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Manuel Pedreira
GRANADA
Lunes, 6 de mayo 2019, 01:32
El molde de un central de una pieza, del indiscutible jefe de la defensa del Granada, la mejor de la categoría con muchos cuerpos de ventaja sobre las demás, encaja a la perfección en los 187 centímetros de Germán Sánchez Barahona.
El gaditano se sumó la temporada pasada al proyecto del Granada pero le costó hacerse con un puesto en la zaga. Por allí andaba Saunier y un tal Chico Flores, que le cerraron la puerta de la titularidad. Lo del francés era comprensible. Fue de lo mejor de un equipo que se llevó un saco de cincuenta goles en su regreso a Segunda. Lo del tal Flores es más propio de Cuarto Milenio. O del horóscopo de Esperanza Gracia. Tenía una planta magnífica y una habilidad extraordinaria para pifiarla en cada partido. Aunque para habilidad la de su agente, que transformó la mediocre temporada de su representado en un equipo de mitad de la tabla de la Segunda española, en reclamo suficiente para que firmara por el Rubin Kazan, equipo de la Primera división rusa y habitual de las competiciones europeas.
Pero volvamos a Germán, al central de mis entretelas, al mismo que allá por los primeros días de junio saltará desde el balcón de la plaza del Carmen celebrando el regreso del Granada a Primera. Esa noche nadie le recordará la jugada del Carlos Tartiere, pero hoy no hay aficionado rojiblanco que no la tenga en su cabeza, que no cierre los ojos y vea a Germán quedándose con el molde, pateando el aire, dejando una bola franca para que Ibra fusile a Rui Silva.
Porque mira que es bueno el jodío. Anoche dictó una lección, una más, sobre cómo debe jugar un defensa central, sobre cómo imponerse a los delanteros, sobre cómo darle salida al balón escogiendo siempre la mejor opción, sobre cómo transmitir seguridad y temple a sus compañeros, sobre cómo ganar los duelos individuales, tanto los que se ganan a la primera como los que se pierden... pero se ganan fingiendo una falta.
Es difícil entresacar un jugador imprescindible en este ejército diseñado por Diego Martínez, pero decir que Germán y Montoro resultan esenciales para el equipo no es descubrir la pólvora, desde luego. Porque igual que el centrocampista valenciano es el gestor de la mayor parte de los movimientos ofensivos del Granada, el gaditano es el incontestable jerarca de la defensa. Con jugadores así se asciende, y más en una plantilla caracterizada por su rendimiento defensivo, muy superior al atacante.
Los dos Granada que ascendieron con Fabri en el banquillo tuvieron dos claros referentes en el eje de la zaga. Iván Amaya lideró al equipo que regresó al fútbol profesional en la 2009/10 y Diego Mainz, escudero del anterior, se erigió como patrón de la defensa en el milagro materializado un año después en Elche.
Germán es, por derecho propio, heredero directo de ambos y ayer hizo honor a ese legado... hasta que la cagó. No falló por ir de sobrado, por querer salir jugando a lo Beckenbauer, por estar cansado, por falta de concentración, por desidia, por cansancio. Falló... porque falló. No hay vuelta atrás.
Hasta entonces había lidiado con Ibra como quien juega con un sobrino y se las había tenido tiesas con Toché, un tronco veterano que sabe más que los ratones colorados pero que tuvo que claudicar una y otra vez ante el poderío del central rojiblanco.
Pero en esas le llegó una pelota larga, franca, digna de un despeje macanudo al octavo anfiteatro del Carlos Tartiere y a Germán se le ofuscó el pie derecho, se quedó con el molde y Rui Silva, con una muesca más en la pared. Anécdota, error fatal... la respuesta en menos de un mes. Por cierto, Chico Flores está sin equipo...
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