El Granada gana y acecha al Oviedo

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Quedan cosas por pulir, muchas, y varias pruebas de estrés que superar, sobre todo lejos de Los Cármenes, pero el papel sigue aguantando las cuentas y ahora sí ha aprovechado una jornada a pedir de boca para soñar con una primavera mejor que el crudo invierno. Fran Escribá tenía una dura papeleta y en el día más exigente fue capaz de retocar su táctica para encontrar un posible camino para que su equipo evolucione. 'Traicionó' su 4-4-2 y remachó con zaga de cinco, por si las moscas.

De repente, el triángulo invertido. Una formación que obligaba a la presencia de otro mediocentro. Sin Hongla, en Camerún, apareció Trigueros, que quizás le demandó a Modric el elixir matutino que consumirá el croata para rejuvenecerse con el paso de los años. No es que el rojiblanco de repente se mostrara jovial. De hecho, tardó en intervenir y se limitó a hostigar por su parcela y a sacar los córners. Sin embargo, alumbró algo positivo en el tramo final del primer tiempo: la paciencia. Tejió una red de pases pacientes para dejar pasar los minutos con la ventaja, enseñanza de veterano ante ambientes excitados que abocan a la precipitación. Luego, se implicó en fajarse con los rivales con más energía de la prevista, con perfil currante al igual que el omnipresente Sergio Ruiz. Qué importante es.

Anduvieron serenos los ánimos, centrados en el partido, porque el equipo atacó al poco de arrancar. Rebbach sirvió para Neva, sutil y raso, y el lateral la puso por la hierba hacia el área pequeña, pero nadie sacó una uña para concluir. El Oviedo respondió con un par de llegadas peligrosas en las que intervino Nacho Vidal. Alemao, ese brasileño rubio como nórdico, tuvo un remate que paró bien Mariño. Su intervención motivó la respuesta de Lucas Boyé, que generó una primera ocasión en zigzag tras un robo a Sibo.

El argentino, tras su tarde extraña en Cádiz, quiso demostrar su compromiso, y lo que encontró pronto fue el gol. Vino de un saque de esquina propio que casi da pie a un contragolpe azulón si no lo corta, con raza, Manu Lama. En la misma acción atrapó el balón y buscó a Rubén en profundidad. El catalán metió un centro con una parábola tremenda, que bajó como un meteorito al segundo palo por donde empalmó Boyé con una suficiencia extraordinaria. Nada pudo hacer Aarón.

Desde entonces, el Granada se compactó y el Oviedo acampó en campo nazarí, con un telar de pases entre líneas que no alteraron el pulso de los locales. Los asturianos buscaban mucho a Hassan, pero Neva le contuvo bien. Todos anduvieron con mil ojos atrás.

Rebbach también tenía ganas de reivindicación. Abusó un poco de la conducción, pero lo hacía con atrevimiento, hacia el frente. Intentó activar a Stoichkov, pero el gaditano sigue sin inspirarse.

Rubén pudo cometer la fechoría de la velada en un cabeceo al despeje que dejó inerte en la corona del área, pero Portillo lanzó con poca maldad ante un Mariño seguro. Sí golpeó con dureza Boyé tras una subida de Rebbach. Hasta Trigueros se animó a asaetear a Aarón, pero el 1-0 no se alteró al descanso, ni después.

El segundo tiempo invitaba a atacar como flechas en las dudas azulonas. Boyé se atoró en dos aproximaciones propicias, una por no chutar y en la otra, por no elegir presto y al final concluir con debilidad de zurda. Hassan, en un tiro cruzado, casi altera el sistema nervioso de los anfitriones. También apareció Neva en un esférico que rodó con dinamita, lo que invitaba ya a nuevos estímulos. Escribá remodeló las bandas con Ricard y Rodelas, dos con pies ligeros, reconvertido el catalán a extremo.

El Oviedo también saneó su frente en busca de una diana que equilibrara la balanza, pero el Granada seguía con un alto grado de atención. Contaron con el factor suerte en algunos lances, aguerridos los zagueros en los momentos de oleadas astures.

Calleja ya no sabía qué remover y hasta retiró a Hassan, que era su mejor estilete en vanguardia. Se desesperaba el técnico ante el muro nazarí.

El dique tenía que aguantar semejante marejada. Escribá no quería regalar espacios por el interior y quitó a Trigueros, ya desfallecido, para que volviera Juanma Lendínez, el capitán del filial, que sube sin pasar por el Recreativo tras semanas parado por lesión.

Llegaron los minutos de suspense. Lama tuvo un intento al larguero en una subida. Escribá quiso reparar posibles fugas con tres centrales, incluyendo a Loïc. Para bajar pelotas, Bastón ante su antiguo club. Nadie quería evocar lo ocurrido con el Zaragoza y la mentalización se extendió hasta el final. El Granada no va sobrado de fútbol, pero tiene futbolistas. Cuando tocan al mismo son y no se desaniman, son capaces de conjugar el verbo más importante en este deporte: competir.