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La victoria ante el Oviedo sirvió para algo más que sumar tres puntos. La afición volvió a disfrutar en Los Cármenes, una sensación completamente olvidada ... en las últimas semanas. Un armisticio obligado para seguir creyendo en el ascenso.
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No las tuvo todas consigo el granadinismo. La lluvia descargó con fuerza durante la previa, una preocupación añadida de cara a la asistencia como ocurrió con el último duelo frente al Racing de Ferrol. Por suerte, el agua paró a tiempo y no deslució el minuto de silencio a Manolo Linares y Nico Hidalgo que promovió la Grada de Animación.
Alrededor de medio centenar de personas honraron su memoria con velas y una pancarta junto a la puerta cero, un bonito homenaje que concluyó con cánticos de «directiva, vete ya». La misma proclama resonó dentro, aunque con menos decibelios. También hubo pitos a los jugadores cuando salieron a calentar y a Fran Escribá tras el anuncio de la megafonía.
Todo parecía conducir a un ambiente hostil hasta que Boyé fusiló a Aarón a los once minutos. La actuación rojiblanca contentó a la parroquia, más centrada por fin en llevar en volandas a los suyos que en castigar sus errores. Ángel Montoro fue testigo desde la grada. También Sophia Yang, que respiraría con alivio. La pipa de la paz sabe a gloria.
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