Triunvirato ganador

Abascal llega sin ascensos. Con el único título acreditativo de su formación y la credencial de haber pasado fugazmente por algunos banquillos. Llega por tanto con más ilusión que experiencia, dispuesto a refrendar en este Granada todo lo que atesora tras sus estudios, prácticas y trayectoria. Está en su derecho.

Vaticinar frívolamente el futuro en fútbol suele terminar la mayoría de las veces en fracaso. Sobre todo, cuando se hace en parámetros alejados de la lógica imperante de que una liga, por ejemplo, la ganarán habitualmente los clubes más poderosos. Que el nuevo entrenador no vaya a triunfar por su corta trayectoria es un prejuicio que a nada conduce. También lo sufrió Diego Martínez, que se sobrepuso a ellos demostrando su capacidad, dotes de entrenador y de excelente psicólogo. Descubrió pronto que el vestuario que se encontró necesitaba más unidad y cohesión para lo que pretendía.

Lo primero que hizo al llegar a Granada fue designar él mismo, o aceptar, que para el caso es igual, el nombramiento de Germán, Montoro y Víctor Díaz como capitanes de su equipo. Un trío de ases que lo condujo al éxito haciendo del vestuario un bloque totalmente indisoluble.

Guille Abascal se va a encontrar un vestuario sin depurar y una de sus prioridades debiera consistir en elegir con acierto la capitanía que debe comandarlo dentro, como si de una extensión de él mismo se tratara. Otro triunvirato ganador.