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Los dos partidos de pretemporada disputados ya esbozan que este será un Granada distinto para bien o para mal. El estatus final se lo darán, con el tiempo, el rendimiento y los marcadores. Influirán en que calen los fundamentos de Guillermo Abascal en el vestuario ... y en el entorno. Por la complejidad de algunos aspectos, también será necesario ese ejercicio de paciencia por parte de los aficionados, que se habituaron a otros modelos de juego con éxito en la casa más pragmáticos.
Definitivamente, esta versión de los rojiblancos pasa página respecto a su pasado reciente. Se reconstruye sobre los escombros de un descenso, pero a la vez nadie parece obsesionarse con ser aquella roca que moldeó en su día Diego Martínez y que tanta gloria le dio al club. El gallego construyó desde la seguridad defensiva y la minimización del error, para amparar el talento que atesorara desde la versatilidad. Abascal, que honra lo que logró el 'chamán' y la transmisión de aquel equipo, tiene unos matices diferentes, con más elaboración e insistencia en la presión en campo contrario. Rompe con lo anterior, sin desmerecerlo, pero también con lo más reciente.
Abascal tiene la oportunidad de trabajar todos los criterios e influir en los fichajes, cosa que no pudo hacer Paco López, quien heredó el grupo de Aitor Karanka en Segunda. Al año siguiente, ya en Primera, no pudo darle su sello al Granada porque el verano fue convulso en lo que al mercado se refiere, sin fortalecer la retaguardia como le habría gustado. Acabó con un juego bastante directo, con lo cual la escuadra hacía goles, pero era vulnerable atrás, lo que llevó a su cese. La caída a la división de palta, pese a las contrataciones invernales, corroboró que bastante estaba haciendo Paco López al frente para que las cosas no se fueran de madre.
Ahora, todo ha cambiado. Es cierto que de momento solo hay dos fichajes 'mayores' y muchos chavales, pero Abascal tiene tiempo para evaluar la base que maneja, potenciar a quien quiera y esperar que Matteo Tognozzi, en franca sintonía, satisfaga sus necesidades en este bazar estival. De momento, el técnico sevillano está probando cosas, pero también está dejando señales sobre los futbolistas que quiere que soporten su columna vertebral.
Gonzalo Villar no solo el futbolista que más minutos acumula de esta preparación. Es, sin duda, el que parece franquear el modelo que se inculca. El fútbol asociativo, de pases en corto desde atrás, le viene bien, pero su dinamismo en la conducción también le lleva a aparecer en los espacios hábiles para que oriente el ataque. No se arredró en varias interrupciones del Almería y siempre quiso el balón, bajo cualquier circunstancia.
Si el año pasado acabó como suplente de Sergio Ruiz y Gumbau, la marcha del segundo al Rayo le ha elevado en el escalafón y él parece con ganas. Queda la duda de si algún canto de sirena desde Primera división le puede llevar al desenfoque, pero con la confianza desde el banquillo y potenciando sus virtudes, que son claras y visibles, el Granada puede ganar un creador de lujo.
Ocurre algo parecido con Lucas Boyé. Como a todos los jugadores de fisonomía musculosa, los primeros compases de la pretemporada se le hacen duros, pero sus intervenciones dan esa segunda solución al ataque cuando se emplean pases frontales o de media distancia. Si su compañero en vanguardia o los de segunda línea le interpretan bien, Boyé es un socio ideal. Por ahora, es Weissman, que en el área encuentra su hábitat. Además, la energía del argentino en la presión se antoja fundamental para la recuperación tras pérdida. También la de Uzuni, felizmente regresado, aunque aún sin fuelle.
Apunta a mantenerse en la dinámica de manera permanente Oscar Naasei, descarado de central y también de lateral derecho. Es un defensa moderno, de los que tiene personalidad con el balón, pero aún tiene mucho margen de mejora en los duelos. Irá más, pero por otro camino, Pablo Insua, al que la rigidez de estas semanas de carga física le limita cuando se perfila como zurdo, aunque haya jugado en esa posición a lo largo de su carrera. Influyó en el embolado de Luca Zidane a los pocos segundos que costó un gol. En el segundo, por el otro sector de la retaguardia, también se pudieron complicar menos las vida unos y otros. Es el peaje del riesgo. El nuevo Granada se convierte en un equilibrista. Si lo domina, quedará espectacular. En el camino, caerá alguna vez a la red.
Los laterales cobran una relevancia tremenda bajo esta filosofía porque se necesita su desborde, pero también buen pie cuando se relacionen con los demás. Tanto Ricard Sánchez como Carlos Neva tienen un reto mayúsculo. Del gaditano, superviviente del EuroGranada, sorprendió que no luciera capitanía, pues el brazalete lo portó Boyé en su tramo. Una señal llamativa con un jugador que ha visto marcharse a muchos camaradas, pero que siempre se ha empleado con profesionalidad. Otra cosa es si responderá a estos nuevos rigores. Lo dirá, como casi todo, el tiempo. No es un camino fácil.
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