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Su mirada acuosa reposa feliz sobre cada rincón del Paseo del Salón que recorre a diario, en unas calles que lo atraparon desde que pusiera un pie en la ciudad con apenas veinte años. Ángel Castellanos Céspedes (Miguelturra, Ciudad Real, 1952) conserva desde Mestalla un ... trato de leyenda valencianista aunque siga paseándose por las orillas de la Alhambra que la sedujeron junto a su mujer Emi, por quien le chispean los ojos como el primer día. No faltará este sábado como invitado de honor a un nuevo encuentro entre los dos equipos que marcaron su vida, el Valencia y el Granada. «Siempre es un partido especial, son muy importantes para mí. Como aquí, allí me reciben de espectáculo cada vez que voy. Es una satisfacción que ambos jueguen en Primera», admite Castellanos, protagonista del histórico Granada de Joseíto que luego conquistaría una Copa del Rey y dos trofeos continentales como una Recopa y una Supercopa con los ches, ganándose un cariño imperecedero que se transmite de generación en generación.
En Valencia lo adoran, con esa «acusada fisonomía bíblica» como una vez lo describiese Andrés Cárdenas. «Cuando paseo por la ciudad me van parando para pedirme una foto padres con sus niños que les hablan de mí», confiesa tímido. «Nunca en mi vida he visto cosa igual, no lo dejaban ni andar. Nuestra hija menor se quedó alucinada cuando fuimos por la celebración del centenario del club hace unos meses», lo completa Emi, ambos cómodos al sol en la terraza de Las Titas, donde les gusta tomarse una tapa siempre que pueden. Ángel Castellanos, presidente de honor del Granada desde la llegada de John Jiang, fue valencianista durante toda una década, de 1976 a 1986. Diez años brillantes con un único borrón, el descenso a Segunda con el que se despidió de Mestalla para despedirse del fútbol en Granada, donde se retiró con un ascenso a la categoría de plata desde la de bronce en un epílogo dorado tras cuatro campañas previas a su fichaje por el Valencia.
«Fueron años brillantes, estoy muy contento en todos los aspectos por lo que viví en ambos equipos», otorga hoy Castellanos con felicidad visible. Antes de erigirse pilar del centro del campo del Valencia, donde patentó la 'volteta' para proteger el balón, fue parte del mítico Granada de los oriundos que escribió páginas doradas pese a su terrible fama en la historia rojiblanca. «Fue una gran experiencia, lo dábamos todo y no nos dejábamos nada dentro», rememora. Fue uno de los rostros visibles de aquel equipo hasta recibir la llamada de Kubala para la Selección Española, cuya camiseta vistió en cuatro ocasiones. «Todo fue gracias a mis compañeros, con los que mantengo una gran relación. Éramos un grupo increíble, amigos», celebra aún.
El joven Castellanos firmó como rojiblanco desde el Sabadell y no tardó en enamorarse de Emi, entonces dos años menor, con 18. «Nos conoceríamos en las tiendas de mis padres, me vería al salir de clase», viaja ella en el tiempo. «Salí corriendo tras ella», bromea él. «Sabía que era futbolista pero no me gustaban, no andaba metida en ese mundo. Nunca había ido a un partido y me daba igual», asegura Emi. Cuando el Valencia quiso a su hombre decidieron casarse y marcharse juntos. «Entonces ya me empezó a gustar», admite. «Fue el fichaje de mi vida», le confiesa Ángel pasándole una mano por el brazo, con una sonrisa plena.
Castellanos, que idolatraba a Pirri, vivió muchos momentos felices como valencianista. Entre ellos, el título de Recopa de Europa que alzó ante el Arsenal tras anotar él mismo el penalti decisivo de la tanda. «Di Stéfano, que era el entrenador, me cogió y me dijo que tirara mientras otros compañeros iban y venían. 'Ángel, usted', me dijo», navega entre sus recuerdos. «Lancé fuerte al larguero, y aunque se me subió todo porque creí que salía, entró. Algunos todavía creen que fallé», ríe.
La impronta de la carrera de Ángel Castellanos fue la del compañero perfecto, un maestro de la cobertura que como los buenos futbolistas hacía mejores a los demás. Así se lo siguen reconociendo sus antiguos colegas. «Yo nunca dejaba de entrenar, era mi forma de entender el fútbol, como tiene que ser. Me esforzaba por ser ejemplar. Un compañero me admitió una vez que si marcó tres goles al Espanyol fue porque yo le dije que podía subir, que me quedaba atrás por él. Cada vez que nos vemos me lo agradece», comenta divertido.
Su figura anduvo casi siempre acompañada por una frondosa barba que empezó a lucir para ocultar una herida. «Me dieron sin querer con la bota en un entrenamiento y me tuvieron que coser trece puntos sobre el bigote. Cuando se acercaron a verme tirado en el suelo se asustaron. Sin embargo, al domingo siguiente jugué contra la Real Sociedad», rescata. Tanto en el Valencia como en la Selección antes le pidieron que la afeitara. «Yo les decía que a mí no me molestaba», se encoge. Y todavía la aguanta.
Se ganó el cariño de sus compañeros, «amistades por toda España» de las que presume y que le hacen feliz. Una vez una aficionada le reconoció por la calle su admiración por su forma de correr. «Tenía muchas admiradoras», lo acompaña Emi cogida de su brazo. «No me puedo quejar del agradecimiento de la gente ni en Valencia ni en Granada. Todavía se acuerdan de mí aquí, me paran por la calle y me preguntan si ganaremos el próximo partido. Es un honor», se complace Ángel Castellanos, que se retiró en 1987 como rojiblanco con un ascenso y ahora es presidente de honor del club.
Acudirá a Mestalla junto a su yerno Carlos. Espera un partido «disputado, entre dos equipos que juegan bien aunque el Valencia venga de un momento complicado». Le gusta «todo» del Granada de Diego Martínez: «Me recuerda perfectamente al nuestro con Joseíto, en fuerza e intensidad. Están haciendo una gran campaña y ojalá pudieran llegar a Europa, aunque vienen de Segunda y lo primero es mantenerse. Ya me gustaban el año pasado y sabía que les iría bien en Primera. El público los está llevando en volandas. La afición está ilusionada y no es para menos. Ante la Real el campo estuvo impresionante».
Granadino de adopción por definición, es un amante del Albaicín que pasea junto a su mujer los domingos. «Le gustan mucho los granadinos», asegura Emi. «No todos», le responde él, con un gesto que quiere decir que sobre todo le gusta ella. Ángel Castellanos se despide confesando una leve preocupación de cara al sábado. «Quiero celebrar todos los goles; el problema es que haya solo uno».
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