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Santiago y Manolo se cruzan con Trini en la plaza de Federico Mayo, en el Zaidín: «Esta mujer lleva toda la vida viviendo en el barrio. Seguro que conoce la calle», comentan. Están intentando localizar el rincón que aparece en una antigua fotografía donde se ve una calle completamente embarrada y una pancarta que, de esquina a esquina, proclama: «No al barro». «Esto ha cambiado mucho», observan. Y es cierto. Resulta difícil reconocer en la actualidad el lugar que muestra esa imagen en escala de grises.
El padre de Manolo trabajó en el asfaltado de aquellas calles en los años ochenta. Era el encargado de la cuadrilla que extendió el alquitrán en las calles del 'Viejo Zaidín', cerca de la plaza de Federico Mayo, justo donde ahora conversan. «En la calle Xauén había un charco de agua tremendo...», recuerdan los vecinos. «Venía Cecilio, un amigo de mi padre que se había ido a vivir al Albaicín, y le decíamos: «Cecilio, ¿dónde te has ido?, ¡qué tienes que coger el telesilla para llegar a tu casa!». Y él contestaba: «Y para venir aquí, ¡hace falta una barca!»».
Hace ahora 70 años, en 1955, se entregaron las viviendas de la segunda fase del barrio del Generalísimo. En aquel entonces, el Zaidín estaba dividido en dos: una parte pertenecía a Armilla y la otra a la capital. Doscientas cincuenta y seis de estas casas se encontraban en el término municipal del pueblo vecino. El capricho de la cartografía hizo que, en una misma casa, una familia durmiera en Granada y se duchara en Armilla. No fue hasta 1985 cuando se desplazó la línea divisoria hasta el río Monachil, situando el barrio completo en la capital.
A comienzos de los años ochenta, en el Zaidín vivían unas 75.000 personas, y pocas fotografías de la época muestran calles sin socavones o enormes charcos que las volvían intransitables cuando llovía. «Todo era barro, porque más allá del río solo había Vega», explica Pilar, vecina del barrio. «Nos acostumbramos, pero lo que peor llevábamos era no tener luz». «En la avenida de Dílar había socavones de medio metro», recuerda Antonio Ruiz, presidente de la Asociación de Vecinos Zaidín-Vergeles.
Los dos recuerdan el autobús amarillo con el que se acercaban a 'Graná'. En el barrio lo llamaban «la rubia», un coche Chrysler inglés de madera con una docena de plazas. El periódico publicaba continuamente noticias sobre sus vuelcos y las peripecias del pobre autobús enfrentándose a los traicioneros socavones.
Esta situación no solo afectaba a las vías menos accesibles; cruzar la avenida de Dílar o la entonces avenida 18 de Julio (hoy de Pablo Picasso) se volvía una aventura, ya que, cuando caían cuatro gotas, se convertían en auténticos pantanos. «El paisaje urbano en época de lluvias se asemejaba al de las calles de la famosa película Alaska, tierra de oro», describía un redactor de IDEAL que cubrió las protestas vecinales en 1978.
Entonces, la dignidad era el asfalto, y los zaidineros, cansados, pisaron fuerte, se sacudieron el barro y llenaron sus calles de carteles de protesta para exigir lo que sus vecinos del centro de Granada ya tenían: calles dignas. «Yo no estaba en la asociación, pero me consta la lucha de los vecinos contra el barro. La asociación impulsó las protestas, el asfaltado de calles e incluso la construcción de este centro cívico», explica Antonio Ruiz.
La asociación, fundada en 1973, contaba diez años después con 1.500 socios y era la más fuerte de Granada. El sindicalista Daniel Maldonado la presidía y fue uno de los pocos espontáneos que se lanzó al comprometido ruedo de la reivindicación vecinal. Esto permitió que, aunque no eran los únicos en Granada con este problema, sí fueran de los más reivindicativos. El asfalto era un sueño, y lucharon por él. «¿Es mucho pedir quitar el barro para poder salir?», rezaba una pancarta en la plaza de Federico Mayo. «Autoridades que tanto prometéis, venid a estas calles y de vergüenza en el barrio caeréis», se leía en otra.
No obtuvieron una respuesta rápida. La zona de 'las casillas bajas' permaneció sin asfaltar, sin plazas y sin alumbrado durante algunos años más. En 1984, el Ayuntamiento anunció un plan para pavimentar las zonas de Granada que aún no tenían alquitrán. En el Zaidín solo quedaban algunas calles aisladas de Los Vergeles. La lucha continuaba en otros barrios como Los Pajaritos, Cartuja, La Chana, el barrio de San Francisco o la carretera de la Sierra.
Así, el Zaidín escribió un nuevo capítulo de su historia: la victoria de un barrio sobre el barro.
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Pablo Rodríguez | Granada y Carlos Valdemoros | Granada
Josemi Benítez
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