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Rafael Lamelas
GRANADA
Domingo, 13 de marzo 2022, 23:37
El Granada de Diego Martínez le sostuvo la mirada a aquellos de los 70 que obtuvieron dos sextos puestos en Liga. El suyo ocupa un lugar de privilegio en el podio de los equipos históricos de la entidad rojiblanca. El actual experimenta el pavor de parecerse peligrosamente al conjunto de 2017, que acabó con sus huesos en Segunda. Fue una temporada de cambios radicales, desde el del propio accionariado, con algunas medidas extravagantes. Demasiados paralelismos. Hasta tuvo una interinidad que duró un partido, con Lluís Planagumà. Rubén Torrecilla, al menos, tendrá dos encuentros como beneficio de la duda. A partir de ahí, alterar el destino.
Esta terrible transición es difícil de asimilar para el aficionado, que volvía al campo tras las restricciones de la pandemia y se ha encontrado a una escuadra que ni gana como cuando la contemplaba por televisión ni transmite esos valores genuinos relacionados con la competitividad salvo en contadas excepciones. Divisa caras familiares, pero no termina de reconocerlas, como si estuvieran en un trance. Los nuevos, salvo el portero (4,5 millones), aportan poco de momento, tanto los que llegaron en verano como en invierno. La dirección deportiva no tuvo el freno de mano puesto como en el periodo estival y pudo gastar hace unas semanas, pero ninguna incorporación está cuajando después de invertir más de 10 'kilos'. Arriesgó con gente joven o sin experiencia en España y, de momento, hay pocos motivos para el optimismo, impregnados todos por la depresión reinante, sin reivindicaciones aisladas. Sin liderazgo en el campo.
El de hoy, pese a todo, es un conjunto distinto al que bajó y no está en una dinámica tan pronunciada como el de aquel curso. Aquel se instaló en la zona de descenso desde pronto y en ella se estancó hasta hundirse del todo, con su cuarto entrenador, Tony Adams, poniendo el último clavo del ataúd. Solo hubo un lapso, precisamente tras reforzarse en el mercado de enero con Wakaso o Adrián Ramos, en el que el Granada, bajo la batuta de Lucas Alcaraz, albergó cierta esperanza de salir del agujero, pero todo se truncó con una dura derrota en el campo del Leganés, rival directo, con gol de Machís, que estaba cedido por los rojiblancos.
En la actualidad se parte de una plantilla distinta, mejor que aquella a todas luces (aunque la de la 16/17 también tuviera algunos talentos individuales). Está más unida que entonces, fruto de los lazos entre los que llevan tiempo en el vestuario. El problema es que está muy tocada en lo anímico y esto tiene consecuencias impredecibles. Algo complicado en cualquier orden de la vida y que en el deporte se sublima hasta transformar a sus practicantes. No se encuentran y para corregir la tendencia necesitan una victoria que celebrar.
El Granada encadena diez jornadas sin ganar. 2022 está siendo un año en blanco en cuanto a victorias. Se percibe la ansiedad y un bajón de forma en varios jugadores. Otros están sin confianza. Se puede cargar las tintas contra los últimos en llegar, pero hay elementos que parecían certezas para el presente y el futuro que están lejísimos de su mejor versión. En crudo está lo de Domingos Duarte, pero tampoco Luis Milla es el mismo que hace unos meses, por no mencionar a un Luis Suárez que juega sin mirilla. Lo suyo no es un problema físico porque corre sin cesar. La cuestión es controlar esa potencia por el bien común. Con lesionados como Montoro y Gonalons, con Machís con la cabeza aún en otra parte, Torrecilla ha intentado sanear el ambiente y aplicar retoques que no han calado. Que no tenga plaza fija le resta fuerza al técnico. Tras la primera semana apacible, le tocará dar otro giro y delimitar a quiénes suma a la empresa de la salvación.
Bajar sería un fracaso total. El colmo para el consejo de administración chino, errático en la búsqueda de conjunción y éxito variando de gestores. Nadie mejora de momento a sus predecesores. Solo Diego Martínez abandonó el barco voluntariamente. Los demás fueron despedidos, como ocurrió con Monterrubio, o 'invitados' a marcharse, como pasó con Fran Sánchez.
Arrancar de cero tiene riesgos. A la propiedad no se le puede reprochar que no haya exprimido recursos del club en fichajes de un tiempo a esta parte, sin recuperar el equilibrio ingresos-gastos con grandes ventas, pero sí es cierto que forzó salidas en la planta noble y que la gran apuesta, Robert Moreno, no salió bien. La cúpula de mando ahora se ve obligada a improvisar tras no aprobarse el cese antes.
Nadie se escapa del desastre, en todas las cancillerías, pero esto ya no tiene mayor reflexión. Al consejo le convendrá hacer balance en unos meses, en la categoría que sea. Ahora, como en cualquier conflicto, se precisa de una tregua. Comprobar si realmente hay equipo para algo más que esta angustia. Todo se otearía de otro modo ganando en Vitoria. Otra derrota elevaría los temores.
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