Los sueños

El domingo permanecí inmóvil un largo rato en mi butaca tras el pitido final. Disfrutando y saboreando el momento, haciéndolo eterno. Y me dio por pensar cómo habíamos llegado aquí. Recordé todas las lágrimas derramadas en ese mismo lugar. Aquel trágico 25-J contra el Murcia, el fatídico verano de 2002 en el que el club descendió a Tercera por impagos o el 'Pocholazo' contra el Quintanar que impedía una vez más salir del cuarto escalón del fútbol español. Ahora todo parece un mal sueño.

Pero mientras los escalofríos no abandonaban mi cuerpo, también recordé el doblete de Ramón contra el Guadalajara, aquella marea rojiblanca aguantando estoicamente las embestidas del Alcorcón para salir por fin del pozo o los quiebros de Ighalo en Elche para devolvernos a la élite. Agradecí al cielo poder vivir todo aquello. Pero, sobre todo, agradecí ser partícipe y testigo de este primoroso Granada. De este equipo, en mayúsculas, que ha agotado todos los calificativos posibles y no deja de emocionar a toda una ciudad y provincia.

Al salir del estadio, un señor que rondaría el siglo de vida dudaba sobre cómo bajar los escalones en solitario. Me presté voluntario a ayudarlo y asintió con humildad. Le brillaban los ojos. Me reconoció que jamás imaginó que volvería a revivir lo que sintió en los setenta. Que ver al Granada cada domingo era su ilusión semanal y por ello le pedía a la vida seguir viviendo.Comprendí que los sueños se cumplen. Y que este Granada, por encima de todo, se recordará por estar haciendo feliz a la gente.