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Si mañana la Tierra fuera invadida por un germen extraterrestre o la peste volviera a recorrer el planeta, Pedro Morilla (Sevilla, 1972) sufriría un ... déjà vu, esa sensación de «esto ya lo he visto». El exentrenador del Granada Club de Fútbol residía y trabajaba de lo suyo en la megalópolis china de Wuhan cuando estalló con todo su inquietante esplendor la crisis del coronavirus, ahora rebautizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como 'Covid-19' (una denominación que, dicho sea de paso, recuerda al nombre de la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona).
Allí asistió «preocupado», que no asustado, a la clausura por tierra y aire de una urbe de once millones de habitantes que está situada en la zona central del gigante asiático, un acontecimiento de una magnitud desconocida para la humanidad, avisa Morilla. «Me he informado y parece que nunca se había hecho algo así en el mundo. ¿Qué hubiera ocurrido si hubiera pasado en Madrid, que tiene la mitad de población? ¿Qué hubiera pasado en Madrid si nadie pudiera ni entrar ni salir de la ciudad?», se pregunta. La respuesta que surge de inmediato ante esas peliagudas cuestiones no es precisamente tranquilizadora: lo más probable es que el caos se apoderase de capital de España, pero eso es ciencia ficción y lo que cuenta Pedro es 'ciencia realidad'.
Él ha vivido dentro del coronavirus y habla con conocimiento de causa. En Wuhan, asegura, no hubo desórdenes ni anarquía. La gente asumió con resignación y disciplina que estaban en el ojo del huracán, que eran el rompeolas de un tsunami sanitario y social.
De la noche a la mañana, Pedro vio vaciarse las calles de una metrópoli vertical, está plagada de rascacielos que nada tienen que envidiar a los de Nueva York, mientras las mascarillas se convertían en un objeto de primera necesidad y en una obligación. «Impresiona, la verdad», admitía ayer, doce horas después de haberse reencontrado con su mujer y su hijo en Granada, la ciudad en la que reside la familia.
Pedro acababa de cumplir la cuarentena de 14 días ordenada por las autoridades chinas en el Hospital General de la Defensa Gómez Ulla, ubicado en el distrito madrileño de Carabanchel. Fue una de las condiciones que le impusieron para poder volar a casa desde Wuhan (lo hicieron en una aeronave fletada por las autoridades británicas).
A modo de salvoconducto para los desconfiados y los hipocondríacos, los facultativos que les han atendido en el citado centro sanitario han entregado a Pedro y su 20 compañeros de fatigas (todos ellos españoles vecinos de Wuhan) un 'diploma' que acredita que están libres del coronavirus y que nunca lo tuvieron. «Somos las personas más sanas y más controladas del mundo. Nos lo decían los doctores del Gómez Ulla, que se han portado de maravilla con nosotros y son unos magníficos profesionales, y es verdad», explica el exentrenador del Granada.
Lo del control no le dice por decir. Pedro sigue metido en un chat a través del cual informa de su estado de salud al sistema sanitario chino. Él y los demás españoles repatriados de Wuhan tienen un 'gran hermano' en su móvil. «Soy Pedro Morilla y no tengo ningún síntoma de infección», comunica cada 24 horas el director deportivo, ahora en la distancia, del equipo Wuhan Shangwen Three Towns, un vivero de futbolistas que cuenta con una cantera de 700 niños. Por fortuna, ninguno de ellos ha enfermado, indica Pedro.
En este sentido, confiesa estar impactado por la capacidad de respuesta al desafío del gobierno chino. Ha reaccionado con contundencia, reconoce, pero también con eficacia. El coronavirus y la construcción de hospitales se han multiplicado a una velocidad casi pareja. Si el 'Covid-19' corría, las autoridades de Pekín aceleraban para procurar no quedarse atrás. «En nuestra ciudad deportiva, cogieron un edificio y lo han convertido en un sanatorio con mil camas», comenta Pedro sin poder disimular un tono de asombro.
Lo más llamativo es que todas estas transformaciones se han producido en solo unas pocas semanas. El extécnico del Granada, que se instaló en Wuhan en julio del año pasado, tuvo la primera noticia de que estaba ocurriendo algo raro en Nochevieja. Aquella alerta llegó en forma de tuit y se la envió un compatriota. El mensaje, que Pedro guarda en su móvil, hacía referencia a una neumonía atípica que parecía estar extendiéndose por la zona. Pedro se lo tomó con sosiego y buen humor: «Pues habrá que ponerse una mascarilla, ja, ja, ja», contestó a su amigo y la respuesta también sigue 'impresa' en su teléfono. Entonces no podía ni imaginar que había acertado de pleno. Apenas veinte días más tarde, estaban atrapados en la mayor prisión jamás vista con la boca y la nariz tapadas con mascarillas. Las avenidas de Wuhan se quedaron desiertas en cuestión de horas. La población se atrincheró en los rascacielos mientras el coronavirus tomaba la ciudad.
«El 22 de enero, se cerró el tráfico aéreo. Coincidió con las vacaciones por la celebración del año nuevo chino y algunos compañeros habían aprovechado para visitar países vecinos. Se libraron por unas pocas horas del cierre», rememora el expreparador del Granada.
Después llegó la orden de que nadie saliera de casa, el toque de queda. A estas alturas, Wuhan ya era un lugar conocido en todo el mundo. Pedro y los otros veinte españoles pidieron regresar a España. Fueron jornadas tensas. «La incertidumbre era total. Cuando por fin la diplomacia encontró una solución, los expedicionarios seguían sin tenerlas todas consigo. Fueron los peores momentos. Teníamos que pasar los controles y quien tuviera más de 37 grados de temperatura no salía», detalla.
Las cosas fueron bien y volaron en un avión británico hasta el Reino Unido y, desde allí, a Madrid para cumplir con la obligada cuarentena de 14 días. El traslado desde la base aérea de Torrejón de Ardoz hasta el hospital Gómez Ulla fue propio de una película de desastres. «Llevábamos la misma escolta que el autobús del 'Barça' o el Madrid cuando van a jugar una final de la 'Champions'», describe Pedro.
Dos semanas después, el exentrenador del Granada –dirigió al equipo en seis partidos de Primera– abandonaba el centro sanitario con un certificado que dice así: «A petición del arriba expresado (Pedro Morilla) se informa (...) que no ha presentado en ningún momento manifestación clínica de ningún tipo que pudiera relacionarse con la infección por virus n-COV 2019 y ha dado negativo en la prueba de detección viral«.
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