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Sara Bárcena
Viernes, 6 de septiembre 2024, 00:01
Un fatal accidente en una fábrica de pienso cambió radicalmente la vida de Paco Ramírez. Un tornillo sin filaciones le atravesó la pierna derecha. La perdió, se la amputaron, y se quedó en silla de ruedas. Por aquel entonces, este granadino natural de Churriana de ... la Vega tenía solo veinte años. De primeras, las visitas al hospital fueron constantes. De hecho, «no hacía nada más». «Me puse a estudiar, pero no salía, no me movía, no hacía deporte... No me quería relacionar, no asumía que era discapacitado», comparte con IDEAL.
Tras un episodio traumático como pueden ser el diagnóstico de una lesión medular y la pérdida de una extremidad, se da un periodo de adaptación, «de luto». Tampoco nadie le dio a conocer el deporte como una opción desde la silla: «No sabía si me iba a gustar o no». Pero cumplió los veintitrés y decidió reactivarse. Acudió al entonces concejal de Deportes del Ayuntamiento de Churriana de la Vega, quien le abrió la puerta a un abanico de posibilidades.
Paco se lanzó literalmente a la piscina. «Yo había jugado al fútbol toda la vida, pero me metí en el mundo de la natación. También me dio por probar suerte en el equipo de baloncesto», recuerda. Al principio no le hacía mucha gracia, pero el ejercicio físico fue recobrando protagonismo en la rutina de este churrianero, que ha acabado tirando a canasta a nivel profesional durante cinco años. Aunque cueste creerlo, hay toda una vida sobre ruedas por delante.
Pero en Granada, «no había ninguna opción». Con la intención de llenar esa laguna fundó hace diez años la asociación Integra, a través de la cual ayer acercó el deporte adaptado a otras personas con discapacidad física. Con motivo del Día Mundial del Lesionado Medular, que cada año se conmemora el 5 de septiembre, Paco y sus socios aterrizaron en la explanada del hospital de NeuroTraumatología y Rehabilitacións dispuestos a demostrar que la silla puede ser también una gran aliada.
Baloncesto, tiro con arco, bádminton, ping-pong, eslalon... Toda una gincana deportiva invitaba a moverse en este centro del Virgen de las Nieves. «No meto una, en la silla cuesta un montón», aseguró un chico. «Hay que coordinar. Poquito a poco, es el primer día. Cuando lleves cinco años me dices», le animó Paco. Apareció entonces otro muchacho: «Te devuelvo la silla, que tengo los brazos de lanzar la pelota... Con esto no veas cómo te mueves».
El joven se sostenía sobre dos muletas. También tiene una pierna amputada y está pendiente de que le pongan la prótesis. Ayer, experimentó lo que es jugar a baloncesto sobre ruedas. A pesar del cansancio, lo disfrutó y su intención es visitar pronto la escuela de formación de la asociación en Maracena. «Para esto son buenas estas jornadas, para acercarnos. Las personas con discapacidad física estamos muy disperasas y tenemos prejuicios con el tema de la silla», resaltó el presidente de Integra.
El pádel, el senderismo, el 'handbike', el esquí, son otros deportes que fomenta la asociación y que los propios profesionales del hospital probaron en versión adaptada. En este contexto, la supervisora de Hospitalización de Rehabilitación, Ángela Ríos, insistió en que para los lesionados medulares el deporte es «más importante todavía» porque hay mucha parte de su cuerpo que no se mueve. En cuanto al perfil del paciente, ha ido cambiando con los años. «Antes, era gente joven que había sufrido un accidente;ahora, es un paciente más mayor que tiene otras patologías», apuntó.
La doctora Ríos asocia el cambio del perfil del paciente medio a que la edad de vida es mayor. En esta línea, indicó que antes la paraplejía era más habitual y las lesiones solían ser completas. Actualmente, sin embargo, hay más tetrapléjicos, pero con lesiones incompletas, por lo que «igual pueden mover un poco la cabeza, un brazo o la pierna».
El Servicio de Medicina Física y Rehabilitación, dirigido por Inmaculada García Montes, está integrado por 200 profesionales, de los que 95 están especializados en lesiones medulares. Esta unidad es referente en Andalucía oriental. Ayudan al paciente a verse «capaz de volver a casa». «Les damos permisos de fin de semana para que salgan a restaurantes o a una discoteca los más jóvenes», explicó la jefa.
Después, es el turno del Hospital de Día, cinco horas durante cinco meses;luego, revisiones anuales. Según García, la clave está en la empatía. «Nosotros nos ponemos todos los días en la piel de los pacientes;si no, no haríamos una buena medicina».
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