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Adopción de animales
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Adopción de animales
Vidas de perro con un final feliz en GranadaEl abandono de animales en España aumenta a un ritmo insoportable. En una provincia como Granada en el año 2020 se registró un 30% más de abandonos que en años anteriores. Los perros son un caso especial, sobre todo, si se tiene en cuenta que actualmente hay 282.508 canes registrados en la provincia. Los animalistas y la nueva Ley aprobada para la protección de animales están en el debate ciudadano. Un capítulo muy interesante es el de las personas que se dedican a adoptar perros. Hay tantas razones como canes. Son vidas de perros que gracias a estas personas tienen un final feliz.
Por ejemplo, la historia de Noa, que pone los pelos de punta. La cuenta Loli, que recuerda que fue salvada del interior de un camión de la basura de Inagra cuando no era más que una bolita blanca. «Tuve un perrito durante quince años que se me murió. Llena de tristeza, dije que no quería más perros, hasta que me llamó mi hijo Rafael y me enseñó una foto de Noa. Me la quedé». Loli recomienda por todo ello la adopción de perros. «Jamás compraría un animal pudiendo salvar tantas vidas. Hay muchos animales abandonados. Además de que son más agradecidos. Adoptas un perro de la calle y te da más cariño que nadie», señala.
La historia de Pincho y Paloma tiene también su miga. «Pincho llegó a mi vida en 2019 y fue amistad a primera vista. Después, en 2021 conocí al que es hoy mi marido. Llegó un bebé y luego otro. Llegó una casa y luego otra casa. Viajes y cambios. Pincho ha vivido conmigo esas vueltas. Hemos pasado de estar los dos de bares por Granada a estar en familia. Él lleva desde el principio conmigo, me acompaña, me cuida. Parece que huele la risa y las lágrimas, no he conocido nunca un animal tan empático», explica.
«Ha sido y es el mejor compañero para los giros que te da la vida. No entiendo a las personas que por esos cambios inevitables del día a día abandonan a sus perros, a sus amigos. Rechazan esa empatía, esa eterna fidelidad, ese apoyo. Además ellos se adaptan a esos cambios, el problema es de la adaptación de los dueños. A Pincho no le gustaban los niños, de hecho les sigue gruñendo, pero a los míos los acompaña y los cuida, como a mí», termina.
Toda una vida a palos
Kenny, abreviatura de Kennedy, es un mastín de 12 años y 50 kilos. Un coloso que llegó a la vida de Ana muerto de miedo tras una vida de palos. «Mi situación es especial porque tengo dos gatos, uno bastante malito, y se estresan con cualquier cambio. Introducir a Kenny podía ser un problema. Kenny había sido utilizado para guardar una finca con un maltrato extremo. No se podía hacer nada con él». O sí. «Le dieron a lo sumo un mes de vida y ahora está mejor que yo después de siete meses. Le encanta mucho salir a pasear. Los perros cambian mucho cuando se sienten seguros. Se siente parte de una familia y es cariñoso», apunta. Ana quiere reivindicar los mastines.«La gente cree que son perros de guarda, pero en cuanto han vivido dentro ya no quieren salir. Ellos tienen la mentalidad de manada. Si la gente quiere que les guarden su casa, que se ponga una alarma», remata.
Una camada no deseada
Polar es otro enorme mastín que tienen Helena y Darío. También sufrió malos tratos de por vida. «Estaba abandonada en un camino con dos cachorros por un vertedero de Padul. Helena encontró a Polar en un refugio», cuenta Darío. «Al llegar a casa no podía ni andar y apenas comía. Siempre trataba de estar escondida debajo de algo. Deducimos que estuvo siempre atada y que estaba para criar, porque la veterinaria nos comentó que su estado físico estaba generado por parir camada tras camada sin descanso», detalla.
Polar ahora ya camina perfectamente. Ha dejado de tener miedo. «Socializa muy bien, incluso con pequeños y bebés. De hecho, el instinto de guarda con los niños lo tiene a tope. Y el miedo a palos ya no lo tiene. Tenía miedo al agua, creemos que la castigaban a manguerazos, porque el sonido del agua le aterra, poco a poco ya no le tiene miedo, desde hace solo un mes. Polar ahora es feliz», relata.
«Son mi familia y me hacen compañía». Mikki y Perla son los dos perrillos de Alina, una joven que vino a Granada desde Ucrania y palió su soledad gracias a Mikki. «Me hacía compañía porque ni siquiera sabía español. Dos años más tarde me mudé a Granada, porque estaba en Motril. Y dos años más, cuatro en total, Mikki tenía un novio y tuvo una camada de tres cachorritos. Uno fue para el dueño del perro, del novio, y la otra fue a Sevilla aunque se la quería dar a mi mamá. Y me quedé con Perla. Yo las adoro, son mi familia y mi compañía y mi antiestrés. Eso sí, dan mucho trabajo», cuenta la experiencia de hacerse parte de la camada, uno de los grandes problemas que generan abandonos.
Es lo que hizo Mari Carmen con Eme, que llegó de una camada no deseada. Por eso, razona que «adoptar es una labor social». Así, «Eme era de una camada no deseada. Sus padres convivían juntos, no estaban castrados y tuvieron su desliz, así que había que salvar a los cachorros y me quedé con uno de ellos».
Una historia más. La de Maya y Milika, que enseña cómo adoptar un perro se puede realizar desde muchas opciones y posibilidades. «Maya apareció sola y abandonada en el barrio del Albaicín hace tres años y medio y ahora está entre nuestra casa y otros tres amigos. Esta mezcla de mastina y de galga es una especie de perra compartida y es muy feliz».
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Iker Elduayen y Amaia Oficialdegui
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