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Andrea G. Parra
Viernes, 25 de octubre 2024, 00:17
Miguel Donaire Arcas-Sariot (Granada, 2008), el granadino que fue admitido en Oxford con solo quince años, está ya en la universidad más antigua del mundo de habla inglesa. El lunes, día 7 de octubre, comenzó sus estudios de Matemática e Informática en una de ... las instituciones académicas y científicas más importantes a nivel internacional. Tiene ya dieciséis años. Fue admitido con quince años, en enero, antes de cumplir los dieciséis en marzo. Según ha informado su madre, María José Arcas-Sariot, es el más pequeño de toda la universidad. Miguel está feliz porque está donde siempre quiso. Se preparó a conciencia para ser seleccionado.
Son pocos días, pero Miguel, como es habitual, echa de menos de su Granada a su familia y amigos. Y como suele ocurrir a muchos, el clima y la comida. En esos dos elementos, no es diferente y está en el mismo club que la mayoría. Aunque en la docencia y alcanzando el éxito de ser admitido en una de las diez mejores universidades del mundo sea de los pocos en alcanzarlo. Y, además con tan pocos años.
En estos primeros días está complacido con toda la gente que está conociendo de muchísimas culturas, ya tiene dos amigos polacos y tres chinos que le llaman «el Dani Olmo de Oxford», porque dicen que se parece al futbolista. Y, por supuesto, con lo que está contento es con la formación académica que está recibiendo. Por eso, cuenta que «lo que más me ilusiona son las clases».
La primera semana ha sido la semana de 'fresher', es decir de novatos. Han estado con charlas informativas sobre cómo funciona la ciudad, la Universidad y su propio college. Porque este centro con tanto prestigio funciona a través de colleges, que son como una residencia al uso pero con tintes académicos ya que conviven con profesores que les brindan tutorías todas las semanas para guiar sus avances. El joven, que ha comenzado la universidad dos años antes de lo habitual, es un apasionado de los problemas matemáticos y de la programación.
Miguel ha tenido la ayuda de una persona de la universidad que le resuelve sus dudas en su adaptación, indicándole desde dónde está la lavandería, la biblioteca, la capilla, el comedor y demás cuestiones de logística y administrativas para ayudarle a instalarse. Está lejos de su tierra granadina y de su familia. Un apunte, aunque lejos, seguro que sigue resolviendo algunas incógnitas matemáticas, aunque sea, ahora, a través de la pantalla, con su hermana, Lucía, como lo ha hecho desde pequeño.
También, como cada nuevo alumno, tiene asignado dos estudiantes de segundo año, uno nacional y otro internacional que le acompañarán durante todo el año. En estos días también ha participado de fiestas y celebraciones para conocer al resto de compañeros.
El joven granadino está llevándolo muy bien los primeros días. Su familia le ha acompañado las primeras jornadas. Superada esta primera semana, comienzan las clases. Miguel entra de lleno en un sistema educativo completamente diferente. Por un lado, tienen las llamadas clases magistrales, que se imparten en los edificios históricos y más antiguos de la ciudad. Luego en el caso de Miguel, que cursará un doble grado, tiene asignados dos tutores, uno de matemáticas y otro de computer science. Esos dos tutores viven en su college y puede dar clases con ellos como y cuando quiera, mínimo una vez a la semana. Son su guía, le ayudan con sus dudas en las clases magistrales y a preparar los exámenes. Están pendientes de él 24 horas al día.
Las fechas de exámenes están señaladas desde comienzo del curso. Las evaluaciones son muy solemnes, de hecho, según les han explicado, se realizan con la vestimenta ordenada por la universidad: traje, toga y birrete. Los exámenes nunca llevan el nombre del alumno, solo un código, los corrigen dos profesores distintos e independientes, en caso de no coincidir con la nota se reúnen para ver qué ha pasado hasta que a los dos, les dé el mismo resultado, según les han comentado. De este modo se evitan «enchufismos» y garantizan la «objetividad» en las calificaciones.
Miguel Donaire, que cursó segundo de bachillerato en el colegio La Presentación en la capital con adaptación curricular, está ya en la ciudad de las agujas góticas, aprendiendo desde el primer día. Su pasión por aprender y encajar todas las piezas, como lo hace a modo de relajación con el cubo de rubik, es lo que mueve a este joven que piensa en números y fórmulas y resuelve con la cabeza de un programador. Suerte.
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