En el corazón del camaleón rojiblanco
Análisis Granada CF ·
Con Luis Milla ya son once los jugadores que han pasado por el centro del campo de Diego Martínez, todos de perfiles diferentesAnálisis Granada CF ·
Con Luis Milla ya son once los jugadores que han pasado por el centro del campo de Diego Martínez, todos de perfiles diferentesFRAN RODRÍGUEZ
GRANADA
Domingo, 16 de agosto 2020, 00:03
El Granada de Diego Martínez siempre compite, siempre da la cara. Quizá sea porque tiene mil distintas y todas igual de sólidas. Estudiado hasta el hartazgo por los demás técnicos, el equipo rojiblanco resiste al minucioso análisis, disimula sus defectos y expone sus virtudes. ... Estas, a veces, parecen indetectables, camufladas por sistema en un plan tan diabólico como coral. Y es que el Granada se mimetiza a cada encuentro como pocos equipos lo han hecho en lo que va de siglo. Por eso, además de los muchos aciertos que sobre el verde tiene el entrenador rojiblanco, uno de sus más rotundos éxitos ha sido comparar a su equipo con un camaleón.
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La escuadra rojiblanca cuenta con mil pieles, todas ellas hechas a su talla, trabajadas en el laboratorio de un cuerpo técnico que ha contado para ello con once modelos muy diferentes con los que sostener cada día una prenda. Es en la disección de este intrépido camaleón, en su corazón, su sala de máquinas, cuando uno comprende el mestizaje que le ha llevado a sobrevivir primero y triunfar después.
Diego Martínez no ha contado jamás con dos mediocentros iguales. Podían desempeñar un rol similar, tener unas aptitudes parecidas, pero jamás presentaron el mismo perfil en una plantilla rica por contexto. El ejemplo más absoluto fue el deslumbrante desempeño de la medular en la pasada temporada. Una campaña nada fácil, teniendo en cuenta la duración e importancia de las lesiones.
El Granada se presentaba de esmoquin las primeras jornadas, hilando fino bajo la batuta de Ángel Montoro. El valenciano es la elegancia de los rojiblancos. La llegada del 'Chamán' potenció las virtudes de Montoro, siempre cerca del balón, incrustado entre centrales para abrir con música a las bandas de Vadillo, Puertas o Machís. Es sin duda el único en su especie dentro del terrario nazarí. En su ausencia se gritan sus virtudes, mientras que con él sobre el campo se hace el silencio. En su reaparición, frente al Real Madrid, le bastó algo más de media hora para exponer un catálogo de aguas para un granadinista sediento. Supera líneas de presión, va por delante de la jugada, clarividente. Necesita, eso sí, un buen guardaespaldas.
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Para ello había llegado Eteki, ataviado con la armadura natural que es su privilegiado físico. Con pelota es un jugador en crecimiento, por lo que convivir con Montoro le solucionaba no pocas papeletas. En el sistema se le requería cubrir el rol de San Emeterio sin ser para nada el mismo perfil que el cántabro. El camerunés cuenta con mayor cobertura de la zona, una zancada prodigiosa y un remate potente que apenas pudo exhibir pero que aún mantiene temblando el palo derecho del Camp Nou.
La lesión de Eteki acabó haciendo brillar el fondo de armario cuando Yangel Herrera emergió con pinturas de guerra en el rostro. Una nueva piel, la del soldado. El 'pánzer' de La Guaira tampoco pisa el perfil de ningún compañero en el vestuario. Mucho más presionante que Eteki, inteligente en la presión como pocos en LaLiga y con una llegada que le coloca como un bombardero en la frontal del área. El venezolano creció, además, en la dirección de orquesta cuando no le quedó otra sin Montoro ni Gonalons cerca. No es, aun así, portador del mismo toque preciosista del francés, ni marca el compás con la exactitud del valenciano. Un centrocampista mixto que destruye y reparte cuando los radares rivales no lo huelen.
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Más conocido era Maxime Gonalons, metrónomo no hace mucho de un gran Lyon. Fran Sánchez y Diego Martínez sumaron al galo en el último día de mercado, como esa prenda que con alguna tara (física, en este caso) queda a un precio lejos de su valor real. Un equipo recién ascendido no podría permitirse arroparse con un jugador como Maxime Gonalons de otra manera. La lesión de Montoro le legó automáticamente el mapa del tesoro. Y es que es, sin duda, el que más se acerca al trato de balón que dispensa el valenciano, pero con más presencia en campo propio y menos en terreno enemigo. Gonalons construyó con Herrera una pareja que ha quedado ya en el álbum de oro de los granadinistas.
Un recopilatorio en el quedó relegado a una quinta página Ramón Azeez. Aunque menos brillante que sus compañeros, el perfil del nigeriano es el que más camaleónico hace al Granada. Todocampista, llegó en el mercado invernal de Segunda para dar opciones en la mediapunta por su buena disposición ofensiva, aportar brega en el doble pivote y, finalmente, jugar hasta de lateral. En Primera ha pasado por altos y bajos, pero Ramón Azeez es otra de esas pieles que hacen impredecible al camaleón nazarí.
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Este variado repertorio de centrocampistas no es algo nuevo en una plantilla de Diego Martínez. El ascenso a Primera ya se apoyó en la compenetración y complementación de perfiles. Sólo el elegante Montoro y el ecléctico Azeez repetían. Aquel año, la sala de máquinas fue menos cambiante por la solidez que aportó Fede San Emeterio a la medular. Formó con Montoro una pareja sin grietas en la que el cántabro, con su mono de obra, ponía el cemento. No se quitó el casco ni para aupar al Granada a Primera con un testarazo en Mallorca.
En el banquillo quedaba toda una amalgama de roles dispares. No cuajó del todo el 'Bicho' Aguirre, que sacó poco a relucir su excelente golpeo y fue atropellado por el ritmo de España. Nadie esperaba tango del bueno de Nico. Confluían también un veterano profesor, Alberto Martín, y un joven con uniforme, José Antonio González. Los dos estuvieron al quite siempre que se les necesitó, profesionales, pudiendo salir pero convencidos de ayudar al equipo. Luego, Fran Rico, el corazón del vestuario en Segunda. Un líder ausente. Su despedida sobre el campo sacó una sonrisa a los granadinistas y dejó ver una vez más al perfil más técnico de todos con balón, superdotado.
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Y llegó Luis Milla, al que se puede comparar con unos y con otros, cayendo de nuevo en una trampa .Muchos han intentado ubicarle en uno de los lados de la balanza, siendo uno el perfil bregador y el otro la fina batuta. Lo cierto es que el madrileño tiene camino por recorrer en ambas facetas, pero reúne las cualidades para brillar en cualquiera. De corte mixto, Milla es un centrocampista total, dominante por inteligente. Es ese que mejora a todos los que le rodean. Muy audaz en defensa, siempre bien colocado para cortar. Con balón es muy asociativo, ofrece siempre un pase fácil, aporta calidad y claridad llegando desde segunda línea.
Todos son distintos pero juegan a lo mismo, convencidos por una idea común. Parecen lo mismo, pero son los mil trajes de un solo camaleón indetectable.
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