Alguien pregonó en algún momento que en la vida hay trenes que solo pasan una vez pero que deben pillarle a uno esperando en la estación. Nadie sabría decir qué hacía exactamente Santiago Arias en el área chica de Pacheco por un saque de esquina ... en el minuto 86 del partido contra el Alavés, más allá de intentar marcar a la desesperada como todos sus compañeros, pero este subió a lo que fuese que pasó por allí para dejar los tres puntos en Los Cármenes. Al colombiano se le iluminó la cara y cerró los puños, eufórico tras tantos meses de sufrimiento después de haberse roto el peroné catorce meses atrás, mientras le abrazaban todos sus compañeros, los que estaban jugando y los del banquillo, y el videomarcador le mostraba bailando en una grabación para LaLiga que quizás nunca imaginó que vería la luz.
Que Santiago Arias acudiese a un rechace del poste en el área chica fue lo último que pudo haberle dicho Dani Guindos cuando, en ausencia de Robert Moreno al estar sancionado, dio entrada al cafetero cinco minutos antes. Había ingresado para formar un doble lateral con Quini con tal de amarrar la victoria que pareció escaparse con el desgraciado autogol de Luis Abram. El Granada agotó así su tercera ventana de cambios y tras el empate pareció víctima de la decisión, sin más sustituciones posibles. Sin embargo, el fútbol escribe a veces guiones tan impensables como maravillosos.
Cuando la dirección rojiblanca pidió al Atlético de Madrid la cesión del colombiano tras asumir la venta de Dimitri Foulquier al Valencia en verano, este parecía llamado a hacerse con la titularidad pronto si era capaz de alcanzar rápido un estado de forma óptimo. Robert Moreno se dio prisa para introducirle en sus planes; demasiada, porque sus primeras apariciones en Los Cármenes se saldaron con desastrosas actuaciones ante el Betis y la Real Sociedad. No era ni la sombra del lateral derecho que alguna vez fue, desprovisto de toda la velocidad y potencia que le caracterizaron en sus mejores días, quedando al desnudo sus carencias defensivas. Quini se ganó el puesto y Arias dejó de oler la pelota, pero algo cambió en Tenerife el pasado martes.
Si algo tiene la Copa del Rey es que, al reducirse la exigencia con rivales de inferior categoría en sus primeras rondas, permite el rodaje de futbolistas que no están al ritmo de otros compañeros como para afrontar partidos de Liga. Santiago Arias asomó ante el Laguna, frente a jugadores que no pueden ganarse la vida con el fútbol, como el cañón que se esperaba que volviese a ser como rojiblanco horizontal al desprenderse de él Simeone en la disciplina de las rayas verticales. Con labores eminentemente ofensivas ante los escasos recursos del rival, como tanto le gustaba en la Liga holandesa cuando jugaba para el PSV, el colombiano disfrutó y ya rozó el gol con un tirazo desde fuera del área que acabó en el larguero y que el canterano Adri Butzke empujó para firmarse la segunda diana de su 'hat-trick'.
Quién sabe si fue el karma, en señal de agradecimiento con el chavea, pero en esta ocasión la madera le sonrió a él. Santiago Arias vio el cielo abierto cuando el remate de Luis Abram salió repelido y mandó la pelota a gol para sellar una victoria importantísima para el Granada y para Robert Moreno, que lo viviría todo al borde del infarto desde un palco tintado del estadio. Toda la mala suerte que los rojiblancos tuvieron en los últimos minutos de los partidos durante un tramo importante del curso se tornó esta vez a su favor. Si con algo brindaron tras el encuentro debió de ser con café.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.