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Juan Carlos Cordero conversa con Fabri durante un entrenamiento del equipo. RAMÓN L. PÉREZ
Granada CF | Juan Carlos Cordero, el 'arquitecto' que detectó hambre de fútbol

El 'arquitecto' que detectó hambre de fútbol

El ascenso que lo cambió todo ·

Juan Carlos Cordero fue el director deportivo que abrió una era de éxito en un Granada en el que llegó a jugar de joven y al que siempre le vio potencial

Rafael Lamelas

Granada

Jueves, 21 de mayo 2020, 01:07

Mucho antes de ser su director deportivo, Juan Carlos Cordero vistió la camiseta del Granada. Tenía 21 años y le hizo debutar Lucas Alcaraz en su primera etapa como entrenador. Ni imaginaban que años más tarde uno sería el jefe del otro, en el mismo club. Disputó ocho minutos ante el Yeclano en Los Cármenes (1-1), en un partido de Segunda B. La carrera como delantero de Cordero prosiguió lejos y con el tiempo forjó una profunda amistad con Quique Pina.

Inclinados hacia el mundo de la representación, cierto día decidieron fundar un club de la nada, el Ciudad de Murcia. Escaló desde Regional hasta Segunda. En una operación asombrosa, Pina decidió vender aquella entidad a Carlos Marsá, que la renombró como Granada 74 SAD. Los dos murcianos formaron parte de un proyecto que se malogró, exiliado en Motril y con problemas económicos agravados con el descenso, pero que les llevó a conocer mejor el hambre de fútbol en esta tierra y el apego del aficionado de toda la vida al club histórico, el Granada CF, por entonces una categoría por debajo.

Juan Carlos Cordero, en su etapa de jugador del Granada. J. ORTIZ

Tiempo después les fueron a buscar dos directivos de la gestora que comandaba a los rojiblancos, acuciados por las deudas, al filo del precipicio. De nuevo con Pina, arrancó la tercera mudanza de Cordero a la capital de la Alhambra. La vencida. «Nos llamaron Javier Jiménez y Pedro González Segura. A este último lo conocía de la etapa del '74'. Transmití a Quique (Pina) que Granada era un lugar por conquistar en lo futbolístico, que con un buen trabajo habría un retorno importante con la población que tiene, que su afición respondería», describe.

«En aquel momento veía fútbol en España para el Udinese, pero sin cargo. Esa libertad me permitió ver muchos partidos, de Segunda A y B, lo cual me ayudó mucho en el proyecto del Granada», entona. Aconsejó a los Pozzo algunas adquisiciones. En los primeros pasos, las miras se centraron en perfiles que no hubieran entrado en su punto de ebullición como jugadores. El respaldo del Udinese ayudó como garantía.

Sólo se quedaron con los granadinos Manolo Lucena y Javi García. «A Javi lo conocía del filial del Granada, cuando yo estuve por allí. Le llamé y le pregunté por todo», destapa. No renovaron al bastetano Carlos Ruiz, al que Cordero tiene en su actual club, el Tenerife. «A toro pasado asumo que nos hubiera valido. Me arrepiento de no quedármelo. Era un jugador con liderazgo», afirma.

«Hicimos un equipo ganador, con grandes individualidades. Mezclaron bien. Hasta ese momento ninguno había llegado a su techo. Sólo Amaya», advierte de quien había sido subcampeón olímpico en Sídney. «Los demás eran jóvenes por explotar y otros con la madurez para saber a qué sitio venían. No había nadie de vuelta», alega. Afrontaron 20 contrataciones: la seguridad de Mainz, la solvencia de Párraga, la sabiduría de Cámara, la calidad de Ighalo... Cordero se para en la semblanza de Tariq, «el delantero al que cualquiera querría tener». «Hacía goles, asistía, corría, entendía bien el juego...», subraya. «Todos necesitaban un golpe en sus carreras que les diera ilusión, y así fue», suma.

Pasó con Nyom, al que había visto en Francia. «Lo trajimos y al principio parecía un caballo desbocado. Debutó en un amistoso en Motril y conducía la pelota de lateral a lateral. Estaba por pulir. Ha pasado por todas las categorías hasta ser 'top'», profundiza Cordero. También elogia a Dani Benítez, «pues hoy en día es difícil encontrar futbolistas así, con esa rapidez en carrera, con recorridos de ida y vuelta». «No salen extremos así en la actualidad», indica.

Era otro Granada, sin ciudad deportiva aún. «Estábamos en la Vega, en los campos de Antonio Sánchez. Había sábados en los que si llovía íbamos a Monachil a entrenar en césped artificial», recuerda. El legado es la moderna instalación actual, «que queda pase lo que pase». «Pocos clubes la tienen así en Primera», agrega Cordero.

La irregularidad en los resultados le llevó al cese de Tomé. «Había hecho un buen trabajo, pero no éramos fiables. A una fase de ascenso quizás hay que ir con un equipo menos vistoso pero más eficaz. Los rivales a los que ganábamos fácil en casa no eran los que nos encontraríamos», expresa. «Fabri automatizó mecanismos. Férreo en lo defensivo, sin concesiones», determina. Tras el empate inicial con el Betis B, sólo cedió otras tablas en el campo del Poli Ejido en ese periplo de ocho partidos de Liga con el gallego. Cordero intuía las hechuras y su pronóstico se confirmó en el 'play off' con el Alcorcón.

Bajada al vestuario

«El 2-0 de la ida fue un marcador por encima del juego. En la vuelta, sufrimos desde el principio hasta el final. En el primer tiempo en Santo Domingo no sabíamos ni dónde estábamos», se sincera. Fabri, expulsado en Los Cármenes, estaba a su lado en el palco, bloqueado. El gallego le decía que, como siguieran así, «les metían cuatro».

Bajaron juntos al vestuario. «Trataba de animarle. Había que transmitir positividad», rememora. El conjunto respiró algo en la segunda parte, pero se queda con una clave: «La frialdad de José Juan. La situación requería su formar de ser, su tranquilidad. Le quitaba fuerza al contrario».

«Aquel 23 de mayo de 2010 se me marcó a fuego. Fue importante para el club pero también para mí, pues relanzó mi carrera», afirma Cordero. También fue el 'arquitecto' del siguiente ascenso y de las cinco permanencias consecutivas en Primera. Jugó sólo ocho minutos como jugador, pero se quitó la espina en el despacho cosechando éxitos.

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