Tregua en el Granada

Desde luego, el cese temporal de hostilidades entre el equipo y la afición sería la mejor forma de encarar este tramo final de competición y optar así a la máxima cota deportiva posible. Algo que nos beneficia a todos. Creo que no me equivoco si afirmo prácticamente todos los granadinistas sellarían la tregua. Muestra de ello es el comportamiento del público de Los Cármenes a poco que el equipo les transmite algo. Pero, por supuesto, el respetable debe quedar fuera de toda duda esta temporada, al ser capaz de soportar las más adversas meteorologías en un estadio propio de otra época y las decisiones y comportamientos más que dudosos de una directiva fantasmagórica vestida –y que reviste todo lo que le rodea– de incertidumbre.

La temporada encara su fase final y pronto volverán a sonar las sirenas de venta del club, de empresarios compradores, de entrada y salida de jugadores. Tampoco tardarán en sucederse las noticias sobre la concesión del estadio municipal, de remodelaciones y de las ampliaciones en la Ciudad Deportiva. Los dimes y diretes volverán, y con ellos regresarán las promesas y las palabras vacías. Y será entonces el momento exacto de denunciar los engaños y de que vuelvan los reproches. De que esta sufrida afición levante la voz y reclame la atención y predisposición que crea necesaria. Pero mientras tanto y siempre y cuando los jugadores y cuerpo técnico no perdonen el sacrificio y la competitividad, la tregua debe firmarse por el bien de todos. Es la única forma de que este equipo pelee hasta el final de la competición y de que la camiseta horizontal no quede pisoteada y emborronada una temporada más.