Luis Milla, durante la pasada temporada en un partido con el Tenerife en Segunda. LALIGA

«Teníamos claro que Milla sería futbolista de Primera»

Una explosión tardía ·

Luis Piñedo, Antonio Calderón y José Luis Oltra, compañeros de viaje en su carrera, reconstruyen sus pasos hasta Granada

Domingo, 2 de agosto 2020, 00:06

Aunque Luis Milla vaya a debutar en Primera división con 25 años, quienes le han visto crecer siempre supieron que tenía la categoría en las botas y, sobre todo, en la cabeza. El futbolista más caro en la historia del Granada, tras ... el pago de los cinco millones de euros de su cláusula al Tenerife que le permitió despegar en Segunda, ha debido sobreponerse a varias circunstancias a lo largo de su carrera. Vagó sin rumbo fijo por Segunda B –incluso por Tercera– y cuando parecía asentarse en el Guijuelo se rompió el ligamento cruzado de la rodilla derecha, a meses de cumplir los 22 años, la misma lesión que sufrió su padre cuando cambió el FC Barcelona –tras ser el '4' de Cruyff– por el Real Madrid en 1990. Sin embargo, Luis Milla júnior nunca pensó en nada más que en construir su propio camino. Ese que ahora le ha llevado a Los Cármenes.

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«En cuanto le vi supe que iba a ser futbolista de Primera división». El comentario, aunque ahora suene ventajista, lo firman con sangre para IDEAL tanto José Luis Oltra como Antonio Calderón, entrenadores de Luis Milla en el Tenerife y el Fuenlabrada, ambos con pasado rojiblanco. Calderón, que fue segundo de José González, llegó a ir más allá y le dijo que sería internacional con España. «Tú es que me quieres mucho», le contestó Milla entonces, riéndose.

No se queda atrás en los augurios de los técnicos el preparador físico Luis Piñedo, ahora en el Atlético de Madrid B, quien entabló una amistad que aún perdura con el centrocampista durante sus dos años en la estructura colchonera, el primero en el Juvenil de División de Honor y luego en el C. Antes hizo un año como cadete en el Real Madrid. «Sin prepotencia y desde la humildad, él mismo sabía que tarde o temprano iba a dar el salto a Primera. En la cantera todo el mundo reconocía su talento, y de hecho llegó a ser un fijo en los entrenamientos con el Cholo. No era el futbolista que es ahora, pero encajaba; al propio Simeone le extrañó su salida. Parecía que iba a tener una oportunidad», refleja Piñedo.

Luis Milla, en su etapa como canterano del Atlético de Madrid. ATM

Pero Milla salió, cedido al San Sebastián de los Reyes, e inició un periplo complicado que le llevó por el Rayo Vallecano B, el Alcorcón o el Guijuelo, donde vivió su gran punto de inflexión. «Ya era un futbolista con mucha disciplina y conocimiento del juego, competitivo hasta la médula y líder. Corregía a sus compañeros y transmitía en el campo las ideas de su entrenador. Se echaba el equipo a la espalda y siempre daba algo más de lo que se le pedía. Quería manejar todos los registros posibles para cada partido. Quizás no supimos darle los medios necesarios para acelerar su maduración, porque sabíamos perfectamente la materia prima que teníamos, pero los procesos del fútbol son a veces así de caprichosos», trata de explicar Luis Piñedo, quien se refiere a Milla como 'el Rizos' con cariño.

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Una lesión determinante

En Guijuelo se convirtió en el primero de la clase para su entrenador Rubén de la Barrera hasta que la rodilla se le quebró. Fue en septiembre de 2015, nada más arrancar la temporada, en un partido a vida o muerte de Copa del Rey contra el Pontevedra, apenas dos minutos después de marcar desde la frontal el gol que dio a su equipo la clasificación. Retirado en camilla, fue consciente de la gravedad desde el primer momento, pero no se desanimó. Al contrario. «Se volcó para tratarse de la manera más profesional posible con diferentes especialistas de varias áreas, pasando por la nutrición e incluso lo emocional, para que lo devolvieran al fútbol lo antes posible», recuerda Luis Piñedo. Fue entonces, casi un año después, cuando tocó a su puerta el Fuenlabrada, el club que confió en él «cuando nadie lo hizo», en palabras del propio Luis Milla.

El equipo dirigido en aquel momento por Josip Visnjic –también exrojiblanco– pasó pronto a manos de Antonio Calderón. «Solía jugar pero no era fijo. El primer día vi que ahí había un gran futbolista, que además tenía liderazgo. Le di confianza, jugó casi por decreto y le hice capitán, algo que sorprendió a muchos por su juventud», reseña el entrenador gaditano, quien cree que la lesión que acababa de superar «le ayudó a concienciarse de que para alcanzar los sueños hay que trabajar muy duro».

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A Calderón lo conquistó desde el primer momento. «Era un gran compañero y tenía madurez y ambición, era un ganador. Transmitía su energía al plantel y había que aprovecharlo. Cuando miro a un futbolista me fijo en su forma de interpretar el juego, y él lo hacía de forma espectacular donde lo pusiera, cerca de los centrales o más adelantado. Llegué a utilizarlo de lateral y extremo cuando no tenía más recursos, y seguía siendo el mejor de la categoría, aunque no le gustase», remarca. «Nunca temblaba bajo presión, parecía un veterano. Era capaz de atraer contrarios y soltar el balón. Filtra y cambia de orientación, y tiene una conducción muy vertical para romper líneas hasta el área contraria. También mete la pierna y defiende», apunta.

Al siguiente curso, en la 2017/18, Antonio Calderón construyó un Fuenlabrada imbatible en torno a Luis Milla como eje. De hecho, llegó a ser el equipo con más puntos de toda la Segunda B, líder del Grupo I, y plantó cara al Real Madrid en el Santiago Bernabéu en la Copa del Rey. «Le reforzamos y le hicimos sentir a gusto. Es una bendición para un entrenador por su inteligencia táctica, mantuvimos muchas conversaciones gracias a su madurez. Le encantaba analizar los vídeos de los partidos conmigo. Muchas veces me pregunté qué tenía que hacer para que un equipo de Segunda fuese a por él, hasta que en el mercado de invierno el Tenerife pagó su cláusula –500.000 euros–», cuenta.

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Luis Milla, capitán en la eliminatoria que jugó contra el Real Madrid. EFE

«Sin él y sin Paco Candela, que eran fijos en el centro del campo, el equipo perdió su motor. Se nos empezaron a ir los puntos, perdimos nuestra ventaja y me destituyeron a cinco partidos del final. El grupo notó mucho su ausencia y no pudo subir», recuerda Calderón, quien aquel curso llegó a decir que si pudiese ser uno de sus jugadores escogería a Milla. Con él pulió la que ahora es una de sus grandes virtudes: el golpeo a balón parado. «Tuvimos muchas peleas ensayando la estrategia porque le pedía que no pegase a los saques de esquina como si fuese a puerta. Se enfadaba mucho, pero luego nos reíamos. En el Tenerife he visto que ya los pone mucho mejor», comenta, divertido, Calderón.

Despegue en Tenerife

En el Tenerife, el centrocampista madrileño tuvo como entrenadores a José Luis Martí, Joseba Etxeberria, José Luis Oltra, Luis César Sampedro, Aritz López Garai y Rubén Baraja. Seis en dos años y medio; un síntoma de la inestabilidad que vivió en la isla, donde sin embargo fue siempre un capitán sin brazalete. El exrojiblanco Oltra ya le tenía en su radar: «Le tengo un cariño especial porque soy amigo de su padre desde hace tiempo, aunque hay que alejarlos futbolísticamente. Me enfrenté a él por primera vez con el Granada en Los Cármenes y me pareció que tenía un nivel muy alto, unas condiciones diferentes. Luego, juntos, vivimos una temporada complicada, pero siempre tuvo un comportamiento ejemplar, dentro y fuera del campo. Es muy profesional; le gusta su trabajo, que es importante, y hace todo por mejorar y crecer». Oltra aún recuerda cómo tras salvarse el equipo en Lugo, ya sin él al frente, Milla le mandó un mensaje desde el mismo vestuario.

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Luis Milla, en Los Cármenes con el Tenerife contra el Granada de Oltra. ALFREDO AGUILAR

«Tiene mucha personalidad y liderazgo y ha esperado su oportunidad sin dejar de rendir. Varios equipos me habían preguntado por él pero el Granada hizo su apuesta y ha elegido muy bien, así se lo he hecho saber. Va al sitio adecuado», aplaude Oltra. «Él es un 'box to box' pero cumplirá a rajatabla con lo que Diego le pida. Es complementario a los centrocampistas que ya tiene porque puede asumir múltiples funciones. Es receptivo y humilde, escucha a sus entrenadores, pero tiene la personalidad como para rebelarse desde la educación y el respeto cuando no comparte alguna decisión», advierte el exrojiblanco. «Tiene una gran capacidad competitiva y va a seguir creciendo», augura. Son los nuevos colores del camaleón de Diego Martínez.

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