Dos orillas catedralicias
La contracrónica ·
Cabía especular acerca de lo que aguantaría cada equipo en pie, a cuál de los dos beneficiaría más el paso de los minutos; todo lo mandó al traste Villalibre nada más empezarSecciones
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La contracrónica ·
Cabía especular acerca de lo que aguantaría cada equipo en pie, a cuál de los dos beneficiaría más el paso de los minutos; todo lo mandó al traste Villalibre nada más empezarNi supo entrar ni supo irse el Granada de La Catedral del fútbol español, castigado por un gol nada más empezar y otro justo antes del pitido final que chafaron todo lo demás que hizo. Todo en el fútbol se juzga desde el resultado ... y si ya es fundamental que un equipo gane cuerpo en el encuentro con una buena puesta en escena, más importante aún es que no eche por tierra su conquista en los instantes finales. Les había costado demasiado a los rojiblancos devolver las tablas al marcador como para irse de vacío de San Mamés. Dos rugidos revolcaron sus esfuerzos y les hicieron yacer ahogados en la orilla.
El equipo afrontó el partido con una ventaja casi inédita esta temporada, con más descanso que su rival ya que no afrontó competición entre semana y el Athletic tuvo que irse a la prórroga para meterse en otra final de Copa del Rey, que como le dé por tomarse las dos a ver quién es el guapo que le lleva de vuelta. Al Granada le urgía el descanso y aunque el miércoles anunció que tenía doce lesionados, consiguió resucitar a cuatro del parte médico al 'once', nadie sabe exactamente con qué pócima mágica. Marcelino hizo nueve cambios y Diego Martínez forzó a los sancionados para la ida con el Molde con tal de preservar a otros que sí tendrán que jugar seguro. Cabía especular acerca de lo que aguantaría cada equipo en pie, a cuál de los dos beneficiaría más el paso de los minutos. Todo lo mandó al traste Villalibre nada más empezar.
Los de Diego Martínez tuvieron que remar contracorriente sin haber gozado de una sola posesión de balón casi, con todo lo que arrastran. Germán sufría afeitado como un Sansón sin pelo y, sin Gonalons ni Eteki, Montoro parecía incómodo ejerciendo de padre en un centro del campo que incluía junto a Yangel Herrera a Domingos Quina, un verso suelto quién sabe si irreconducible. Es su magia y su condena, un dulce a los ojos del aficionado y un calvario para el resto de sus compañeros, impredecible siempre. No fluía nada el Granada por el centro y se echó a la zurda de Fede Vico, que puso los balones más golosos directamente al área, sin remates.
La historia del partido tuvo bastante que ver con la de Antonio Puertas frente a Ander Capa. El almeriense intentó zafarse del vasco una y otra vez, pero siempre pareció menos rápido, menos potente y menos fuerte. Parecía que le tenía la moral comida, que no lo volvería a intentar, pero Rui Silva detuvo otro penalti a Raúl García y Puertas lo probó de nuevo. No había llegado a los centros de Fede Vico, pero sentó a Capa en el área y sirvió con delicadeza un envío a Jorge Molina para que no tuviese más que acompañar la pelota hacia la red. Era un premio a la fe, a la perseverancia.
Se había hartado de remar el Granada y ya se veía con un empate valiosísimo en su poder, pero hay palos que suenan como el impacto de la pelota y el propio Rui Silva contra el poste en el segundo gol del Athletic. Villalibre le había colocado una losa a los dos minutos y Berenguer le dio la estocada definitiva en el último suspiro. No tuvo cortesía San Mamés, estadio señor, con el Granada. Tampoco lo esperaban ni Diego Martínez ni sus futbolistas, que han construido su coraza a base de puñaladas como la que le dio Yuri.
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