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La noche se le torció en el Carlos Tartiere a un Fran Escribá demasiado conformista. Después de tocar techo ante el Racing la pasada jornada con una alineación valiente a la vez que coherente, el entrenador del Granada buscó repetir la fórmula, aunque con un ... resultado muy distinto.
El equipo no rindió como en Los Cármenes, tosco en la circulación pese a contar con tres hombres en el centro del campo. El más intrascendente fue sin duda Reinier, que no produjo nada potable de sus botas, falto de una sexta marcha dado el rival, el estadio y la relevancia de la cita. Aun así, Escribá lo mantuvo en el campo hasta el añadido. Optó por relegar primero a los amonestados Hongla y Rodelas para evitar acabar en inferioridad, decisión coherente salvo por el minutaje: el 75.
El técnico no movió el banquillo hasta entonces. No buscó un revulsivo ante la inoperancia de sus futbolistas de cara a la meta contraria, conforme con un resultado de gafas más valioso para los profesionales que para el aficionado. Los fallos individuales en defensa penalizaron su gestión de partido por el resultado final, aunque los refrescos le dejaron vendido una noche más.
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