla custodia que pisó las calles de Motril.
Ésta lo hizo sobre las también sencillas pero preciosas andas procesionales que realizase el artista Manuel González Ligero, andas en las que se presenta a Jesús sacramentado con el ornato de los cuatro candeleros de la parroquia de la Encarnación -de indudable interés histórico- y el discreto exorno blanco sobre el que brotaban espigas y uvas.
Tuvo que redoblarse la hermandad sacramental del Santo Sepulcro y nuestra señora de los Dolores, a cuyo amparo se organiza la procesión del corpus motrileño; y fue así porque la tarde antes la cofradía tuvo que dejarlo todo listo y simultanearlo con un evento extraordinario con motivo del setenta y cinco aniversario fundacional: El concierto de música sacra con carácter benéfico celebrado en la misma iglesia mayor, protagonizado por una imponente coral Armiz.
Costaleros
Más aún, la cofradía asumió ayer también la siempre compleja cuestión de los portadores del Santísimo, siendo los costaleros de la hermandad los que por primera vez y de manera organizada pusieron sobre sus hombros el trono del Corpus.
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En la calle, y al tiempo que los cohetes y truenos anunciaban la salida de la custodia, esperaba el público bajo un sol de justicia y un recorrido en el que los altares y otros elementos eucarísticos iban a dar forma a la jornada. El primero, a las puertas del Ayuntamiento, extendía un manto de romero, olivo y claveles en forma de alfombra y realizado por la hermandad de la Borriquita.
Más adelante, en la fachada sur esperaba con sus brazos abiertos (vestido de rojo y oro) el Dulce Nombre en un altar sobre el que se desplegaban colgaduras desde los balcones.
En las mismas puertas del templo de la Victoria todo un apoteosis de enseres, cera y flores para presentar una de las imágenes marianas más características que existen en este templo. A medio recorrido, y en la esquina de Catalanes con la plaza de Díaz Moreu, la hermandad de la Divina Pastora se sumaba a la celebración con un increíble montaje que cobijaba a otro niño Jesús, realizado por Zúñiga y abrigado por numerosos elementos ornamentales, incluido un arco sobre pilastras proveniente de la iglesia de Capuchinos. Finalmente, en la plaza de Canalejas volvía a sorprender el instalado por la cofradía del Santo Sepulcro, el altar más eucarístico de todos.
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