Cambiar de entrenador en mitad del curso es un trago amargo en cualquier club de fútbol y no lo sería menos en el Granada que, ... tras el periodo de paz con Diego Martínez, recuperó su genuina silla eléctrica en el banquillo. Supone la obvia asunción de un fracaso, aunque pueda ser efímero si llega el remedio con el sustituto elegido para paliar la crisis de resultados que provoca un cese. Hay ejemplos de una cosa y la contraria; entre los positivos, el del Levante, con cinco triunfos y un empate –con el Granada– desde que derrocó a Mehdi Nafti. Si no, si el asunto persiste a pesar de que haya otro inquilino en el vestuario, las consecuencias se agravan. No solo generaría conflicto el propio reemplazo, sino que centraría el foco sobre la plantilla y quienes la confeccionaron, cuya responsabilidad también es evidente, el tiempo dirá en qué grado. De ahí que no sea como echar un huevo a freír la elección de un sucesor de Karanka porque marcaría el devenir de un proyecto que emprendió una enorme reconstrucción en verano, pero que se daría por encallado con poco más de un tercio de competición disputado.
No conviene olvidar todo lo que sucedió tras el descenso. Primero, se volvió a descabezar a la entidad con el despido de la anterior directora general y del director deportivo. Segundo, llegó una cúpula de mando nueva que procedió a una transformación profunda. Como gesto llamativo, los flamantes gestores apostaron por la renovación del técnico que asumió las riendas en el último tramo en Primera y que sufrió el descenso. Pensaron, más o menos animados por la propiedad, que era la persona correcta para agarrar el timón de nuevo. Amado y Rodríguez, los hombres al cargo, 'bienvendieron' a los futbolistas que pudieron entre los que no querían continuar en Segunda. Maniobras de saneamiento para financiar el nuevo plantel a costa de perder talentos importantes, algunos agarrados a cláusulas heredadas que facilitaron su huida. Su balance, tras meses muy movidos, fue muy positivo cuando completaron el grupo, con solvencia en las cuentas y dinero para un hipotético mercado de invierno.
Durante esas semanas surgieron las primeras tiranteces con Karanka. Se encontró con un plantel escaso en los primeros amistosos. Manifestó algo de nerviosismo, cosa que molestó a sus jefes. Durante la Liga en sí también excusó bajos rendimientos o lesiones por la falta de pretemporada de ciertos jugadores de llegada tardía. Esto no gustó a quienes se afanaron por proporcionarle los mejores mimbres. De hecho, el día del debut en Ibiza, en agosto, todos los futbolistas estaban inscritos salvo Perea, que llegó después. En apariencia, desde entonces hubo tiempo de poner a tono a los rezagados.
Karanka se ha agarrado a varias excusas durante su periplo. El repetido proceso de construcción, la falta de Melendo y Soro tras Eibar (sus mediapuntas predilectos, aunque el segundo ha desaparecido de sus planes) o la de zurdos en defensa después del 0-0 con el Huesca en casa, que supuso los primeros cánticos en su contra desde la grada. Siempre ha restado preocupación a la falta de gol, sangrante como visitante, apuntando a que la calidad en ataque acabaría resolviendo la sequía. Lo único que ocurrió es que se extendió a su propio estadio.
Karanka no es un entrenador que se pueda etiquetar de defensivo a pesar de lo poco que han encajado los suyos. No aplica un repliegue intensivo, sino una presión en campo contrario con líneas adelantadas que le ha costado algún susto, cuyo nivel de intensidad quizás ha acentuado fatigas y molestias.
Un debate recurrente lo ha sostenido el no aterrizaje de un delantero. Karanka orilló esta cuestión considerando que tenía la línea bien cubierta con Callejón, Molina y Arezo, incluso con Uzuni y Rochina. Con el paso del tiempo, rectificó diciendo que él no había censurado la llegada de un punta, contradiciéndose respecto a aquellas declaraciones, seguramente con intención de animar a sus atacantes en su día. El problema es que ha llegado un momento en el que todos se encuentran sin confianza. Callejón, incrustado como 'nueve', transmite inquietud. Molina es una sombra del que fue y Arezo, un chico que no se ha llegado a enchufar. Aquel esplendor inicial de Uzuni ha desaparecido, Puertas sestea y Bryan Zaragoza, el optimismo de la cantera, tampoco se lució en el Carlos Tartiere.
Quien esté, más que con un plan de juego, que también, tendrá que llegar a la mente de unos pupilos entre los que cunde la depresión, pero a los que no se les puede haber olvidado jugar. Seguramente hay carencias, puestos mejorables y fichajes que están resultando un fiasco, pero al club no le queda otra que valorar la opción de la alternativa para ver si el ánimo varía. Si no, el dedo acusador terminará apuntando irremediablemente al palco.
Sin Karanka, ya no habría filtro protector. El que venga sería su gran esperanza de demostrar que sí se hicieron las cosas bien al llegar, pero que falló el tutor.
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