![«Vuelvo porque amo ser médico y porque quería devolverle a la sociedad lo que me ha dado»](https://s1.ppllstatics.com/ideal/www/multimedia/202202/05/media/cortadas/medico-kI0C-U160795063404Hf-1248x770@Ideal.jpg)
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José tenía ganas de jubilarse. Tras 35 años era hora de tomarse un descansito merecido. Había estado media vida velando por la salud de sus pacientes allí donde hoy no quiere ir nadie: en la España vacía. Primero fue médico de familia en Pórtugos y ... luego en Lanjarón, hasta que finalmente acabó en la capital, donde echó sus últimos años. Y colgó la bata y el fonendoscopio y se retiró a los cuarteles de invierno. Pero a los dos años se «subía por las paredes», cuenta entre risas, medio nervioso, ahora que Salud ha movilizado a sus reservistas, entre los que se encuentra.
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«Me enteré de que la Junta había sacado una resolución para poder incorporar al servicio activo a médicos jubilados menores de 70 años. Y me apunté sin dudarlo», explica José, de apellido Sorroche, que con 66 años a sus espaldas se presentó como voluntario en esta guerra que se libra contra el virus. En su familia lo llaman loco, pero el amor que siente por su profesión es más grande que el miedo que le tiene al virus. «Es que me lo paso muy bien», resume con sencillez este hombre, que realmente echaba de menos el trato con sus pacientes, ese contacto cercano que convierte a estos profesionales en un miembro de muchas familias.
Pero su decisión ha sido movida también por un segundo motor: «Las ganas de colaborar y de devolverle a la sociedad todo lo que le me ha dado», señala José, que con el mismo impulso ya acudió a la primera llamada que hizo el SAS en los primeros compases de la pandemia. Aquello fue diferente. Sin vacunas y con los centros saturados por la segunda ola, el llamamiento para estos profesionales retirados fue para que arrimaran el hombro en labores eminentemente administrativas: rastreo, comunicación con los familiares de los pacientes que estaban ingresados... «A mí me tocó en el hospital Clínico San Cecilio y allí estuve ocho meses echando una mano con otros compañeros. Hasta que por fin todo mejoró y acabamos el trabajo», recuerda Sorroche.
Pero lo suyo es el contacto directo con los pacientes. Vacunado y en el marco de una sexta ola que ya no parece tan pujante, desde ayer este hombre, con sus 66 primaveras, está pasando consulta en el centro de salud Bola de Oro. Las primeras sensaciones son muy buenas, dice.
Sus compañeros, completamente desbordados, lo recibieron como se recibe a los soldados de reemplazo: con alivio. La atención hoy es distinta a como la recuerda. No en las patologías, que cuenta que no han cambiado, si no más bien en la carga de trabajo. Hay citas presenciales, pero también telefónicas. Algo a lo que tendrá que acostumbrarse. «Estoy hincando codos: un médico nunca deja de estudiar», señala este profesional, ilusionado con su vuelta a los ruedos, donde estará como mínimo un mes. Y después, ya veremos.
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