Zapatos en el balcón
Crónicas granadinas ·
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Crónicas granadinas ·
Esta noche llegan, es lo que espero, los Reyes Magos de Oriente, los pobres, cada día más escuálidos los camellos y rodeados cada vez de menos lealestico Medina
Domingo, 5 de enero 2020, 01:20
Escribo con las ansias de la memoria de lo que hacíamos antes tal noche como la de hoy. Ya sé que son tiempos de 'anticorona' y por eso me acuerdo de lo que decía Winston Churchill: «La Corona ha llegado a ser el lazo misterioso – ... incluso diría el lazo mágico– que une de una manera flexible nuestra íntima comunidad de naciones». Por cierto, vi a Churchill mientras pintaba una acuarela en el yate de Onassis en Motril, donde se detuvo un rato para hacerse con un baúl de quisquillas... Y no es por hablar bien de Granada, que es lo que siempre hago: para hablar mal ya hay otros muchos, tantos que nublan el sol de invierno.
O sea, que esta noche llegan, es lo que espero, los Reyes Magos de Oriente, los pobres, cada día más escuálidos los camellos y rodeados cada vez de menos leales. Es una cuestión del tiempo en que vivimos. Pero a pesar del ciclo antimonárquico que estamos viendo y viviendo, los Magos de Oriente siguen viniendo todos los años por esta fechas, trayendo lo que pueden, lo que les han dejado pasar por las distintas y diversas aduanas que han tenido que cruzar, que no hay mas que asomarse al mapa para asombrarse de la hazaña.
Sigo escribiendo con la fuerza que me da haber conseguido este año, sin merecerlo, por supuesto, (aunque sé muy bien quién me la dio, que esas cosas no se olvidan), además de la Medalla del Trabajo, que no es poco, el título de excelentísimo señor que lleva aparejado. No saben cómo mola, sobre todo para aquel que solo está en los huesos, como es ley de vida.
Bueno, pues que no se olviden, si es que tienen balcón (yo tenía dos, creo, que daban a la 'calle Moraldelamagdalenadoceahítienenustedessucasa, todo junto), de poner, como antaño, los zapatos en la terraza, aunque estén ya como las botas de Carpanta. O como las de Charlot... Yo me retraté un día en Cartagena de Indias, al pie de la muralla, en el monumento extraño dedicado al reportero, que eran solo un par de botas abiertas como bocas con los cordones desanudados.
Ysi no hay zapatos, pues coloquen las zapatillas de andar por casa. O un par de aquellas alpargatas únicas que se hacían en La Zubia, las 'alpargates' decían en mi pueblo, del que me acuerdo más cada día. Y, además, me viene a la memoria el sentimiento de aquel inolvidable día en ese pueblo formidable, donde me hicieron entrega de la Encina de Bronce, galardón que consigo y que he visto que también le acaban de dar hace poco al que fue presidente de Uruguay, don José Mujica, don Pepe, indiscutible líder de América del Sur. Hace unos días, los Magos anticipados me hicieron el regalo de encontrar en las series una entrevista con él, maravillosa, por cierto, en su casa de Montevideo y rodeado de gallinas. Hombre sincero y pobre de solemnidad que vino por este sur nuestro desde el sur del sur de América, sin que quizá le diéramos, al menos por mi parte, demasiada importancia y sobre el que escribí en ABC, cuando él era tupamaro escondido, una crónica titulada 'Un sorbo de mate amargo'. Un gran personaje sin duda de mis mejores tiempos, que los hubo, de reportero enviado especial buscando el resplandor de los mejores de entonces, de los de hoy ya no quedan.
Hablando de zapatos, me acuerdo de unas botas inglesas, las Campbell, que un día perdí en una manifestación en Buenos Aires cerca de la Casa Rosada y que calcinó una bomba rastrera, nunca mejor dicho, porque reptaba como una bicha de fuego por el suelo hasta llegar a tus piernas. No las pude cambiar por otras que tuvieran tanto suelo
También recuerdo la residencia de Los Olivos, donde los presidentes argentinos descansaban –no olvidar que Cristina Fernández de Kirchner, vice del país ahora de nuevo, estuvo en Granada en su día buscando un carmen en el Albaicín cuando había entrado en la soledad– y allí le pregunté al presidente, hay foto, aquello que he contado tantas veces pero que ahora viene a cuento (que no hay más que tomarse el pulso de lo diario): «Señor presidente, están diciendo que en Argentina hay una luz al final del túnel, ¿la hay?».
Y aquel presidente triste, muy triste, tanto como el escritor Sabato (del que escribí 'Sabato de Gloria'), me contestó con su aire de tanguero del viejo almacén:«¿Una luz al final del túnel dice? Mientras no sea un tren que viene de frente». Que me ha servido de mucho el pasado para escribir del presente…
Zapatos, 'alpargates' de cáñamo o de esparto, según los posibles….
Bueno, pues al balcón, la ventana o lo que sea. Incluso a la puerta misma, por ver si algo nos dejan. Que buena falta que nos hace.
Sin olvidar la fuerza, escasa , que me da el haber sido en su día, cosa que cuento todos los años, Rey Baltasar con don Antonio Gallego Morell y don Luis Rosales, cuando luego, al terminar, al descolgarnos la barba de algodón (él, porque yo no la llevaba, que era negro claro), en aquel Alhambra Palace de entonces, le pregunté, mientras me aliviaba el betún falso de mi piel, lo que tantas veces he contado:«¿Le has visto maestro Rosales?»
–«Sí», y no decíamos el nombre. –«¿Dónde lo has visto tú?»
–«En la Gran Vía, desde lo alto de la carroza real».
–«A la altura del Banco de España, ¿no?»
No pronunciamos la palabra mágica: Federico. No hacia falta, pero los dos lo habíamos visto en el mismo sitio y a la misma hora.
Y se nos había ido, bueno, nos lo habían ido como un golpe en el pecho, como u n tiro en la nuca, lo habíamos ido entre todos… Y lo digo y lo vuelvo a escribir después de que se nos haya ido el año García Lorca, que estos días se vuelve a decir que igual se vuelven a buscar sus restos. Federico, siempre Federico, dándole desde mas allá de su muerte vida a Granada…
A mí, antes de poner en el alféizar, ¡qué hermosa la palabra alféizar!, mis zapatos de a diario que tienen ya las suelas rotas, aunque ando buscando que un zapatero de los de zapatería antigua me pongan unas suelas nuevas, con vieja goma de rueda de camión granadino, como aquellas albarcas que yo usaba en mi pueblo, en Píñar, y que me hacía mi primo Miguelín, con el que íbamos a cazar conejo y si había liebre, pues liebre. Dejaban la huella de un coche grande en el suelo de barro y estrellas.
Pero claro que ya me han dejado algo los Reyes: que a Chirino, que es un maestro de periodistas, le han hecho merecidamente jefe de Información de nuestro periódico: IDEAL de Granada.
¡Ay mi Granada!, que es el primer suspiro del año de este viejo cronista que va a por los ochenta y siete.
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