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l estado de alarma en España por el coronavirus ha cambiado la vida de todos los españoles. ¿Todos? Todos no. La vida de 'El Nano' sigue igual. Juan Manuel es el nombre de pila de este cincuentón –los cumple el mes que viene– enjuto y fibroso. Habla por los codos y sonríe sin parar aunque, de repente, como si un rayo lo acabara de fulminar, su mente desaparece. Él mismo se queda parado. De hecho, todo a su alrededor se detiene y la mirada se le vuelve vidriosa, como si hubiera desaparecido de la escena.
Periodismo y compromiso
Lo que queda es un escenario lisérgico, de Alicia en el País de los Desastres. El protagonista es un viejo cochecito de marca Fiat completamente destrozado, con las lunas semirrotas, con plásticos que lo cubren por el techo y los laterales, las ruedas pinchadas, sucio como él solo. Feo.
Los aparcamientos de la calle Pedro Machuca, en el barrio de Almanjáyar, a cien metros de la Comandancia de la Guardia Civil, están completamente vacíos, lo que 'El Nano' aprovecha para terminar de componer la escena de esta ópera bufa sin la menor gracia.
Porque 'El Nano' vive en ese cochecito bien aparcado pero en tan mal estado. Es ahí donde desde el comienzo del estado de alarma pasa las horas. Sin tele, sin internet, sin móvil, sin familia. Es también una situación tragicómica si no fuera por las puñaladas que 'El Nano' lleva cosidas en su tostada piel de chatarrero, extoxicómano, pendenciero y presidiario. Buscavidas. Pero todo con un encanto inocente que, seguramente, le ha permitido seguir con vida.
'El Nano' cuenta que, fruto de la casualidad, la cuarentena de la crisis del coronavirus le sorprendió tratando de salvaguardar su cochecito, su bien más preciado. Vecino de Almanjáyar, su madre vive apenas dos calles más atrás de Pedro Machuca. Iba a visitarla y aparcó el automóvil. «Era de un amigo mío que se me ha muerto. Yle tengo mucho cariño.De hecho, lo tengo ya casi comprado», dice el chatarrero del cacharro.
Cuando volvió de casa de su madre habían pasado dos cosas. Una nimia y otra que cambiaría la vida de casi cincuenta millones de españoles. Mientras a 'El Nano' le habían robado la batería de su coche, el Gobierno había decretado el estado de alarma para detener los contagios por el coronavirus.
El cabreo de 'El Nano' fue descomunal. No por la declaración del estado de alarma, sino porque ahora no podía arrancar el coche, moverlo de sitio, ni tampoco comprar una batería nueva para solucionar el marrón. Así que 'El Nano', conocedor de cómo se las gastan en su barrio, decidió pasar la cuarentena en su cochecito. Con un par.
La primera idea es pensar que si pasar el aislamiento en casa es duro –todos lo sabemos ya–, recluirse dentro de un coche en mitad de la calle tiene que ser un infierno. Pero no lo es para 'El Nano'. «Si por casas no es», explica su extraño desierto en un aparcamiento de la calle Pedro Machuca.
Entonces te cuenta sin pestañear que puede vivir en casa de su madre, «justo ahí detrás». O en casa de su novia, también en la zona Norte.«Pero no me apetece, porque es otra como yo, que está todo el día 'parriba' y 'pabajo'». También te cuenta que ahora en primavera y para el verano, «para estar más libre», se va a su cabaña, que la tiene construida en el parque de la piscina de Almanjáyar.
«Ser libre», «libertad» son los términos que más repite este 'Nano' mientras barre con un escobón el asfalto de las plazas libres de aparcamiento de la calle Pedro Machuca. «Es que mi padre me envió de chaval hasta Vitoria para ver si me corregía», cuenta para referirse a su adicción a las drogas. Pero como alma sin remedio, terminó en el presidio. La primera vez fue en el de Sevilla.
«Y mi padre no vino a buscarme cuando me soltaron. Así que como quería venir a Granada y no tenía un duro, me vine andando. Tarde cuatro días». Así es 'El Nano', un tipo determinado. Luego ha pasado hasta siete veces más por el talego, pero ya no quiere más, «porque estoy limpio». Sin drogas.
Y vive de la chatarra. «Ayer me fui de bidones por la noche y saqué cobre y utensilios. Los he vendido y me han dado 25 euros. Además, pinté también un portal del barrio, porque sigo haciendo chapuzas».
Mientras cuenta su última noche, termina de limpiar su hogar. Además del coche, está haciendo un jardín en el alcorque del árbol, se ha currado una zona 'chill out' con una tumbona y tiene un parapeto que señala la cocina, con carbón y al aire libre en plan barbacoa, donde se hace su menú diario.
Mientras Granada resiste la cuarentena, la vida de 'El Nano' sigue igual en su coche aparcado en Almanjáyar.
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Álvaro Soto | Madrid y Lidia Carvajal
Cristina Cándido y Álex Sánchez
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