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Anna Molinari, en el centro, explota el color en sus modelos.
Anna Molinari: Reina de las rosas
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Anna Molinari: Reina de las rosas

Dueña de Blumarine, ha forjado una exitosa carrera pese a las tragedias familiares. Un elefante aplastó a su marido y ha tenido sus más y sus menos con su padre y su hija

LUIS GÓMEZ

Domingo, 19 de septiembre 2010, 04:34

Hay a quienes el destino parece ponerles a prueba en cada momento. Sin embargo, Anna Molinari, la diseñadora italiana que se ha ganado la confianza de un montón de estrellas con sus ceñidísimos vestidos rematados de 'prints' animales, es como un junco. No hay quien doble a esta italiana de Capri, a la que el difunto Moschino definió como la 'reina de las rosas' por su querencia a inundar sus modelos de coloridos estampados florales. De no haberse dedicado a la moda, le habría gustado triunfar como escritora. Y suele contar que la novela que piensa escribir algún día arrancará con la frase 'No existe una rosa sin espinas'.

Quizá esto explique su coraje para afrontar las tragedias familiares que jalonan una exitosa vida profesional, que arrancó ganándose la ira de su progenitor. Como les sucede a tantos padres, el de Anna soñaba con que su ojito derecho se encargase de la empresa de punto que él había fundado. Anna vestía a sus muñecas con los retales que su madre, Odette, le traía de la fábrica, pero no estaba por la labor de seguir el trabajo que habían iniciado otros; por mucho que se tratara de su padre.

Desde niña sintió la necesidad de crear algo que fuera «mío». Por eso, en 1977 lanzó Blumarine, la compañía que le ha hecho rica y famosa. «Mi padre me dijo 'vale, adelante. En vista de que eres tan valiente y presuntuosa, creyendo que lo puedes hacer tú solita, no te voy a dar ni un céntimo'».

Intuyó a partir de este momento que la vida no sería precisamente un camino de rosas. Durante un tiempo estuvieron sin dirigirse la palabra. A la impulsora del 'tie-dye' (el efecto degradado que reproduce la decoloración de la lejía) le flaquearon por primera vez las fuerzas. Pero la reconciliación fue de lo más «emotiva».

Rodeada de famosas

Anna descubrió un día un álbum en el que su padre guardaba recortes de artículos de prensa «en los que se hablaba de mí» y del éxito de Blumarine. El cariño paternal «me llevó a centrarme todavía más en mi trabajo y en los valores y la ética que habían regido toda su carrera», en la que sobresale un nombre: Gianpaolo Tarabini.

Cuando Anna conoció a este conde, supo que había encontrado al hombre de su vida, pese a que «éramos como la noche y el día». «Si Blumarine ha tenido éxito fue porque Gianpaolo siempre estuvo a mi lado. Nos casamos a los 18 años y lo compartimos todo. Fue y será el amor de mi vida», confiesa. El aristócrata era todo lo contrario a ella: un hombre «muy previsor» y con un talento extraordinario «para la planificación». Entre ellos siempre hubo un «'feeling' extraordinario», hasta que, hace cuatro años, les separó la muerte. Un elefante aplastó a su marido durante un safari en Zimbabwe.

Pero las desgracias nunca llegan solas. Tras el fallecimiento de Gianpaolo, su hija Rossella se desvinculó del negocio familiar y abandonó la dirección creativa de la línea bautizada con el nombre de su madre. La chavala también quiso volar sola. «Prefiero no hablar de las decisiones personales de mi hija», asegura Anna, que exalta la unión del clan para justificar su éxito empresarial. «Las diferentes personalidades y puntos de vista han posibilitado un diálogo constructivo que nos ha hecho evolucionar como firma», sostiene.

Sin embargo, son muchas las diferencias que separan a madre e hija. A Rossella Tarabini no le interesan nada las celebrities. «Que un desfile esté mejor valorado porque Sharon Stone se siente en el 'front-row' no es serio». Anna es distinta. Tanto con Blumarine como con Blugirl, su línea más accesible, disfruta rodeándose de famosas como Eva Longoria, Eva Mendes, Ashley Tisdale, la 'gossip girl' Leighton Meester... Molinari nunca traiciona su estilo. No lo hizo en los noventa, cuando se llevaba el minimalismo, ni piensa hacerlo ahora. «En la actual coyuntura es fundamental permanecer fiel a los valores que tu marca representa y la hacen reconocible». Cultiva una seducción basada en cortes espectaculares, a veces rozando incluso la provocación, y un estilo descaradamente irónico. Anna es muy lista.

Lo demostró de pequeña, cuando dejaba que su hermana gemela se presentase por ella en los exámenes del colegio -«era muy buena en todo»-, y lo hace ahora al emplear la moda para influir en «el estilo de vida y moral de la gente», pero también para echar una mano a los más necesitados. Católica practicante, no entiende el éxito si no es utilizado «para ayudar a los demás». Colabora en numerosas causas benéficas -ha gastado una fortuna en modernizar el hospital de Capri- y admite que le queda un sueño por cumplir: escribir un libro sobre su vida y la aventura de Blumarine, en la que no faltarán las rosas y, tampoco, las espinas.

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