![Hay vida después de Juan](https://s2.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202205/08/media/cortadas/granada-cronica-tito-k08D-U17015441035CKH-1248x770@Ideal.jpg)
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El primero que me habló de él, fue Miguel Ruiz del Castillo, 'Miguelón', al que todos conocíamos por su faceta de poeta, y pocos por su actividad docente como profesor de dibujo en los Escolapios. Estábamos degustando dos chatos de vino, en la taberna El ... Elefante, y me aseguraba que pese a su insultante juventud, Juan Vida poseía un don para el retrato y para la pintura en general. Eran los tiempos en que yo realizaba la crítica de arte para el diario Patria, en camaradería perfecta con Marino Antequera, que la llevaba a cabo en IDEAL. En uno de nuestros paseos habituales, de sala de exposición en exposición, íbamos de la galería Al Ándalus en la calle Varela, donde exponía Pepe Ortuño, a la de la Caja Provincial en la placeta de Mariana Pineda, en la que colgaba sus grabados Yamandú, y Marino me habló de aquella primera muestra del niño Juan Vida, en el Centro Artístico, en la que ya apuntaba maneras, y de qué manera.
Juan cuelga en las nobles paredes del Palacio de los Condes de Gabia, que un día fueron Escuela de Comercio, y hasta conservatorio de música, una muestra en la que nos recibe en silla de ruedas, con la testa vendada al estilo de los últimos de Filipinas, el ceño fruncido, como intentando reconocer a todos los que entramos a ver su obra, con un tigre paciente a los pies, y una cebra a modo de fondo de armario, pero en plena acción creadora, con pincel en la diestra, y paleta en la siniestra. El asunto promete. Que este viejo estudiante de Bellas Artes en Deusto, a la sazón, miembro numerario de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, venga a estas alturas de la película a descubrir las américas en la obra de Juan Vida, está fuera de todo lugar y pretensiones. Vengo a este palacio, con la sana intención de disfrutar de la obra madura de un pintor de la tierra, que ya no necesita que nadie venga a decir lo bueno que es, y mucho menos a descubrirlo. A buenas horas, mangas verdes. Tampoco a hablar de su técnica mixta, ni de sus soportes, ya sean telas, papel o madera. De si esto es acuarela, acrílico, oleo, lápiz o rotulador. O si entre la pintura, el observador descubre trozos de piel, tejido, plumas o vaya usted a saber. Vengo a disfrutar en silencio de una exposición, esmerada y esperada, en la que reconozco amigos comunes como 'Quisquete' o García Montero, y en la que disfruto de poemas en las encaladas paredes, incluidos los del propio pintor.
Cuando el ave majestuosa, de plumaje embadurnado en pintura unicolor, sobrevuela el torso acanalado y dorado, ha de distinguirse entre, plano, fondo, realidad, onírico, tras plano e incluso, recuadro. ¡Viva el sábado noche! Aquí el autor busca la complicidad del observante, metiéndolo de cabeza en su laberinto insinuante, obligándole a una actitud y aptitud de plena vigilia, para no perderse ni una pincelada de lo representado. Absténganse mirones, pasivos, y aquellos de… yo solo pasaba por aquí. Ante la obra de Vida y su entorno, o empatizas con la creación, procurando interpretar al artista, o te ves más perdido que el barco del arroz. Él no te lo da masticado, tu aportación a la obra es imprescindible, si no quieres caer en la frustración de lo inalcanzable.
'Te golpearé sin cólera', de Antonio Muñoz Molina, obligará al que admira, a poner la atención en otro mundo, artístico, sí, pero distinto, del que la muestra es imposible que sea separada, pero lo mismo que en un cuadro se pueden observar diferentes estilos pictóricos de Juan Vida –desde el realismo más puro a la pincelada más suelta y surrealista –esta única exposición forma parte en su conjunto de un todo armónico en el que nada sobra ni falta. Se trata del pintor Juan Vida, solo, y en compañía de otros, descerrajando mil estallidos cromáticos, con un talante de versos amatorios inquebrantables, que pudieron nacer en la Acera del Darro, crecer en Pinos Genil, para no morir eternamente.
Nos encontramos ante una obra plena, de un artista sin ataduras, que cuando quiere es Velázquez, y cuando lo desea, Juan Vida, por eso hay vida, estoy seguro, trascendiendo en el tiempo y en el espacio a través de sus creaciones. Cuando el artista es completo –como es el caso– las barreras técnicas y estilísticas desaparecen, para dar paso a un creador multidisciplinar, capaz de expresarse con cualquier materia, y en cualquier plano. Porque tan Juan Vida es, esa colección de retratos en papel, de trazo suelto y atinado, como el abigarrado Lorca del segundo tramo de escaleras palaciego. Porque también es Juan Vida el tratamiento pictórico de las telas, que van desde los vaqueros de la fémina, a la chaqueta azul del hombre que nos da la espalda, o sus pantalones. Irónica madurez que viene a visitarnos en el último tercio del periplo, otorgándonos el mando en plaza, cuando comenzamos a vivir el presente de recuerdos, y el futuro ya no importa. La obra está hecha, está ahí, admírenla los degustadores de paladar fino, esto es 'made in Granada', y bueno sería, ya va siendo hora, de que alguien ponga lugar y edificio, donde poder admirar de manera permanente, la obra de éste Juan, que es Vida y, lo será por los siglos de los siglos.
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