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En familia. Sandro Rosell, flanqueado por su padre Jaume y por su mujer, Marta Pineda, en el momento de depositar su voto. :: A. OLIVÉ/EFE
El socio 12.556
FÚTBOL

El socio 12.556

Atleta aficionado, experto en marketing, hijo de un fundador de Convergencia e irresistible en las distancias cortas. Sandro Rosell llega a la presidencia del Barça

PÍO GARCÍA

Martes, 15 de junio 2010, 03:27

Sandro Rosell i Feliu (Barcelona, 1964) solía invitar a todos sus compañeros de clase a las fiestas de cumpleaños. Hijo de un ingeniero catalán -militante antifranquista, ex gerente del Barça y fundador de Convergencia Democrática- y de una emigrante argentina, el joven Sandro estudió en la escuela Costa i Llobera, un centro privado de ideología progresista, antes de acabar la educación secundaria en los Escolapios y en las Teresianas. De formas agradables, poco dado al exabrupto verbal, Sandro Rosell siempre tuvo facilidad para llevarse bien con la gente. Pero un día, en vísperas de una de aquellas fiestas multitudinarias con las que solía celebrar su cumpleaños, se le acercó un compañero en el patio y le anunció, muy seriamente, que no iba a aceptar su invitación. Sandro, sorprendido, le preguntó por qué. Su respuesta, aguda como un cuchillo, se le quedó clavada para siempre: «Pues muy fácil -le dijo-. Porque no soy amigo tuyo». Años después, en su libro 'Bienvenido al mundo real', Rosell confesaba que aquel compañero le había dado una lección fundamental: «Seguro que él no imagina lo mucho que me ayudó en mi vida posterior al decirme eso. Comprendí que uno no puede ser amigo de todo el mundo».

Quizá recordara aquella anécdota el 2 de junio de 2005, cuando Sandro Rosell convocaba una rueda de prensa para anunciar su dimisión como vicepresidente del Barça. Había llegado al club dos años antes, como miembro prominente de la candidatura de Joan Laporta, pero su relación personal con el líder apenas tardó unos meses en hacerse añicos. Unos aluden a la envidia de Joan por los contactos internacionales de Sandro; otros hablan de un choque brutal de dos egos muy inflados... Poco importa ya la razón de aquel divorcio: el 1 de julio, Alexandre Rosell i Feliu se convertirá en el presidente número 39 del FC Barcelona, con un enorme respaldo electoral (el 61,3%). En su campaña, Rosell ha insistido en presentarse como «el socio 12.556», cifra que no sólo indica su pedigrí azulgrana, sino que apunta al deseo de apartarse de la gestión personalista de Joan Laporta.

Rechazado por el Barça

Sandro se sentará la temporada que viene en el butacón principal del palco del Camp Nou, pero él, en realidad, querría estar en otro lado. Querría bajar al vestuario, oler a linimento, enfundarse una camiseta y formar en la delantera de su equipo. Lo intentó cuando era un crío, aunque su padre, Jaume, entonces gerente del club, no quiso que su hijo disfrutara de prebendas: como cualquier otro muchacho, Sandro tuvo que recortar una papeleta que se publicaba con el diario 'Dicen', rellenarla y remitirla a la entidad azulgrana. Lo citaron para una prueba, lo vieron... y lo rechazaron. Sandro acabó su vida futbolística en esforzados equipos regionales: L'Hospitalet, Sant Andreu, Esplugues, Sants, Seu d'Urgell... Entonces le llamaban 'La flecha', por la velocidad con la que corría por la banda, aunque Rosell tuvo que asumir que el dios del fútbol no le había dotado con el talento de sus venerados Rexach o Asensi. Lo suyo era otra cosa.

Para descubrir su vocación real, primero debió desechar el camino fácil. Su padre, que bajó a la gran ciudad para doctorarse en Ingeniería Industrial, había levantado en Barcelona una empresa de instalaciones eléctricas, pero Sandro renunció a seguir su senda. Él tenía otro sueño. Quería convertirse en arquitecto. Finalmente, y no sin muchas dudas, decidió matricularse en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE). Para apagar su sed de arquitectura, también se apuntó a un curso de diseño industrial, aunque pronto lo abandonó. En la ESADE comenzó a descubrir una disciplina nueva, que llegaba con ganas de comerse el mundo: el marketing. Y entonces apareció en su vida Albert Agustí, que dirigía el departamento de exportación de la perfumería Myrurgia.

«Buscábamos un chaval joven, que fuera muy comercial y que supiera inglés», recuerda Agustí, hoy presidente del Real Club de Tenis Barcelona. «Y cuando vimos a Sandro, no lo pensamos más. En cuanto lo conoces, te enamora». Por encima de su preparación o de sus habilidades, Albert Agustí destaca «el carisma natural, nada artificioso», de Sandro Rosell. «Destila credibilidad», resume su antiguo jefe.

Entre perfumes y viajes templó Sandro Rosell sus primeras armas profesionales, como encargado de la firma Myrurgia para Oriente Medio. Pero su buena estrella brilló de nuevo en 1987, cuando Albert Agustí lo reclamó para integrarse en el Comité Organizador Olímpico de Barcelona 92. «Al principio tuvo sus dudas, porque le acababan de promocionar, pero Sandro aceptó porque aquello le permitía unir sus dos pasiones: el marketing y el deporte», admite Agustí. Rosell, quien se confiesa un seguidor apasionado de todas las disciplinas («menos del críquet», suele puntualizar), se integró en el Departamento de Patrocinio Deportivo y disfrutó a fondo aquella experiencia irrepetible.

Cuando se apagó la llama olímpica, Sandro se despidió de su amigo Albert Agustí e ingresó en una compañía enorme, Nike, a la que ayudó a desembarcar en un mundo hasta entonces desconocido para la firma americana: el fútbol. El portugués Luis Figo aún recuerda con una sonrisa cómo Rosell, hombre de acción, le redactó su contrato con Nike en pleno vuelo, tras disputar un partido con su selección y sobre una bolsita de papel. «Sí, así, espontáneo -le aplaudía Figo-. Nada de oficinas. Me gusta haberlo firmado en una bolsa de potar». Rosell todavía guarda en su casa aquel insólito contrato. «Eso es importante, cuando puedes cerrar algo, lo cierras», reconoce el nuevo presidente azulgrana. «Como sea y sobre lo que sea», remacha.

Casado con Marta Pineda, también formada en la ESADE, y padre de dos hijas, ama el atletismo y siempre saca tiempo para correr una hora al día. Le gusta mucho visitar a su amigo Andreu, ganadero y ex compañero de la mili, en Alás, un pueblecito de la Seu d'Urgell. Quizá a partir de ahora pueda frecuentarle menos. Sandro, que vive en el barrio de Les Corts, tiene por delante un papelón. «Lo veo cansado, feliz...y acojonado», bromea su amigo Agustí. «Sabe que le ha caído de golpe una responsabilidad enorme. El Barça tiene una dimensión espectacular».

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