Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hubo un tiempo en esta ciudad de mis entretelas en el que salir con la mujer y los niños a comer a una venta los domingos era el premio más preciado de toda la semana de trabajo. Recuerdo a mi padre dirigirse a mi madre ... el sábado y decirle: «¡María, mañana no guisas, que nos vamos a una venta!». Eso para una ama de casa que durante toda la semana preparaba desayunos, comidas, meriendas y cenas era un regalo considerable. Así que a eso de las doce, con el coche recién lavado y con la ropa de los domingos, la comitiva se dirigía a la venta o ventorrillo elegido para la ocasión a degustar las delicias de una carta corta, pero muy especializada. En verano aparecíamos en Los Pinillos de la carretera de la Sierra, porque mientras nos bañábamos en el río nos preparaban un arroz con carne insuperable y, para ir abriendo boca, algún plato de morcilla, otro de asadura y el melón de postre enfriándose en la orilla, atado con una cuerda para que no se lo llevara la corriente.
En invierno, siempre que hiciera sol, subíamos a Las Perdices, por encima de Las Conejeras, frente a la pista donde la Jefatura Provincial de Tráfico nos examinaba del carnet de conducir, y allí, en unas cuatro mesas de madera con sus correspondientes sillas de tijera, familias que ya éramos asiduos domingueros entablábamos amistad para siempre, mientras aguardábamos a que nos trajeran aquella sartén de rabo largo en la que humeaba su insuperable arroz campero, o aquellas papas fritas a lo pobre con pimientos y dos huevos por cabeza, sin que faltara durante la espera un buen tazón de aceitunas 'aliñás' de sabor insuperable con sus ajos y su tomillo correspondiente.
Las ventas y ventorrillos de Granada también se clasificaban por sus platos destacados, a base de buen género y mejor preparación. La Venta Zurita, o La Cueva reinaban con luz propia en todo lo referente al cerdo y sus derivados. Ese queso de cerdo o esa salchicha blanca que solo se encontraban en nuestra tierra eran reclamos más que suficientes para atraer a una distinguida clientela. En La Mosca el choto con ajos alcanzaba cotas solo aptas para paladares finos. En La Pulga el bacalao emborrizado, 'bocatto di cardinale', y frito en La Paguana, al inicio de la avenida Cervantes, en Casa Gregorio junto a los Escolapios, y en Marinetto saliendo para Málaga. Mención aparte merecía el pollo frito con ajos, plato en el que rivalizaban muchas de nuestras ventas y ventorrillo, entre otros, el propio y casi centenario Ventorrillo, cercano al Palacio de Congresos, y entonces, en la esquina del Callejón del Ángel, tirando para Torremocha, frente a la tapia que cercaba la huerta de las escuelas pías.
Hoy en día, pese a que muchas de nuestras ventas o ventorrillos han desaparecido, algunos han conseguido adaptarse y progresar, convirtiéndose en restaurantes muy acreditados por su cocina y buen servicio. En estos tiempos de tanta bulla recuerdo, bajando a la playa, paradas obligatorias en la Venta Natalio para degustar un buen bocadillo de lomo, en la fuente de los caños de Dúrcal, para refrescarnos, o en la venta de Las Angustias, frente al desvío de Lanjarón. El progreso y las autovías han borrado del mapa algunas de nuestras ventas más preciadas, aunque otras han tenido la visión del traslado y la continuidad en el tiempo, camufladas de restaurantes a pie de carretera.
Antes de que vinieran las discotecas a trastocarlo todo, el mundo de la noche tuvo en las ventas de Granada un caldo de cultivo con todos sus pros y todas sus contras. En la venta El Álamo de Haza Grande se podía escuchar el mejor flamenco de la época, en la voz, el baile y el toque de artistas que después tuvieron un lugar destacado en el escalafón, tal y como ocurrió también en la venta de El Loro, tirando para La Golilla y San Miguel Alto. Los Claveles, en la carretera de Jaén, contaba algunas noches con cuartito de los cabales, donde señoritos de postín asalariaban a los artistas para amenizar la velada en la que se celebraba un trato de tierras o ganado.
También existieron otras ventas y ventorrillos donde la juerga, las meretrices y la delincuencia convivían a veces de forma poco pacífica y rara era la noche en la que el exceso de alcohol y las deudas pendientes de juego no gastaban una mala pasada. No hay que olvidar que, estando prohibido el juego en aquellos años, estos establecimientos contaban con habitáculos donde pasar desapercibidos a los ojos de la autoridad. Otras ventas han entrado en la historia por razones bien distintas y desgraciadas. La venta de La Lata en el Barranco del Abogado fue protagonista de los sucesos que llevaron a la muerte a los Hermanos Quero, uno de los episodios más tristes y oscuros de nuestra posguerra.
Así que podemos asegurar, sin equivocarnos, que las ventas han sido testigos de nuestra historia y han participado durante muchos años de la evolución de nuestra sociedad. Comenzaron como lugares al paso para ofrecer viandas caseras a los viajeros, prosiguieron albergando actividades diversas para un pueblo en constante evolución y ebullición y han ido desapareciendo fagocitadas por el desarrollo y la modernidad, aunque algunas se siguen resistiendo con orgullo y valor de lo que fueron en otros tiempos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
España vuelve a tener un Mundial de fútbol que será el torneo más global de la historia
Isaac Asenjo y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.