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Botellas, plásticos y cristales acumulados en las ruinas donde se jóvenes hacen botellón. J. E. C.

Suciedad en Granada

La Vega de Granada, vertedero de alcohol

Cientos de jóvenes usan una casa en ruinas, cerca de la autovía, para hacer botellón. Latas, botellas y cristales rotos se acumulan sin remedio y los vecinos lamentan que no escuchen sus quejas

Miércoles, 27 de marzo 2024, 21:47

Los gigantescos ojos de Federico García Lorca asoman por los matorrales. El grafiti, en el muro que rodea el parque del poeta, destaca por el carril bici, junto a la autovía. A su lado, en las columnas que sostienen las paredes, hay huecos, pequeñas madrigueras de piedra donde varias personas duermen a diario. «Se van temprano y vienen tarde, no se dejan ver», advierte Juan Carlos, que pasea por aquí a diario. Hay comida, colchones y ropa. Más adelante, en otra intersección, una montaña de botellas de plástico y cristal rebosa como una caries en una dentadura rota.

«Qué vergüenza –dice Juan Carlos–. Son los del botellón, esos sí que son un problema y no los pobres que duermen ahí... Pero esto –señala la basura acumulada– no es nada comparado con la casa. Sí, la casa abandonada. Cruza la carretera, sigue el Callejón de los Nogales y la verás».

Exterior del Parque García Lorca. Huecos donde duermen personas. Restos de botellones acumulados en los muros. J. E. C.
Imagen principal - Exterior del Parque García Lorca. Huecos donde duermen personas. Restos de botellones acumulados en los muros.
Imagen secundaria 1 - Exterior del Parque García Lorca. Huecos donde duermen personas. Restos de botellones acumulados en los muros.
Imagen secundaria 2 - Exterior del Parque García Lorca. Huecos donde duermen personas. Restos de botellones acumulados en los muros.

El Callejón de los Nogales es una vereda que parte de la rotonda de Neptuno, antes de la salida de Motril. Nada más pisar la tierra, llama la atención un vaso de plástico lleno con un ron que nadie bebió, abandonado sobre un murete y rodeado de un hermoso campo de flores amarillas. A unos diez metros, un camino de tierra se adentra en la Vega, paralelo a la autovía. Poco a poco, el rastro del botellón aparece como miguitas de pan en un cuento de hadas: una bolsa de pipas por aquí, una botella de ginebra por allá, alguna lata... Todas llevan a la casa abandonada: cuatro muros rotos y pintarrajeados que perfilan lo que en otra vida fueron habitaciones. Espacios que hoy son, a todas luces, un vertedero de alcohol.

El rastro de plásticos y botellas lleva a la casa en ruinas.
Imagen principal - El rastro de plásticos y botellas lleva a la casa en ruinas.
Imagen secundaria 1 - El rastro de plásticos y botellas lleva a la casa en ruinas.
Imagen secundaria 2 - El rastro de plásticos y botellas lleva a la casa en ruinas.

Hay basura por todas partes, en cada esquina. Casi se pueden distinguir los grupos de personas que hicieron botellón en la casa: los de las latas de cerveza; los del ron con coca cola; los del tinto de verano; los de la ginebra y las patatas... Hay, incluso, un 'cuarto de baño' con pañuelos y restos biológicos. Pero nada comparado con lo que guarda el interior de una vieja construcción, una suerte de bancal de cemento en el que, al parecer, tiran –acumulan– la basura para que no esté tan a la vista. De hecho, nada de lo que hay en esta casa se ve desde la carretera. Y menos por la noche.

Botellas, plásticos y cristales acumulados en las ruinas donde jóvenes hacen botellón. J. E. C.
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Imagen secundaria 1 - Botellas, plásticos y cristales acumulados en las ruinas donde jóvenes hacen botellón.
Imagen secundaria 2 - Botellas, plásticos y cristales acumulados en las ruinas donde jóvenes hacen botellón.

«Los fuegos sí se ven», dice José Ramón, uno de los vecinos que vive en esta zona de la Vega. «Hacen hogueras de vez en cuando y son un peligro. El otro día quemaron la esquina de aquella casa... Otras veces entran y nos roban madera. Llamamos a la policía, claro, pero no nos hacen caso. Nos dicen que no hay suficientes agentes y cuando se pasan ya no hay nadie».

José Ramón asegura que el fin de semana pasado, el primero de la Semana Santa, hubo una gran concentración. «Por lo menos setenta chavales. ¿Y has visto los cristales por el suelo? ¡Son un peligro para los perros! ¿Y las meadas en las puertas? ¿Sabes lo que es asomarte y ver en la calle (el Callejón de los Nogales) una ristra de sinvergüenzas meando?».

«Has visto los cristales por el suelo? ¡Son un peligro para los perros!»

Rosa (nombre ficticio) no sabe qué hacer. «Por la noche son sombras y no ves ninguna cara, pero son muchos. ¿Y si les da por venir a mi casa? La policía no hace nada porque esto no es el centro de Granada. Como aquí se molesta a menos gente, pues nada, convertimos la Vega en un estercolero. ¿No era esta generación la que cuidaba el medio ambiente, la que reciclaba? ¿No les da vergüenza todas esas botellas?».

Miguel, 78 años, sale a andar todas las mañanas por aquí. «Hay días que esto está repleto de botellas. Pero suelen limpiar por el camino y se queda bien. Distinto es por ahí, que supongo que no se meten», dice, refiriéndose a la casa abandonada. Al parecer, según cuentan otros vecinos, los jóvenes también se reparten por los caminos para hacer botellón, no solo en las ruinas. «Cuando hace buen tiempo, hay grupos por todas partes. Aquí están tranquilos y nadie les dice nada», afirman.

Los ojos de Federico, en los muros del Parque García Lorca. J. E. C.

Ricardo y Mari Carmen suelen ver el ir y venir de los jóvenes por el Callejón de los Nogales. «Hacen botellón y luego se van a seguir la fiesta», cuentan. «Algunos se llevan la basura y la tiran en otra parte, antes de irse a la discoteca o donde sea». Tal vez, si el grafiti de García Lorca hablase, nos pudiera contar quién arroja las botellas en los huecos del parque.

IDEAL preguntó al Ayuntamiento por las quejas de los vecinos, pero no obtuvo respuesta.

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