Carlos Fernández celebra su gol ante la euforia de Soldado con Laguardia en el suelo. PEPE MARÍN
Granada - Alavés

Fin al hambre

La contracrónica ·

Se respira mejor cuando son los delanteros quienes resuelven un partido. Es como que las cuentas salen, que se justifica una existencia. El Granada volvió a ganar más de un mes después para sumar 24 puntazos y su afición, que hizo la ola, ya siente que puede ir a ver 'Last Christmas' tranquila

Domingo, 8 de diciembre 2019, 02:27

Se ha hablado mucho estos meses de la preparación que exige un partido a la una del mediodía y ya muy poco del sacrificio que implica uno a las cuatro en un país mediterráneo como el nuestro y en una tierra como Andalucía en la ... que gusta el descanso tanto como el ocio. Desayunara pronto o tarde, 'brunch' o 'flakes', el Granada volvió a Los Cármenes con hambre de victoria tras cinco partidos viéndola pasar de lado. Estaba ese runrún en su estómago de equipo competitivo como la sed en sus delanteros. Diego Martínez optó por reforzar a Roberto Soldado con Carlos Fernández y los dos se llenaron la panza. Como su equipo y como el aficionado que ahora respira mucho más tranquilo.

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La primera parte incitaba a la siesta o directamente a no haberse despertado. Todo lo que pasó no pudo ser sino malo. La primera parte empezó con un error impropio de Domingos Duarte que solventó su camarada Rui Silva lanzándose a los pies de Lucas Pérez y casi que se cerró con una pifia del portero que tuvo que sacar Soldado en el área pequeña. Entre medias crujieron las rodillas de Tomás Pina y Quini, ese correcaminos entusiasta que antes mordió la hierba en su encomiable empeño por centrar con la zurda siendo diestro convencido. El infortunio sobrevoló Los Cármenes, donde al menos no hizo frío, en un primer acto por el que habría que preguntarle su opinión a Greta Thunberg. El fútbol era aquello que pasaba entre una interrupción y otra, para complacencia de dos equipos que adoran la estrategia.

Lo estaba viendo sentado en el banquillo Wakaso Mubarak. Quizás como castigo a sus indisimulados guiños hacia la parroquia rojiblanca, que le costó una polémica al compartir un tuit que recordaba su gol al propio Alavés temporadas atrás en el mismo escenario al que ayer volvió. Se advierte bajo su piel un personaje divertido y a la vez esclavo de sus instintos, sin tiempo en esta vida para pensar en ciertas consecuencias. En una entrevista telefónica con este periodista reconoció que le habría gustado seguir en el Granada y que esperaba aplausos en su retorno. Quizás por este motivo ni salió a pelotear con el resto de suplentes en el calentamiento, por si le volvía a traicionar su inocencia y se ponía a firmar camisetas.

El tema es que Wakaso, que antes había ejercido de pacificador –¡él!– entre ambos cuerpos técnicos en una trifulca, entró a la media hora por Tomás Pina tras unos cariños al delegado Lucena y la lio parda, erigiéndose en el personaje del partido. Vio una amarilla nada más entrar y ya en la segunda parte y con 2-0, la segunda en un arrebato de fuerza desmedida. Enfiló el camino hacia los vestuarios entre aplausos y cánticos de «¡Wakaso es rojiblanco!». Él es así.

Fueron los dos puntas quienes resolvieron el partido, como mandan los cánones del fútbol que ha de ser aunque Diego Martínez diga que le da igual quien marque. Seguro que a Soldado no. Carlos Fernández remató en plancha como un 'delantero delantero' una jugada que inició en el centro del campo tras driblar a tres rivales, y en la que sólo le faltó centrarse a sí mismo. Soldado reclamó con galones un penalti que ya le venía correspondiendo y que marcó y celebró con rabia.

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Se respira mejor, sea lo que sea que se inhale últimamente, cuando son los delanteros quienes resuelven un partido. Es como que las cuentas salen, que se justifica una existencia. El Granada volvió a ganar más de un mes después para sumar 24 puntazos y su afición, que hizo la ola, ya siente que puede ir a ver 'Last Christmas' tranquila.

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