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Rafael Lamelas
GRANADA
Domingo, 22 de noviembre 2020, 20:35
La censura al Granada, con ese confinamiento obligado que dejó sin entrenar a mucha gente sana, tuvo un efecto colateral en Los Cármenes, con un equipo al que le costó identificarse y que reaccionó muy tarde a los golpes de un Valladolid astuto y ... brioso. De los palos en las ruedas, de los que habló Diego Martínez, derivó una pájara insospechada. Los rojiblancos parecieron avituallarse tras el gol de Domingos Duarte, que rebajó la diferencia provocada por dos tantos certeros de los pucelanos, pero el frenesí final no trajo ni siquiera las tablas, sino el jaque mate del joven Jota.
Este conjunto siempre se ha rebelado ante la adversidad, pero la coyuntura actual difiere de todo lo vivido. La Covid diezmó al final la alineación sin Antonio Puertas -en la grada- y Diego Martínez reservó a algunos de sus intocables para la segunda mitad. Cuando saltaron, las complicaciones reinaban en el marcador. El 1-3 no emponzoña una trayectoria magnífica, porque el Valladolid aparecía con el farolillo rojo pero tuvo arrojo y supo luego especular con su renta. Los nazaríes todavía tardarán en retomar su velocidad de crucero previa a este frenazo.
Granada
Rui Silva; Foulquier, Domingos Duarte, Germán Sánchez, Carlos Neva; Gonalons (Yangel Herrera, m. 54), Montoro (Soro, m. 80), Luis Milla; Fede Vico (Luis Suárez, m. 54), Darwin Machís y Jorge Molina (Soldado, m. 54).
1
-
3
Valladolid
Masip; Hervías (Javi Sánchez, m. 76), Joaquín, Bruno, Nacho; Rubén Alcaraz, Fede San Emeterio (Toni Villa, m. 76), Orellana (Janko, m. 68), Óscar Plano (Jota, m. 76); Sergi Guardiola y Marcos André.
GOLES 0-1, m. 45+2: Óscar Plano; 0-2, m. 53: Marcos André; 1-2, m. 63: Domingos Duarte; 1-3, m. 90: Jota.
ÁRBITRO Medié Jiménez (comité catalán): Amonestó a los locales Gonalons (m. 37), Carlos Neva (m. 39) y Montoro (m. 71); y a los visitantes San Emeterio (m. 45), Janko (m. 69) y Jota (m. 88).
INCIDENCIAS Partido correspondiente a la jornada 10 de LaLiga Santander, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes, sin público en las gradas.
LA GRADA Se guardó en memoria de los fallecidos Pedro Fernández, exjugador del Granada, y Luis Masats, exdirectivo del club. También por todas las víctimas de la violencia machista.
No volvió de una pieza el Granada de su cuarentena. Se topó de sopetón con un Valladolid aguerrido, atento a las vigilancias y con movimientos desconcertantes en ataque. Óscar Plano anunció que los pucelanos habían superado cualquier depresión que confiere ir último y quisieron requisar los puntos desde el arranque. En una distracción tras una pérdida de Machís en tierra de nadie, el extremo visitante se encontró todo un valle de frente, desprotegido por Foulquier y mal cerrado por Germán. Se plantó ante Rui pero se le vino la ansiedad encima. Se precipitó en un mano a mano con el portero y desvió el tiro como un principiante.
Era un aviso tremendo frente al que el Granada quiso reaccionar con balón e intercambio de pases, pero el Valladolid diseminó cepos y pugnó con garra en cada esférico dividido. Llegaban poco los nazaríes y sin maldad, tratando de construir con criterio pero sin filo, en un tono somnoliento que le sentaba fatal. El rival, ordenado, daba dentelladas y espesaba los acontecimientos a la espera de destapar otra grieta. Fue Machís, reclutado pese a sus esfuerzos con Venezuela, quien cogió temperatura en la vanguardia, pero le cancelaron una escapada porque la bola le rebotó en el brazo, pegado al cuerpo, antes de esprintar hacia el área.
La concentración defensiva permanecía, pero los minutos finales del primer acto pillaron atolondrados a los anfitriones. Marcos André rozó un remate y Guardiola aguijoneó en una carrera similar a la inicial de Plano, con un chut horrible como rúbrica. El Granada parecía implorar la pausa, pero los pucelanos les abrieron una herida de las que supuran durante todo el entreacto. En una falta larga, que parecía esfumarse por el banderín, Guardiola acertó a girarse, contemplativo Foulquier, para poner un centro con el que Plano se pudo desquitar en el primer palo.. De repente, un mar de dudas se arremolinó sobre los rojiblancos, poco habituados a semejantes hemorragias.
Todo pareció virar tras la parada, más espabilados los locales, con decisión en un aterrizaje con Vico y Molina, pero no vaciló el Valladolid, revolviendo la madriguera dos exrojiblancos como Orellana y Guardiola, con esa motivación de lucirse a la que arrastra el despecho. Los nazaríes demandaban energía y fiebre competitiva. Diego Martínez ya estaba quitando el embalaje a Yangel Herrera, Luis Suárez y Soldado cuando ocurrió un serio percance. El Valladolid volvió a imponerse en una disputa y Marcos André vio pista para medirse con Domingos Duarte. Culebreó y golpeó colocado, plantando un inquietante 0-2.
El zafarrancho de cambios llegó de inmediato, pero la colina a abordar ya era una montaña. Un partido puñetero, de errores poco habituales, se iba escurriendo por el sumidero, hasta que se vislumbró algo de luz en un córner. El balón penetró, Soldado no llegó, Foulquier pateó defectuoso detrás y Domingos, con la caña en el área chica, sí supo apuntillar para reducir la ventaja ajena. Un soplo de autoestima para el Granada, que iba encajonando al contrario, ya menos reactivo, con miradas de preocupación en sus filas ante el empuje rojiblanco. Hubo un par de lanzamientos esquivos mientras los jugadores del Valladolid arañaban tiempo retorciéndose en las faltas que recibían. Cada roce parecía una paliza y las sustituciones, una procesión.
Montoro llegó a probar fortuna desde mediocampo antes de que entrara Soro por él. No había ya claridad en vanguardia pero sí ímpetu, con Germán a lo Alexanco y envíos como catapultados. En medio del riesgo, Milla se hizo un lío atrás y Jota le robó la cartera para convertir la tercera diana, un sopapo en la mandíbula rojiblanca. Medié Jiménez agregó sólo cuatro minutos, consumidos entre trifulcas y desesperación. Definitivamente, el parón y el aislamiento forzoso sentaron fatal a los locales. Cuando quisieron salir del bloqueo, ya iban con la lengua fuera y acabaron desfondados en la cuneta.
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