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Chema Ruiz España
GRANADA
Viernes, 28 de febrero 2020, 02:10
Carlos Neva se coló en la fiesta del ascenso del Granada el día 8 junio del año pasado, en la última convocatoria rojiblanca de la temporada, terminada a efectos prácticos una jornada antes, en Mallorca. Se presentó sobre el césped de Los Cármenes cuando restaba poco más de media hora del intrascendental duelo ante el Alcorcón, en el lugar de Fran Rico, que le debió dar su bendición al abandonar por última vez un terreno de juego. Su estreno en Segunda división, su debut con el primer equipo, fue un regalo adelantado de su vigesimotercer cumpleaños, para el que restaban apenas cuatro días. Ha pasado menos de un año desde entonces, poco tiempo en la carrera de un futbolista que se asoma al mundo profesional, pero suficiente para que el gaditano se asiente en el equipo revelación de Primera división.
El del Puerto de Santa María voló de Segunda B a Primera sin escalas y sin hacer ruido. Convenció a Diego Martínez en pretemporada para ganarse un puesto en el primer equipo, que al poco de que su continuidad fuese confirmada recibió la llegada de Ismail Köybasi, aunque este movimiento dejó a Neva en teoría como cuarto lateral izquierdo. El «hermano» de Soldado, Álex Martínez y Quini le aventajaban y en esta situación comenzó la temporada, aunque la oportunidad se atisbó pronto. Los dos últimos encadenaron lesiones, no tan graves como las que presentan actualmente, lo que precipitó la adaptación del que fuera capitán del Recreativo Granada en su última permanencia.
No hubo tiempo para bautizos; Neva tuvo que hacer la comunión y confirmarse del tirón. Ni siquiera dio lugar a que su familia se desplazase para arroparle en su estreno ante el Barcelona, porque su titularidad «fue sorpresa hasta el final», como indicó en una entrevista a IDEAL. El imponente escenario no le generó más que un ligero cosquilleo, la tensión previa a cualquier encuentro, y respondió como si hubiera crecido jugando en Primera. Fue sólo el principio.
Diego Martínez depositó en él su confianza para cerrar el lateral izquierdo ante la retahíla de bajas del equipo, por encima de Köybasi, y el gaditano no defraudó. Su rendimiento le ha convertido en la personificación de la regularidad, una media de notable en un curso que sólo admite a superdotados del balompié. Sólo el eventual regreso de Quini y las rotaciones durante la alternancia de competiciones de los últimos dos meses le han retirado del césped. Además, con la llegada de Foulquier ha demostrado su capacidad para acoplarse al sistema de tres centrales, en el que actúa como carrilero zurdo y da rienda suelta a su vocación ofensiva, esa que le lleva continuamente a la línea de fondo y que le empuja a buscar en el área una testa aliada, aún sin suerte.
Es actualmente indiscutible en el esquema del técnico vigués, un fijo que en las últimas dos jornadas ha obligado al entrenador rojiblanco a desplazar a Víctor Díaz al centro de la zaga para hacer hueco a Foulquier. Tampoco parece factible en principio que pierda esta condición, debido a las lesiones de larga duración de Álex Martínez y Quini –ya dado de baja–, así como el bajo rendimiento ofrecido hasta la fecha por Köybasi. Acumula en lo que va de curso dieciocho partidos entre Liga y Copa, once menos que los disputados durante toda la pasada campaña en Segunda B, y tiene aún lo que resta de temporada por delante para seguir creciendo, aunque ya no es la sorpresa que, con la ilusión por bandera, se plantó en Los Cármenes dispuesto a frenar a Messi.
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