
En primavera el tiempo se caracteriza por su inestabilidad. Se alternan días luminosos de sol y temperaturas elevadas con jornadas de tormenta, chubascos y tiempo ... desapacible. El Granada mantiene una trayectoria en la competición semejante. Si ante Oviedo y Almería, dos equipos que le preceden en la clasificación, se resolvieron los enfrentamientos con victorias llenas de suficiencia y competitividad, las últimas tres salidas, ante conjuntos de menor enjundia –Córdoba, Cádiz y Tenerife– han conllevado fracasos rotundos. La afición oscila entre la esperanza en casa y la decepción en las salidas.
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Esa alternativa en los estados de ánimo se refleja también en la confianza ante el dueño del banquillo. Escribá parece acertar en determinadas decisiones y errar en otras casi sin solución de continuidad. Y no solamente por el resultado, sino por la respuesta táctica y sensaciones de su equipo. Ante el Almería recuperó un 1-4-4-2 que, aunque consiguió irse al descanso por delante gracias a un penalti sobre Rebbach –tras gran asistencia de Stoichkov, lo único salvable de la actuación del gaditano–, que transformó con maestría Boyé, mantenía el encuentro en esa ruleta rusa donde el resultado se decanta por acciones aisladas o de fortuna.
En el arranque de la segunda parte, esa desconexión tan habitual permitió al Almería empatar y se sucedieron minutos en los que el Granada estuvo cerca de que le remontaran. Mariño, quizá blando en el tanto de Melero, salvó a los suyos con un paradón a un gran cabezazo de Suárez. En esa situación comprometida, esta vez sí, Escribá, con tiempo suficiente, decidió reforzar su medular, que había estado demasiados minutos a merced, e incorporar a Trigueros –que sigue con la flecha hacia arriba– para que el Granada diese un paso adelante.
Claro que el sol volvió definitivamente a salir cuando el 'Curro Romero' del Granada, Gonzalo Villar, se fue hacia delante con determinación y buena conducción individual y soltó un zapatazo que se coló por la escuadra de Maximiano. El murciano es nefasto cuando se enreda mirando hacia atrás, en remolinos con riesgos de pérdida del balón, y casi siempre brillante cuando enfila hacia el área rival, lo que debiera prodigar más. El testarazo del tercero de los goles locales, de Rubio, volvió a demostrar el magnífico pie de Trigueros a balón parado para asistir.
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Un nuevo rayo de buen tiempo ha traído la victoria ante el Almería. Queda por comprobar cómo va a reaccionar el equipo y su entrenador ante un día desapacible que se espera en Albacete, a una hora improcedente para los sufridos estómagos de la parroquia rojiblanca.
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