Los técnicos Juan Carlos Oliva y Miguel Ángel Lotina detallan la historia de este club histórico de Chipre que trata de reverdecer laureles en la actualidad gracias a un inversor millonario
Rafael Lamelas
Granada
Martes, 3 de noviembre 2020, 00:49
A cualquier futbolero que piense en un equipo chipriota le viene a la cabeza el APOEL Nicosia, habitual en las competiciones europeas en los últimos años, incluida la Liga de Campeones. Sin embargo, hay otro equipo laureado en la capital de aquel país insular, fragmentado entre una parte turca y otra griega. El Omonia, el rival del Granada este jueves, fue considerado como el mejor club del siglo XX en su territorio, antes de entrar en una profunda crisis de la que está intentando salir en los últimos tiempos. Por allí pasaron dos entrenadores españoles. Uno, Miguel Ángel Lotina, todo un trotamundos del fútbol, durante esa fase crepuscular en la que el equipo trataba de sacar la cabeza sin muchos recursos. Otro, Juan Carlos Oliva, que fue mano derecha del granadino Lucas Alcaraz en el Recreativo de Huelva, en una etapa más reciente, hace un par de años, justo cuando el club experimentó su actual transformación con un cambio de propietario, aunque él pagó los platos rotos de un arranque atolondrado del proyecto.
«El Omonia es un histórico, el que tiene más seguidores. Una especie de Real Madrid en este aspecto», asegura Oliva al respecto de esta entidad que nació, precisamente, «de una escisión del APOEL y se la asocia con una mentalidad de izquierdas», concreta Lotina, en contraposición al otro gigante de Nicosia. «Antes ganaba con frecuencia, pero con el cambio de siglo esto varió y el APOEL se convirtió en la referencia. Este era el equipo de los ricos, de quienes invertían en la isla, en contraposición al Omonia, que era el del pueblo», describe Oliva.
A Lotina le tocó una etapa árida, que arrancó en diciembre de 2013 y se cerró en febrero del 14. «Todos los clubes estaban en una precaria situación económica porque hubo una quita de los ingresos por parte del Gobierno, que afectaron a empresas y personas. El fútbol allí estaba delicado», refleja Lotina desde Osaka, donde está trabajando en el Cerezo. Por entonces, los propios aficionados eran los dueños, sin ayuda de ningún mecenas. La irrupción de sus contrincantes en Europa alivió las arcas de estos otros equipos gracias a los ingresos derivados de la participación, pero no las de la entidad cuyo escudo es un trébol.
Chipre tornaba en retiro de muchos jugadores extranjeros. Tras un periodo de supervivencia, las circunstancias se alteraron, aparentemente a mejor. «Un millonario chipriota afincado en EE UU, Stravros Papastavrou, compró el club y quiso transformarlo todo de arriba abajo, pero de la noche a la mañana. Se creía que poniendo dinero ya sería campeón de todo», objeta Oliva. Él ejercía de segundo entrenador de Quique Flores en el Espanyol. El secretario técnico de los 'periquitos', Ángel Gómez, se enroló en el Omonia y se fue para allá con él.
«Se contrataron a 18 jugadores. No tenían claro el nivel de la liga, y esos futbolistas eran de un nivel de Segunda B de España más o menos. Gente que estaba empezando, como Manrique, del Rayo Vallecano; y Chris Montes, del Sporting de Gijón. Valores de futuro, pero el club buscaba éxito inmediato, y eso fue traumático. Si no ganabas dos partidos, estabas fuera», abunda. De hecho, Oliva llegó en la cuarta jornada de la temporada de 2018-2019; ganó dos encuentros y cayó en otros tres, ante el Apollon (el tercer cuadro de Nicosia) y el AEK Larnaca, habituales en torneos continentales, y el Nea Salamis. De ahí, el finiquito. «Ya habían echado a varios preparadores con premura», expone. «Son calientes y viscerales. Pasamos tres por el banquillo ese curso y el equipo hizo la peor campaña de su historia, séptimo, sin teórica opción de jugar el 'play off' por el título (el formato es diferente al de España). Al final, quitaron a uno y participó», añade. «Para mí aquello fue una gran decepción. Estaba todo en un momento embrionario. Tuvimos mala suerte también. Había muchos riesgos para tanta celeridad con un grupo tan joven», prolonga. «El inversor no tenía mucha idea. Me preguntaba si en los entrenamientos ejercitábamos el tiro a portería...», retrata. También salió su valedor, Ángel Gómez.
La fuerte inversión no había servido para mucho. En el ejercicio siguiente, el correspondiente al año pasado, entraron una quincena de jugadores nuevos, otra revolución. Pusieron al frente del vestuario al noruego Henning Berg, quien aún sigue en el cargo. Oliva resume: «Los futbolistas eran mejores e iban bien en la liga regular. En Europa, estaban el APOEL y el Apollon, lo que diezmaba el rendimiento de estos en el campeonato nacional, que se reservan para la fase final por eliminatorias. Todo estaba igualado cuando se cerró todo por la Covid, aunque el Omonia iba delante. Esto le otorgó el trofeo». Con ello, la opción de disputar la fase previa de la Champions, cayendo en la última ronda con el Olympiacos, lo que le derivó a la Europa League, en el mismo grupo que el Granada.
«Es un conjunto cada vez más fuerte. Le he visto y concede poco en defensa. Espera mucho al rival», repasa Oliva. En el plantel sólo quedan cuatro de los integrantes que tuvo en su breve aventura, dos de ellos titulares: el centrocampista local Marinos Tzionis y el español Jordi Gómez. «Fue nuestro último refuerzo. Es veterano (35 años), pero es el capitán y le da racionalidad al juego. Tiene mucha calidad. Influye en la propia mentalidad del equipo», desvela.
«Seguramente esta temporada no les dé para revalidar el primer puesto, porque nota el esfuerzo de dos partidos a la semana. El fútbol chipriota ha perdido fuelle porque ya no se pagan las cantidades de antes», alarga. «Se mantendrá lo que pueda», vaticina. «La pasta fluye y no es fácil que haya continuidad», remacha Oliva.
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