El Granada disputará la vuelta de los dieciseisavos de final de la Europa League en el estadio Diego Armando Maradona, otrora San Paolo, donde el motrileño José Callejón se hizo leyenda y ahora actúan los españoles Fabián Ruiz y Fernando Llorente
Nápoles, ciudad de mar, fuego y sangre, acoge a cerca de un millón de habitantes sin contar su área metropolitana, entre quienes resulta complicado encontrar corazones que no latan por el su equipo de fútbol, impuesta una dictadura sentimental en lo futbolístico. Se trata ... de uno de aquellos rincones del planeta en los que este deporte trasciende lo cultural para convertirse en religión, latente en cada esquina por sus calles, coloreadas del azul que viste al club que nació en 1926 aunque, acuciado por las deudas, se refundase en 2004 de la mano del productor cinematográfico Aurelio De Laurentiis, tan carismático como polémico, presidente desde que el equipo recomenzase de cero desde la Serie C italiana.
Habían pasado veinte años desde el 5 de julio de 1984 en el que Diego Armando Maradona fue presentado ante un San Paolo repleto como nuevo futbolista del Nápoles. Con su magia contestaria, el 'Pelusa' llevó a un equipo que peleaba por no descender hasta la gloria de dos Scudetti y una Copa de la UEFA, único título internacional en la historia del conjunto napolitano. Maradona ya había coqueteado con la droga en Barcelona y como futbolista del Nápoles tocó fondo, pero antes se elevó hasta la divinidad que todavía le profesa el arte urbano de la ciudad, inmortalizado con especial devoción en el 'Quartieri Spagnoli', conocido por dar cobijo a parte de la mafia camorrista asentada en la ciudad, y con la que el 'Dios' argentino también tuvo trato.
Bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, castigada por varios terremotos mortíferos y continuamente amenazada por la actividad del volcán Vesubio, uno de los más peligrosos del mundo, en Nápoles no se entiende el fútbol sino desde la pasión desaforada. Algo que parece haber encajado bien con el carácter de Gennaro Gattuso, aquel temible perro de presa que defendió con uñas y dientes el escudo del Milan. Ahora entrenador, reemplazó hace justamente un año a Carlo Ancelotti, su padre deportivo, al frente de una plantilla incómoda tras la salida de Maurizio Sarri, que era undécima en la Serie A. Incapaz de ganar en sus cuatro primeros partidos, Gattuso terminó ganándose a sus futbolistas pese a la hosquedad de su carácter. «Unos días me quieren y en otros me escupen en la cara. Esta es mi relación con ellos, no tengo pelos en la lengua», declaró hace poco, con sonadas salidas de tono en rueda de prensa tras ciertas derrotas de bulto.
Y sin embargo, y contra lo que podría pensarse, en lo futbolístico Gattuso recuperó parte de lo que ya construyó Sarri, partiendo de un sistema 4-3-3 con buena salida de balón incluyendo al portero, laterales profundos, un pivote y dos interiores con llegada y dos extremos muy abiertos arropando a un único punta. Su equipo no remontó el vuelo hasta que en el pasado mercado invernal se reforzó con el alemán Diego Demme como pivote, bautizado así por la devoción de su padre calabrés por Maradona y admirador confeso de su entrenador cuando este era futbolista; y ganó aire el andaluz Fabián Ruiz, uno de los dos españoles en la plantilla, junto a Fernando Llorente.
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El Nápoles acabó el curso séptimo pero sobre todo arrebató la Coppa Italia a la Juventus en la tanda de penaltis. Recuperó personalidad sustentado en buena parte en la fortaleza defensiva de Kalidou Koulibaly, una bestia; el talento innato de su capitán Lorenzo Insigne, un mago a pierna cambiada desde la izquierda; y los goles de Dries Mertens, máximo goleador histórico del Nápoles tras superar a Marek Hamsik y al propio Diego Armando Maradona, que se quedó en 115.
Mantiene la inercia este curso, aunque no sin reveses. Para el ataque se firmó al nigeriano Victor Osimhen, el fichaje más caro de su historia tras desembolsar 50 millones más otros diez en variables y cuatro jugadores –uno de ellos, el exrojiblanco Karnezis- al Lille francés. En su juego de transiciones verticales y acciones automatizadas viene brillando desde los extremos el mexicano Hirving Lozano, máximo goleador en Serie A con seis muescas, defenestrado por Gattuso el curso pasado con desavenencias públicas. En cierta forma, un reflejo de su talante como entrenador, que le acerca a la ciudad del equipo que ahora defiende. La pasión napolitana se topará en febrero con la 'eterna lucha' granadina.
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El motrileño que se hizo leyenda en San Paolo
En el Olimpo del fútbol que gobernará Diego Armando Maradona por los siglos de los siglos tiene un hueco reservado un futbolista motrileño. José Callejón, uno de los mejores jugadores granadinos de la historia si no el mejor, recaló en San Paolo procedente del Real Madrid a cambio de 10 millones de euros y disputó como 'azzurro' siete temporadas, jugando un total de 347 partidos y marcando 82 goles entre todas las competiciones, con dos Coppa Italia y una Supercopa italiana en su vitrina particular.
Callejón se despidió de Nápoles el pasado mes de agosto, sin hinchas en las gradas pero con el brazalete de capitán en el brazo y lágrimas en los ojos. Su último partido como futbolista de su equipo, no obstante, fue el de la eliminación en la Champions League a manos del FC Barcelona en el Camp Nou. Con el '7' a la espalda, Callejón patentó una jugada marca de la casa junto al ahora capitán napolitano Lorenzo Insigne, por la que el italiano le colgaba un balón al espacio libre entre el portero y la espalda del central y el lateral de turno para que el motrileño entrase como un cuchillo a empujar hacia las redes. Una especie de 'alley oop' futbolístico con similitudes a la conexión que formaron Leo Messi y Jordi Alba en el FC Barcelona, aunque en este caso sin más rematador que el propio granadino, que se hartó de hacer goles así.
Ahora enrolado en la Fiorentina sin dejar Italia tras expirar su contrato, José Callejón trata de adaptarse a su nuevo equipo tras interrumpirse su aclimatación por el coronavirus, que le hizo perderse un par de jornadas en la Serie A. Poco a poco va entrando en los planes de Cesare Prandelli, que tiene al equipo al filo del descenso (17º).
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