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Un actor inesperado, Siren Diao, desató una euforia casi olvidada en Los Cármenes, la que se experimenta con una victoria en las postrimerías. Un gol del joven delantero catalán en el alargue, quien apenas había jugado hasta la fecha, proporcionó el primer triunfo en casa ... al Granada a costa de un Córdoba que jugó con uno menos durante más de 50 minutos y resistió lo indecible, con un portero tendente al dramatismo pero espectacular de reflejos. Fran Escribá amasa buenos resultados aunque es consciente de que, detenida la sangría defensiva, toca conjurar al ataque, todavía algo romo.
Diao irrumpió en medio de una tarde de insistencia, recrudecida tras la roja a Théo Zidane al filo del entreacto. Los locales tuvieron que asumir la iniciativa del juego y esto les cuesta más. Las sustituciones le dieron viveza a la escuadra y en enésimo zafarrancho de combate llegó la conquista de la fortificación cordobesa.
Granada CF
Mariño; Ricard Sánchez, Miguel Rubio, Loïc Williams, Brau; Sergio Ruiz (Manu Trigueros, m. 62), Gonzalo Villar, Corbeanu (Reinier, m. 71), Józwiak (Pablo Saénz, m. 71); Lucas Boyé y Shon Weissman (Siren Diao, m. 81).
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Córdoba CF
Carlos Martín; Albarrán, Lapeña, Marvel, Calderón; Isma Ruiz (Sintes, m. 81), Álex Salas (Genaro, m. 67), Théo Zidane; Carracedo (Andres Yoldi, m. 57), Jacobo González (Zalazar, m. 81) y Casas (Obolskii, m. 67).
GOL: 1-0, m. 91: Siren Diao.
ÁRBITRO: Sánchez López (comité murciano). Roja directa al visitante Théo Zidane (m. 39). Ningún amonestado en los locales y amarilla a los visitantes Isma Ruiz (m. 36), y Carlos Marín (m. 90).
INCIDENCIAS: Partido correspondiente a la jornada 9 de LaLiga Hypermotion, disputado en el estadio Nuevo Los Cármenes ante 18.036 espectadores.
El Córdoba monopolizó el balón en el arranque, con un Granada más pendiente del orden. Hubo precaución en los primeros pases y querencia por el contragolpe. Brau inició uno tras robar en su propia área, asociarse con Józwiak y culminar con una mala conexión en el área contraria.
El equipo chequeaba los cambios forzosos por los internacionales. Miguel Rubio trató de acomodarse atrás y lanzar entre líneas, Sergio Ruiz buscó complicidad con Gonzalo Villar (sin hallarla) y Corbeanu se mostró como el más penetrante por banda, aunque tenga ese punto de frialdad que exaspere, algo parecido a Diao. De un centro suyo llegó la mejor ocasión del primer tiempo, con un vuelo de Boyé con cabeceo que sacó Carlos Marín abajo, poniendo la mano como una cuchara.
Mariño no tuvo que contemplar acciones de riesgo en su área, siempre bien protegido, y salió de sus dominios en una progresión blanquiverde llena de rebotes. El Córdoba tocaba bien de lado a lado, pero le faltaba profundidad. Al Granada, distribución en el centro del campo. Loïc resolvió algún desajuste y Brau se incorporó para servir a Weissman, pero el israelí voleó con flojera el esférico.
Zinedine Zidane veía todo desde un palco, aunque solo uno de sus hijos, Théo, estaba jugando, por poco tiempo. El espigado centrocampista gozó de un lanzamiento claro que se marchó alto, tras una llegada de Calderón por la izquierda que toleró Corbeanu, en la que Jacobo González dejó pasar el balón para que le llegara a su compañero.
Corbeanu siguió constante en la derecha y Gonzalo Villar perdonó en un chut con la izquierda. Cuando todo parecía consumirse sin grandes incidencias rumbo al descanso, llegó la roja a Théo. Elevó muchísimo la bota para un control sin percatarse que Brau de frente a por la pelota, dejándole los tacos en la cara. El árbitro no dudó, en especial al ver la herida en el rostro del murciano, y mostró una tarjeta del color de la sangre. El Córdoba se quedaba con uno menos y Zidane padre, sin incentivos sobre el verde.
Corbeanu quería el gol y casi lo logra en el frenesí previo a la pausa, con un recorte y tiro con la diestra que se marchó al cielo. Calderón, el lateral rival, se estará preguntando todavía cuál es la pierna hábil del canadiense, pues conduce y golpea con las dos por igual.
La segunda parte, a pesar de la superioridad numérica, demandaba paciencia a raudales. El Córdoba presionaba menos, pero mantenía su personalidad, mientras que el Granada escarbaba en los huecos. De una buena secuencia, Józwiak dispuso un centro al que no llegó bien Weissman, pero sí Ricard detrás, que se pasó de vehemente en lugar de tocar en corto para Boyé, solo en el punto de penalti.
Corbeanu forzó otro córner, omnipresente en su costado. Querían los locales empotrar al Córdoba, que se resistía y arañaba segundos cada vez que alguno de sus futbolistas sufría un golpe fortuito. Boyé probó de falta directa, pero tampoco. A Carlos Marín le faltó echarse un pitillo, como Szczęsny, entre cada saque de puerta.
No había oportunidades y todo invocaba a Manu Trigueros, que salió por un desdibujado Sergio Ruiz, apocado tras tanta suplencia. El talaverano cató los guantes de Carlos Marín pronto, en una aproximación que continuó con un centro delicado de Corbeanu que Boyé no supo embocar con su giro de cuello. El argentino se buscaba las habichuelas en cualquier lance, pero sin éxito.
Saltaron Reinier y Pablo Sáenz, y el exrecreativista tiró pronto a meta, pero Marín continuó firme. El Córdoba también había imprimido cambios y Obolskii hizo un giro sorpresivo en el área para provocar la primera estirada de Mariño en el encuentro.
El acoso se recrudeció sobre la meta del Córdoba, ya con Diao junto a Boyé, quien volvió a estrellarse ante Marín, tan bueno parando como sobreactuando, un drama si alguien le contactaba. Lo intentaba el Granada de mil maneras y la emoción estaba en cuánto prolongaría el árbitro. Fueron cinco minutos, que parecía poquísimo, pero a Siren Diao le sobraron cuatro de ellos y algunos segundos de más. Apareció donde los puntas son letales, en pleno asedio. No es un volcán, sino un témpano de hielo en el área. En su primera ocasión, al hoyo.
Carlos Marín sí se dio prisa desde entonces en sacar, pero ya nadie le iba a arrebatar los tres puntos a los rojiblancos. Un triunfo de pico y pala ante un rival bregado en su debilidad, pero que se marchó a Córdoba con las manos vacías. Para el Granada, la reconciliación absoluta. No hay progreso sin sufrimiento.
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