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Giampaolo y Gino Pozzo, padre e hijo, en Los Cármenes, en 2009. GONZÁLEZ MOLERO
Granada CF | El ascenso que lo cambió todo: El impulso italiano y la premonición hecha realidad

El impulso italiano y la premonición hecha realidad

El ascenso que lo cambió todo ·

Gino Pozzo, con el respaldo de su familia, propietaria del Udinese, dio viabilidad al club y auguró el regreso a Primera

Rafael Lamelas

Granada

Viernes, 22 de mayo 2020, 01:12

Para el buen aficionado es fácil recordar las fechas de las grandes consecuciones de su equipo. Aquellos que lo son de clubes que vienen de abajo tienen grabadas con nitidez las de los ascensos. El 23 de mayo de 2010 cambió al Granada, pero la génesis de aquella era hay que datarla en el 10 de julio de 2009, con la presentación de un nuevo proyecto rojiblanco en la capital. Ignacio Cuerva, por entonces presidente de la gestora que trataba de preservar la supervivencia del club, estrechó su mano en un conocido hotel con Gino Pozzo, un empresario italiano cuya familia era propietaria del Udinese, una escuadra con resonancia en el fútbol por su vanguardista red de captación de talento por todo el mundo pese a no ser un grande de Europa.

Pozzo prometió una gestión sensata en el Granada, la transformación del equipo en Sociedad Anónima Deportiva y el fin de la deuda arrastrada. Para ello, había que salir cuanto antes de Segunda B, el techo futbolístico durante más de dos décadas, con un conjunto fortalecido por la inversión que aportaría para darle viabilidad a corto plazo y nutrirlo de jugadores inaccesibles para la economía real de la entidad. El reto, como siempre que llegaba un nuevo salvador, estaba en regresar a Primera división, como en los mejores tiempos. Este sí cumplió.

El Granada actual es inexplicable sin la influencia de los Pozzo. Aunque la operación Líbero arrojara una sombra de sospecha en ciertos métodos, todavía por esclarecer en qué medida hasta que se cierre la instrucción en 2021, nadie puede negar que este escudo reverdeció laureles con el conocimiento y el dinero de los transalpinos o de quienes les respaldaron, con la gestión de Quique Pina y Juan Carlos Cordero sobre el terreno. Gino Pozzo extendería su red al Watford inglés, en el que continúa como propietario. Es reacio a entrevistas, aunque hizo esta excepción para hablar de lo ocurrido en Alcorcón.

«Cuando aterrizamos, era complicado pensar en que se lograría un doble ascenso en vista de la situación del club. Fue un salto a la red y un gran trabajo de los que estaban involucrados. El grupo técnico que estaba allí, con Quique Pina a la cabeza, estaba formado por gente experta que conocía aquellas categorías. Ahí estuvo la clave para lograrlo», determina desde Londres, mientras espera que se retome la Primer League, en la que el Watford está luchando por la permanencia.

Quique Pina, Gino Pozzo y Juan Carlos Cordero conversan durante un entrenamiento del equipo. GONZÁLEZ MOLERO

Aquel día de gloria granadinista en Alcorcón queda en su bagaje. «Recuerdo la angustia de una tarde de mucho calor en un campo pequeño contra un rival que era temible en su terreno. Como suele ocurrir, lo bueno no llega de manera fácil. Fue un punto añadido. En fútbol a veces se sufre mucho, pero también hay momentos agradables como aquel, aunque desde el primer balón se complicara tanto», objeta, rememorando el resbalón de Mainz al sacar que casi cuesta un gol.

Fue uno de los pocos encuentros que presenció en directo aquel curso. Estaba en el palco, junto a su padre. «Fue épico y el final, un alivio», expresa. «La tónica del partido fue tremenda, aunque no se alejaba de las dificultades de aquella categoría. Se tiene que saber soportar muchas cosas, pero aquel equipo tenía calidad y veteranía», concreta, observando que el marcador de la ida influenció en el planteamiento y la actitud del Granada. «Arrancar con un 2-0 en el balance inclinó al equipo a defenderse bien. También tuvo mérito el Alcorcón en insistir tanto. En Santo Domingo el juego era diferente por las dimensiones del terreno. Los saques de banda eran envíos al área. Fue una guerra en espacio reducido», contempla.

Mirar a aquel grupo le llena de orgullo. Puso la semilla de lo que vendría después. «Teníamos unos jugadores muy buenos. Se formó una gran plantilla, que respaldamos desde el Udinese, y sólo hay que ver el crecimiento desde entonces de algunos, como Nyom o Ighalo. Su trayectoria les avala. Pensar que Ighalo, que está ahora en el Manchester United, era nuestro delantero en Alcorcón lo resume todo», sonríe. «Fue una apuesta que arrancó bien y, gracias al trabajo de los que estuvieron ahí, se desarrolló de una manera espectacular. Hay que dar el mérito a esos chicos que llegaron jóvenes, que no encontraban espacio en Italia y, a través de esta experiencia, alcanzaron una evolución», acompaña.

Había una enorme necesidad de lograr ese salto y desembarcar en el fútbol profesional. «Costó mucho esfuerzo. La Segunda B suponía un desafío porque no había ascensos directos, sino que todo pasaba por eliminatorias. Ha habido grandes conjuntos a los que les cuesta salir de ahí, que se vienen abajo al final. Dimos la facilidad de contar con talento pero esto no suponía todo. Había que adaptarse y encontrar un equilibrio. Nada se podía prever, aunque se estaba sentando una base estable», afronta.

Al concluir el encuentro, en los exteriores, tras la enorme celebración con su padre como testigo, se dirigió a Quique Pina con unas palabras premonitorias: «Ahora tiene dos días de descanso. A partir del tercero, quiero que empieces a pensar en el ascenso a Primera». Pozzo ríe al rescate de aquello tantos años después. «Sabíamos que el fútbol se vive así, con esa tensión de jugárselo todo. Fue emocionante. La lucha se convierte en una constante y no se puede descansar un momento». No se equivocó. Ni en su llegada ni en los augurios.

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