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Tuvo que ser con un futbolista menos como el Granada puntuara en Ipurua seis visitas después, con el eximente de la inferioridad numérica esta vez como para pedirle lo que no ha hecho nunca en toda su historia allí, que es ganar. El gol de ... Pablo Insua dejó a medias la faena de Antonio Puertas, convertido en un Grinch exrojiblanco, que trató de amargarle la Navidad a su antigua afición. Ni un cuarto de hora tardó en aplicar la ley del 'ex', agradecido ante un despeje hacia atrás de Brau. En realidad hizo dos goles, ambos anulados por fuera de juego, aunque solo el primero recibió validez tras consulta al VAR. Para el segundo burreó a Luca Zidane como si fuera Ronaldo Nazario, pero no subió al marcador. Igual hasta se alegró.
Tenía que ser precisamente Puertas, que tanto sufrió en Ipurua con el Granada, quien ejerciera de verdugo ante su primer reencuentro con el club de su vida y del que tan dolido salió, pero los astros quisieron que los rojiblancos sacaran un empate cuando menos lo esperaban. El Eibar no permitió una Navidad feliz ni tan siquiera al equipo que dirigía Diego Martínez, con un canónico 3-0 en 2019 justo antes del parón en el camino que terminó con aquel grupo jugando en Europa. Puertas perdió con Insua cuantos lances aéreos mantuvieron, pero luego 'croqueteó' a algunos de sus excompañeros sobre la mismísima línea de fondo incluso. Joseba Etxeberria cometió el pecado de retirarle antes de tiempo.
Con doble lateral en vez de tres centrales, Ricard trató de reivindicarse por delante de Rubén Sánchez. No se entendieron la primera vez que se buscaron, pero sí fueron carburando mejor con el paso de los minutos, y el nuevo extremo de circunstancias brindó de hecho un gol cantado a Myrto Uzuni aún en la primera parte. No atinó el albanés, que podría haber volteado el marcador con algo más de acierto, aunque no sea tanto culpa suya como de la dependencia extrema que le tiene el equipo.
El Granada trató de revertir el maleficio de Ipurua con un exarmero bajo palos, Luca Zidane, que se llevó los aplausos de su antigua afición. Habría que comprobar si Los Cármenes entendería así un cambio a la inversa. Como si un partido de fútbol allí fuera distinto a cualquiera en otro estadio, Brau mandó a la cámara de televisión un primer envío en largo con el que procuraba encontrar a Uzuni. Reinier trataba de enchufarse al duelo a chispazos incluso sin balón, abandonando al albanés en la presión a menudo.
El único que parecía ajeno al mal fario de Ipurua fue Pablo Sáenz, quién sabe si por navarro. El exrecreativista estuvo muy activo desde el principio, con inteligentes intervenciones atrás y destellos arriba, aunque le faltara concreción en el área. Un caño a Corpas, en un tramo durante el que pareció más brasileño que el propio Reinier, le costó un recado del lateral del Eibar luego. Escribá decidió que hiciera las veces de mediapunta con tal de cambiar algo tras la reanudación, pero el resultado seguía inamovible y a la hora decidió sentarle.
Ya se había roto para entonces Matheus Pereira, ese objeto de deseo de Matteo Tognozzi que, quizás nervioso por su presencia, terminó rompiéndose muscularmente antes incluso del descanso. Parecía que la cosa solo podía ir a peor tras la expulsión de Martin Hongla, con una posible lesión de Loïc Williams ya con este sobre el alambre, cuando Pablo Insua se sacó un gol de la manga. Lo que había enfrente no era ya aquel Bayern de Eibar que solía atemorizar al Granada. Como termina pasándole al Grinch, también Puertas terminó ablandándose ante el reencuentro para no chafar la Navidad rojiblanca.
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