Viernes, 23 de agosto 2019, 01:52
Verano de 1985. ¿Quién dijo que había que ser rico para pasar un verano en la playa? Todo era cuestión de echarle imaginación y, sobre todo, olvidarse de los grandes carteles publicitarios, las agencias de viajes, los vuelos chárter, los chalés y las grandes piscinas de los hoteles de lujo.
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Se puede viajar con la casa a cuestas y plantarse en primerísima línea de playa y no vamos a hablar de campings. Era más original. Veraneo en el 'Pelaíllo', en la playa de Poniente de Motril, donde pasar todo el verano tostándose al sol sin necesidad de bronceadores con olor a zanahoria.
Por cuatro mil pesetas, el precio de ocupar el terreno durante dos meses y medio, el Ayuntamiento permitía construir una chocita de seis metros cuadrados con la arena como suelo. Estaban fabricadas con cañizos y chapas de madera y, vale que no eran excesivamente cómodas, pero contaban con la ventaja de tener el agua azul ante los ojos. Además algunos de sus inquilinos se llevaban sus pájaros y plantas, amén de mesillas de noche, despertadores, cortinas y camas y la casita quedaba muy coqueta.
De la construcción de la vivienda se encargaban los mismos dueños que contrataban a carpinteros para las tareas más complicadas. Cuando terminaba el verano, se desmontaban y hasta el año siguiente. Además de las habitaciones, las casitas tenían comedor y cocina y un pequeño cuarto de aseo con un retrete montado sobre un cubo enterrado en la arena. No la tuvieron siempre, pero acabaron por conseguir que el Ayuntamiento del diera agua corriente, aunque no luz eléctrica.
Las casas, una a continuación de otra, formaban una hilera de chalés a modo de una urbanización. El Ayuntamiento pedía que, cada cinco casetas, se dejara un pasillo en prevención de posibles incendios. Sus ocupantes eran casi una gran familia que, verano tras verano, volvían a su casa caracol.
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De la playa de Poniente, se marcharon a la zona del campo de golf de Playa Granada. Pero aquel turismo casero de chambao, acabó por desaparecer, y no solo por los problemas de salubridad, los bloques de apartamentos acabaron con los chambaos, que al final nos volvemos muy cómodos y, el que quisiera acampar, tenía al camping.
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