
El Granada le toma la medida al Getafe
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GETAFE - GRANADA ·
Los rojiblancos superan con un tanto de penalti de Montoro a unos azulones que trataron de intimidar, sin éxitoRafael Lamelas
GETAFE (enviado especial)
Domingo, 25 de octubre 2020, 20:32
Profanar el Coliseum no está a la altura de cualquiera y lo logró este Granada que tiene corazón donde a otros les fallan las energías. En medio de las continuas dentelladas de un Getafe encendido, los rojiblancos asumieron el agotador reto físico de un adversario obsesivo, que convierte cada balón dividido en Vietnam. Djené se pasó de revoluciones a segundos del entreacto y machacó a Yangel Herrera en el área, dando pábulo a que Montoro ajustara un tiro desde los once metros. El segundo tiempo fue un reto de supervivencia, casi lucha libre, pero la percusión azulona no llegó a superar a Rui Silva. Otro ejercicio agonístico que habría demolido a cualquier escuadra pusilánime pero no a este Granada, apto para lo fino y lo grueso.
Getafe
Soria; Damián, Djené, Cabaco, Olivera; Nyom (Enes Ünal, m. 64), Arambarri, Maksimovic (Timor, m. 64), Cucurella; Cucho Hernández y Jaime Mata (Ángel, m. 46).
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Granada
Rui Silva; Foulquier, Vallejo, Germán, Carlos Neva; Eteki, Montoro (Nehuén Pérez, m. 73), Yangel Herrera; Luis Suárez (Antonio Puertas, m. 55), Kenedy (Machís, m. 55) y Jorge Molina (Soro, m. 73).
GOL 0-1, m. 45+2: Montoro, de penalti.
ÁRBITRO Gil Manzano (comité extremeño): Amonestó a los locales Jaime Mata (m. 11), Olivera (m. 22), Djené (m. 45) y Ene Ünal (m. 89); y a los visitantes Germán (m. 39) y Yangel Herrera (m. 92).
INCIDENCIAS Partido correspondiente a la jornada 7 de LaLiga Santander, disputado en el Coliseum Alfonso Pérez, a puerta cerrada para el público.
Un partido entre Getafe y Granada se convierte pronto en un crujir de huesos. Se ganan yardas como en rugby, obviando pases prescindibles en la elaboración. Verticalizan todo los locales, mientras se obstinaban los visitantes en envíos a la espalda de la adelantada zaga azulona, lo cual no era mal plan. Iban pasando cosas entre falta y falta, en el ritmo a intervalos de alta intensidad que gusta a los de Bordalás, pero al que se adaptaron los de Martínez.
El Getafe no es un equipo defensivo aunque monte a dos laterales naturales como extremos. Es un conjunto sencillamente atosigante, militarizado, sin ningún poso para la lírica, todo redoble de tambores, con una agresividad indisimulada, al límite de lo tolerable. Ante ello, los rojiblancos envidaron con la misma zaga que en Eindhoven, aunque pusieron de guardián por delante a Yan Eteki. Montoro prolongó ataques frenéticos unos metros por delante y Yangel revoloteaba en los pocos espacios sin cepos. El entrenador expandió los costados con Kenedy y Luis Suárez, en su debut de inicio, completando el ataque con Jorge Molina. Se alistaban todos los 'ex' de los madrileños, pues saltó también Foulquier, y estrenó titularidad el colombiano como extremo zurdo.
El plan quedó aclarado pronto. Había que soportar cada embestida, envueltas en patadas furtivas, y minimizar errores hasta que alguien cometiera un fallo o una torpeza. Los del Coliseum hostigan como gladiadores, porque todo se trabaja así en el ludus del lanista Bordalás, que guarda el látigo en los encuentros y que esta vez se quitó las gafas para que no se le empañaran ante la lluvia que arreciaba.
Un conjunto que ya tenía amarilla a los diez minutos, por una presión enfermiza de su delantero centro, Jaime Mata, hace una declaración de intenciones. Cada pugna era un combate. Montoro intentó algún envío a balón parado, de esos que tiene patentados para que encuentren a Herrera, pero el venezolano no llegó por unos palmos. Al poco, el ejecutor valenciano se llevó un pisotón para que buscara un sustituto en los lanzamientos. Lo encontró en Kenedy, que probó a tirar ante Soria, presto para lanzarse.
El peligro azulón lo condensaba Cucurella, prototipo del estilo eléctrico de este Getafe que suelta hasta descargas al más pintado. Las pocas veces que los nazaríes rebajaron su atención a punto estuvo de picar con su quilla. Todo se escurría hacia el descanso hasta que Yangel se puso el traje de camuflaje y se infiltró en las líneas enemigas con artefactos de detonación. Primero encontró a Kenedy, que tiró de espuela sin hallar meta. Después, apareció en el área y Djené se lo llevó por delante. Quedó la duda de si el central había tocado balón justo antes de arrasar su tobillo o si la peligrosidad manifiesta ya era suficiente para decretar el penalti. Gil Manzano resolvió señalando el punto gordo y Montoro, en la extensión del primer acto, adelantó a los rojiblancos.
Bordalás se cargó a Mata al descanso y colocó a Ángel en vanguardia, pero sobre todo logró que su expeditivo conjunto fuera más concreto al avanzar. En una oleada, Cucho chequeó la destreza de Rui Silva, que espantó el esférico. El 'Geta' siguió elevando la intensidad y aumentando el acoso, a la espera de que las fatigadas piernas de los nazaríes vacilaran.
Para quitarse el agobio, Diego Martínez oxigenó los costados con Puertas y Machís, reemplazos ortodoxos de Kenedy y Suárez. Protegerse estirando el acordeón. El ambiente tabernario prosiguió, aunque el Granada no rehuía el choque tampoco, sin achantarse. Enes Ünal, más madera en la vanguardia local, salió entre empujones y recados de los que amoratan.
Un remate de Ángel motivó al 'chamán' a mejorar el blindaje con otro bautismo, el de Nehuén Pérez, y más minutos para Soro. Las trifulcas dialécticas aumentaron, cada vez más desagradables las discusiones. Protestaban los suplentes desde la grada con vehemencia, ocultos bajo las mascarillas. Todo era tensión y brío, más ímpetu que elaboración.
Un larguerazo agitó a los rojiblancos, con Ünal girando sin abrigo, en una acción que acabaría después en la red, pero con un broche en fuera de juego. Foulquier se fundió sin relevos posibles, pero sacó fuerzas de flaqueza para afrontar el duelo final. Todo era excesivo e intimidatorio, pero no hubo pánico en los nazaríes y sí arrojo. Para estar en la cima hay que saber resistir cualquier tortura. Tres puntos regados con sangre, sudor y una sonrisa de oreja a oreja.
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