

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
ANDRÉS CÁRDENAS acardenas@ideal.es
Viernes, 14 de septiembre 2012, 04:24
En la noche del 23 de agosto de 1936 Rosario Torres, esposa del notario Antonio Moreno Sevilla, tuvo pesadillas. Se levantaba a cada momento con un nudo tremendo en el estómago, un nudo de inquietud que incluso le hacía vomitar. Desde hacía casi 20 días, desde que su esposo había sido sacado del domicilio familiar y trasladado a la cárcel de Bujalance, dormía con cuatro de sus siete hijos, los más pequeños, los que más necesitaban consuelo. Una zozobra en forma de tristeza se había adueñado de la casa. Ella trataba de dar ánimo a sus siete hijos haciéndoles pensar que a su padre no le iba a pasar nada, pero ella, en el fondo de su corazón, presentía que le iba a pasar lo peor. Como así fue.
A la mañana siguiente, el día 24, Manolo, uno de los hijos del matrimonio, fue a llevarle el desayuno a su padre a la prisión. Allí le dijeron que lo habían trasladado a Jaén. Algunos miembros de la familia se aferraron a la idea de que el notario aún estaba vivo, «pero la cruda realidad era que mi padre había sido conducido la noche pasada al cementerio del cercano pueblo de Cañete de las Torres, donde lo mataron a hachazos. Allí mismo lo enterraron junto a dos jóvenes sacerdotes. Mi padre tenía 46 años». Así lo cuenta Valeriano Torres, hijo del notario, en su libro 'La guerra civil de un niño de 80 años'.
Antonio Moreno Torres, nacido en la localidad granadina de Chauchina el 30 de diciembre de 1889, será una de los 131 personas asesinadas por los anarquistas y libertarios de la provincia de Córdoba durante la Guerra Civil y que la Iglesia quiere declarar como mártires de la fe. El acto de clausura de la fase diocesana se celebrará el próximo sábado, día 15. Si dicho proceso llega a su fin en Roma, el granadino será el primer notario de la historia de España que acabe siendo beato.
El arresto
El primer destino de Antonio Moreno Torres como notario fue Híjar. Después pasaría por Alhama de Aragón, Padrón, Cuevas de Vera y Bujalance. Precisamente el día en que tomaba posesión de la notaría de esta localidad cordobesa, se proclamaba la República. Cuenta su hijo Valeriano en el citado libro, que la familia llegó a dicho pueblo cordobés en mayo de 1931, a una fonda, hasta que pudieron alquilar una casa. «En 1931 había en Bujalance una palpable y rígida separación de clases sociales y la forma de vestir indicaba a la que pertenecías: blusón y alpargatas eran propios de los asalariados», narra Valeriano.
Antonio Moreno, fiel a sus convicciones religiosas, inculcó a su familia y a sus hijos su fe católica. Tanto es así que en Bujalance era conocido como el 'notario católico'. Ese fue, sin duda, a juzgar por sus hijos, el único motivo por el que sería asesinado.
Los milicianos, según cuenta Valeriano, visitaron tres veces el domicilio familiar para llevarse a su padre. A la tercera fue la vencida. «En los primeros días de agosto se presentó en nuestra casa un grupo de milicianos armados. Uno de ellos mostró una nota a mi padre en la que se le ordenaba que, con todo respeto y consideración, lo ingresaran en la cárcel de la localidad. Esta vez no se pudo hacer nada».
Y es que el notario granadino había sido destinado a un pueblo donde las corrientes libertarias estaban muy fuertemente implantadas. En el primer tercio de siglo Bujalance había destacado por su gran capacidad de organización del movimiento obrero campesino con enraizadas ideas anarcosindicalistas. Este municipio llegó a ser uno de los bastiones anarquistas de la provincia de Córdoba durante la II República y uno de los más importantes de Andalucía, siendo conocido como 'la meca del anarquismo'. En Bujalance la mitad de la población se encontraba por entonces afiliada a la CNT (unas 4.000 personas). Por ello, durante el periodo republicano se convirtió en una de las zonas con mayor conflictividad social de la campiña cordobesa.
Y en ese contexto, para empezar, lo tenía mal un hombre de arraigadas convicciones religiosas como el notario granadino. Antonio Moreno lo sabía, por eso no quería saber nada de política, se limitó simplemente a ejercer su oficio, sin olvidar asistir todos los domingos a misa. «Fue un profesional honesto, competente y cumplidor, en una época y en unos pueblos modestos, en que no era fácil ni cómodo el trabajo notarial», dice Vicente Moreno Torres, notario jubilado e hijo del próximo beato.
Ejecución
La ejecución en esos días de agosto del notario granadino junto con casi un centenar de personas de derechas, caciques, religiosos y burgueses de Bujalance, se debió, según cuenta Luis Miguel Sánchez Tostado en su ensayo sobre los hermanos Rodríguez Muñoz, los Jubiles -que eran los que mandaban las centurias anarquistas de Bujalance- como una represalia por las matanzas masivas de campesinos ordenadas por el general Queipo de Llano en Puente Genil y Baena. «Pero mi padre no era rico, ni teníamos tierras ni posesiones. Lo único que nos dejó en herencia era una lista con la gente que nos debía dinero de la notaría. Lo mataron simplemente porque era muy católico», dice Vicente Moreno, que ha agradecido a la Diócesis de Córdoba que su padre haya sido incluido como mártir de la fe en dicha provincia. «No puede figurarse la alegría de los familiares si viésemos a nuestro padre beato antes de abandonar este mundo», ha escrito Vicente Moreno al obispo de Córdoba.
«Cuando murió mi padre no había disposición alguna sobre sus bienes, pues no tenía nada que dejarnos. Eso es lo que yo creía, pero no era así como comprobé en su esquela: 'dejando a sus hijos como herencia su digna y cristiana vida'», escribe Valeriano.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.